jueves, 20 de junio de 2013

Crítica de SOMOS GENTE HONRADA, de Alejandro Marzoa

Con Somos gente honrada el espectador puede cometer distintos errores. En primer lugar, pensar que está ante una comedia, una expectativa lícita teniendo en cuenta que Jose Corbacho y El Terrat están detrás de la propuesta. En segundo lugar, creer que el título encierra cierta sorna o crítica a la España del paro: el film es bastante blanco y no incide, aunque podría y debería hacerlo, en el contexto social en el que se incluye. Y en último lugar, esperar un producto televisivo del tono y el ritmo de Con el culo al aire o Los hombres de Paco, y más teniendo en cuenta que la presencia en el cartel del actor Paco Tous subirá la venta de entradas entre un público veraniego que va a las salas en busca de mera evasión. Somos gente honrada no responde a ninguno de esos perfiles, aunque lo más correcto sería decir que juguetea con las tres posibilidades sin casarse con ninguna opción. Alejandro Marzoa titubea, tal vez porque se encariña demasiado con sus personajes y porque a mitad de metraje se entrecruzan dos factores: la imposibilidad de alargar más la premisa argumental inicial y la dificultad de encontrar un final que sea justo, feliz y original. Somos gente honrada no pasa de ser una buena idea resuelta con irregular pericia: algunas de sus propuestas convencen, pero otras líneas argumentales están mal perfiladas, bien porque no aportan nada (el blog de cocina de la mujer), bien porque son harto previsibles (la escena del hijo en la discoteca) o bien porque no casan con el tono de comedia comedida entre camaradas (la visita al narcotraficante o el fragmento final presidido por el antipático personaje que interpreta Unax Ugalde). Una película, en definitiva, que poco puede aportar al panorama cinematográfico español: ya existe un thriller gallego más que digno (Agallas), y la mejor película sobre la crisis se hizo mucho antes de la catástrofe (Los lunes al sol). El cuento de dos amigos sin trabajo que encuentran por casualidad diez kilos de cocaína daba para mucho y el resultado final ni es disparatado ni aprovecha la encrucijada moral de base. Film honrado, sin duda, pero prescindible.


Para saber cómo están (de mal) las cosas.
Lo mejor: Miguel de Lira está de Goya.
Lo peor: Su falta de definición.

Nota: 5'5

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