lunes, 5 de diciembre de 2011

La belleza del gesto: Crítica de PINA, de Win Wenders

Almodóvar hizo su particular homenaje a la bailarina alemana Pina Bausch en la primera escena de Hable con ella. La actuación de la artista emocionaba a los protagonistas masculinos de la cinta. En la ficción de Almodóvar, la anecdótica cita a Pina tenía todo el sentido del mundo porque los personajes almodovarianos se construyen sobre dos dicotomías, las mismas que describen a la verdadera Pina: son capaces de crear arte y también son capaces de emocionarse ante una manifestación artística. El cine de Almodóvar se nutre de directores de cine, bailarinas, cantantes, actrices o escritores, gente que crea arte y que a su manera tienen vidas de película. La trayectoria de Pina también fue espectacular, y merecía un film. Ya conocíamos las estrechas relaciones entre la música y los films de Almodóvar, pero nunca habríamos pensado que un director como Win Wenders fuese capaz de transmitir la complejidad de la danza al son de todo tipo de melodías.  Lo ha logrado. Y nos ha regalado una película exquisita.


Pina es un homenaje a Pina Bausch, pero al final eso es lo que menos interesa (Almodóvar ya le rindió especial tributo en su oscarizada película). La cinta de Wenders habla de la belleza del gesto, construye una oda al cuerpo en sintonía con su naturaleza y en constante contorsión, demuestra las posibilidades de la danza para arrancar cualquier tipo de sentimiento; cambia de escenarios y bailarines creando una atmósfera sinestésica, y al final su punto de partida experimental acaba siendo la estrategia perfecta para crear capas, dibujar siluetas, construir imágenes, perfilar coreografías, confirmar colores que embriagan hasta el espectador menos experto en la materia. Pina es un viaje a un estado de ánimo. Antes que una defensa de la danza, es un alegato a favor del arte construido a partir  del amor que el cineasta siente por Pina Bausch, o lo que es lo mismo, por amor al arte. Un film que hay que sentir, no ver. Disfrutarlo de la forma más primitiva. Dejándose llevar. Sin buscarle sentido a las imágenes. Y de esa conjunción de bellos movimientos ambientados en espacios inconcretos y lugares prosaicos nace la magia. Es una rareza, no tanto por llevar la técnica del 3D al terreno del documental musical, tampoco por situarse en ese subgénero interdisciplinar que últimamente sólo frecuenta Carlos Saura, sino porque en pleno siglo XXI Pina propone el arte como objetivo y como resultado, como mecanismo y como fin, como motivación de vida y como vida en sí misma. Sus formas son digitales, pero su alma es eterna, analógica. Una delicia.


Nota: 8

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1 comentario:

Giancarlo Verástegui dijo...

Totalmente de acuerdo con lo que escribes, "Pina" es una auténtica maravilla!.

Un abbraccio e tanti saluti Xavier!!!