La cocina y el cine siempre se han llevado bastante bien. Nos gusta cocinar y ver cocinar, algo que demuestran los clásicos programas televisivos de recetas o formatos modernos como Masterchef. En la gran pantalla la comida ha dotado de personalidad a infinidad de títulos, pero ahora el interés de los espectadores, seguramente por la proliferación de escuelas de cocina, nombres con estrellas michelín y un mayor interés por la cultura gastronómica, está en mostrar los vericuetos de la llamada nueva cocina, cocina de diseño o platos de alta gama. Últimamente, desde Bon Appetit hasta El chef: la receta de la felicidad, por citar títulos recientes, la unión entre el arte cinematográfico y el culinario ha dado lugar a piezas más bien azucaradas diseñadas para un público femenino y urbano que solo busca pasar un rato agradable. Menú degustación, por la probada capacidad de su director para armar buenas historias corales y por la contrastada calidad de sus actores, parecía marcar la excepción. Desgraciadamente, tal y como indica el título, la cocina se reduce a un corto refrigerio, apenas unos canapés y mucho amor entre fogones. Aunque el cine catalán está haciendo todo lo posible por ampliar sus horizontes y asentarse como un sello propio a la par que heterogéneo (al fin y al cabo estamos hablando de la primera producción de la danesa Zentropa entre nosotros), Menú degustación dista de ser una buena comedia romántica. La cocina es casi una excusa, un marco, un pretexto: todo lo demás son historias poco o nada interesantes que se unen y desunen con desigual fortuna. La película tiene la posibilidad de acabar el convite con cierta dignidad, pero el postre lo estropea todo: innecesariamente, el film se inventa una excusa argumental para alargar el metraje, ya de por sí corto, llevando su historia al terreno de la inverosimilitud más absoluta (la aparición de las Nancys Rubias y Santi Millán deja claro que Menú degustación es una película hecha por y para los amigos). Por el camino hay cierta ridiculización de la clase media-alta pija barcelonesa, algún chiste sobre el mundo de los restaurantes de primerísima categoría y ligeros enredos amorosos. Están los ingredientes, pero falla la cocción, la preparación y la presentación del plato. Una fiesta llena de despropósitos, desde la canción de Raphael que suena en la escena de la playa hasta la surrealista realidad idiomática del film.
Para comensales que no buscan saciarse.
Lo mejor: Fionulla Flanagan, lo mejor del reparto.
Lo peor: Que el conjunto resulte tan poco interesante.
Nota: 5
Lo mejor: Fionulla Flanagan, lo mejor del reparto.
Lo peor: Que el conjunto resulte tan poco interesante.
Nota: 5
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