En una de las mesas que decoran el salón donde la familia de La por come y cena se observa la figura de la Dama de la Justicia con los ojos vendados sosteniendo una balanza en su mano derecha: la imagen de la famosa escultura, uno de los escasísimos elementos de atrezzo con los que cuenta el film, puede tomarse como símbolo de todo el metraje. La por es una historia de doble vía, aunque en un principio podría parecer la crónica de una represión y de una vida familiar truncada por la violencia doméstica. Al fin y al cabo, el miedo del título es un elemento que comparten tanto las víctimas como el maltratador: el miedo a irse de casa y a seguir aguantando, el miedo a callar y a hablar en voz alta, el miedo a oír las palizas que se intuyen en la habitación de al lado o de ahogar el horror con unos simbólicos auriculares de música; pero también el miedo de alguien miserable que expresa sus frustraciones con la fuerza bruta y la imposición de un régimen basado en amenazas y silencios. Obviamente en la balanza de Jordi Cadena gana la figura del más débil, representado en un adolescente harto del turbio ambiente que se respira dentro y fuera del hogar-infierno, pero también hay espacio para la madre herida, la hija que espía y el padre que golpea, porque en La por prima la idea de la escultura, el concepto que tan bien resume un título tan sintético como desnudo: de ahí que estemos ante una propuesta tan particular, una exposición vivísima de los miedos cotidianos y a la vez un estudio preciso de los mecanismos de ese miedo desde todas las perspectivas.
La por es una película de espacios y sensaciones interiores, una narrativa casi perfecta que juega a quitar cualquier morbo a una trama que aparece citada en demasiadas ocasiones en los distintos noticieros. Su estilo de planos cortos e insinuantes, sus gotas de humor negro y su violencia fuera de plano, así como la descripción naturalista de los personajes a partir de los objetos (excelente secuencia inicial), emparenta a La por con propuestas como Canino o incluso La cinta blanca, si bien el nexo más evidente es el que se establece con Elisa K (no por casualidad, hablamos de dos películas que Cadena concibió al mismo tiempo a partir de dos novelas de Lolita Bosch). Una película angustiante, muy bien defendida por sus actores (futuros nominados a los Gaudí) y con una endereza formal y estilística digna de elogio. Un film incómodo que muchos no verán precisamente por miedo, algo obvio cuando gente tan valiente como Cadena diseñan sus películas como pequeños pero potentes dardos envenenados con más preguntas que respuestas, con más intuiciones que certezas y con una personalidad y sensibilidad tan personal como coherente dentro de ciertas corrientes del último cine social (algunas muy cercanas, por no decir vecinas, como la también catalana La mosquitera). De esas películas que hay que reivindicar antes de que su paso por salas termine en anécdota: vayan a verla y estremézcanse.
Para ver y sentir el miedo en primera persona.
Lo mejor: La potencia de sus primeros y últimos diez minutos: la presencia del padre aporta al film una estructura circular y a la vez en orden cronológica francamente interesante.
Lo peor: Que en lugar de abrir debate provoque pequeñas risas de autodefensa, algo que pudimos comprobar en nuestra sesión durante el metraje y al terminar la película.
Nota: 7
1 comentario:
Me encanta el nuevo cine español, alejado de tópicos, de guerras, de lo mismo de siempre.
Por suerte, esto está cambiando, lo tenem en producciones pequeñas como esta o "Encontrados en NYC" -> http://hemosvisto.blogspot.com/2013/11/encontrados-en-nyc.html
Hemos Visto
http://hemosvisto.blogspot.com
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