Fill de Caín presenta una interesante reflexión sobre los orígenes del mal y los designios de la genialidad. No hay respuestas a la pregunta de si el mal es o no innato, tampoco a la cuestión de si el genio nace o se hace. Por todo ello, tiene su lógica que casi todas las películas con niños diabólicos o ligeramente amenazantes de por medio dejen a propósito la puerta abierta del misterio: al fin y al cabo, la duda es muchísimo más aterradora, y a la postre cinematográfica, que la certeza. Fill de Caín es consciente de ello y lleva su hondo discurso a un plano más terrenal: el cine de suspense con sabor bilingüe y mediterráneo, bien ejecutado y con un notorio crescendo dramático que deja al espectador totalmente desasosegado. Fill de Caín tiene un adolescente suspicaz como protagonista y su arquitectura narrativa es tan juguetona como los monstruos cotidianos que retrata. Por todo ello, el film puede crear expectativas demasiado altas que su resolución no cumple, pero los que entiendan el film de Monllaó Plana como un ejercicio encaminado al entretenimiento con enjundia saldrán más que satisfechos. Por el camino, hay un par de giros más o menos inesperados pero casi siempre eficaces, algunos movimientos de fichas para despistar y un jaque mate al rey espectacular: la atmósfera, el silencio, la oscuridad y el horror que destila el plano final, sobrio a nivel formal pero cargado de significado, es de una redondez poco frecuente en nuestro cine español. Fill de Caín, en definitiva, tiene la entidad de juego perverso que recuerda ligeramente a películas con capacidad comercial y vocación internacional como Los crímenes de Oxford o La caja Kovak. Ojalá Monllaó Plana tenga la suerte de Monzón y De la Iglesia: ha realizado una ópera prima más que destacable.
Para estrategas e interesados en la psique humana.
Lo mejor: Logra mucho con pocos elementos en juego.
Lo peor: Tal vez decae ligeramente a mitad de metraje.
Nota: 6'5
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