Six Feet Under acabó hace cinco años y su huella sigue igual de imborrable. En 2004 se estrenaron Mujeres Desesperadas, Weeds y Perdidos entre otras para encadenar el período de oro de la televisión norteamericana. Six Feet Under, por pura cuestión de fechas, es la serie que marca el cambio, la última ficción de una primera era de las series yankis que abarca nombres míticos como Sexo en Nueva York, Friends o Los Soprano. Por ello, no sé si hablando de la serie reivindico algo presente o pasado, pero sí inmortal. Gracias a esa excelente edición en dvd en forma de tumba (bueno, para algunos funciona a modo de totem), la serie consigue echar raíces y aguantar el paso de ese tiempo que tan bien trató durante 63 capítulos y 5 temporadas. Nunca pasará de moda una serie que, recordemos, emitió poco y mal (como es habitual) La 2 española, una de las primeras tramas episódicas en dar el salto al dvd, y la primera, más lírica y provocadora historia antes de que llegaran los vampiros ninfómanos de True Blood (también, cómo no, del excelente Alan Ball).
En Six Feet Under no noto la mano de un montaje: veo el libre discurrir de la vida, el inexorable paso del tiempo y la representación de las taras y los complejos de todo ser humano. Por primera vez una serie se permitió el lujo de tener una estética cinematográfica, contando con un grupo de directores y técnicos que aportaron en todo momento su visión e ideas. No veo capítulos, sino temporadas, porque cada una de ellas representa una unidad, un estadio de aceptación y evolución en la vida de los personajes. Hay tramas criminales (la que concierne al personaje de Lili Taylor, cuyo final no podemos desvelar), pero me quedo con esa sensación de asistir en directo a la rutina de una familia disfuncional (al menos diferente, pero no tanto como cualquiera de nosotros). Y es la primera y última vez que he tenido la necesidad (al final el placer) de volver a escuchar alguno de sus diálogos, incluso he estado tentado de apuntar algunas expresiones para aplicarlas al día a día. Six Feet Under es más que una serie: es un haiku. Ver a Kathy Bates, Patricia Clarkson o Richard Jenkins aparecer y desaparecer entre nuestros David, Nate, Claire, Ruth, Brenda y compañía ha sido un placer. Es una serie con la que me quedo embobado, una historia tan tranquilizadora como una sesión de yoga, tan enriquecedora como cualquier clase de filosofía. Encadeno capítulo tras capítulo porque sus responsables supieron dar al conjunto una estructura circular. Ninguna serie reserva lo mejor para su última temporada, y más cuando la tendencia televisiva es ir repitiendo o empeorando lo visto en primeras entregas (su finale season tiene una puntuación de 9'8 sobre 10 en su ficha de IMBD). Será un gustazo volver a ver Six Feet Under en otro momento. Se puede decir más alto pero no más claro: estamos ante la serie de la década. Y como tal, merece un homenaje especial.
Con la muerte de Nathaniel Fisher Senior empezó el curso de otras tantas muertes. Todas ellas acababan en manos de los Fisher, una familia dedicada en cuerpo y alma a la funeraria, su negocio, razón de ser y motor, valga la ironía, de vida. Pero tras la muerte del patriarca, la relación de los Fisher con la muerte, incluso entre ellos mismos, cambió: ellos, aletargados, insatisfechos, nunca se dieron la oportunidad de ser felices y la pérdida del mayor (el que, por tradición, impone las normas) se traduce en un viaje individual (porque cada uno debe recorrer su camino) y colectivo (porque la unidad familiar debe reforzarse con estas nuevas experiencias) en busca de la individualidad, de la libertad. Lo que sigue son unos personajes que dan tumbos porque la vida nunca será un camino recto y porque siempre tropezamos varias veces con la misma piedra.
HOMENAJE A DAVID (Michael C. Hall)
David acepta y confiesa su homosexualidad, y sólo a partir de aquí podrá diseñar esa familia que tanto anhela, una salida del armario muy importante porque invita como ninguna a la comprensión y a la tolerancia hacia una tendencia sexual que desgraciadamente aún tiene que luchar por la plena aceptación. El destino de David es luchar continuamente, pero el final de la serie le brinda los frutos de tanta batalla. El capítulo 11 de la primera temporada es un prodigio, también el capítulo 5 de la tercera, ese momento tan traumático en el que David es atacado, secuestrado y maltratado por un indeseable. David es la madre (por su instinto protector, por su tendencia a la planificación), una apariencia fría en un interior sensible, a flor de piel. Es, sin duda, mi personaje favorito. Un modelo de cómo debe tratarse lo 'gay' de forma pedagógica y veraz en televisión. Y también un modelo de persona: alguien que no es esperpéntico, alguien serio, un 'alguien' que podría ser otras tantas caras anónimas de una Norteamericana tan mojigata y represora.
HOMENAJE A CLAIRE (Lauren Ambrose)
Por edad, Claire es la que más tiene que compartir con esa generación de jóvenes seriéfilos que tanto la adora. Su trayectoria a lo largo de la serie se basa en encontrar una identidad: saber quién es y, con eso, saber finalmente quién quiere ser. Claire es la adolescente que ha oido hablar de la Guerra de Vietnam y que ha crecido con la imagen del derrumbe de las Torres Gemelas. Es reivindicativa, deslenguada, rebelde, inconformista. Basa su día a día entendiendo que 'todo es una mierda' y que 'todo puede ir peor'. Ella representa el adolescente de clase media que no encuentra su lugar. Tanto negativismo sabrá canalizarlo en sus fotografías, pero ponto averiguará que el mundo del arte está lleno de arribistas (ella le robará la idea del 'collage' a su mejor amigo), reprimidos y locos. Claire titubeará con las drogas: si asistió al funeral de su padre 'colocada', ella será la única que verá con lucidez ese camino hacia Nueva York.
HOMENAJE A NATE (Peter Krause)
Nate huyó del núcleo familiar y pasó de ser el primogénito al bastardo. Aunque Nate vuelva, su actitud siempre es esquiva, huidiza. Demasiado soñador, no acepta que él es un Fisher. Nate es ese adolescente que un día se despertó con una casa, una mujer y una hija que nunca lo llenaron. El camino de Nate es el que contiene más curvas y, por eso, es el que tendrá el final más trágico. Nate viaja de un extremo a otro: conocerá la tristeza más absoluta al poder sentir en primera persona la sombra de la muerte, también es el personaje que más feliz ha sido en algunos momentos de sus relaciones con Brenda y Lisa (y sus titubeos con Maggie, pieza clave de la última temporada). Personaje que amamos y odiamos en cuestión de escenas. Krause sabe imprimir a su Nate un atractivo especial. Nate es contradicción... como la vida misma, vaya.
HOMENAJE A BRENDA (Rachel Griffiths)
Griffiths es un prodigio. Se merece todos los Globos de oro del mundo. La pieza angular de la serie no es una Fisher, pero sí es alguien que por su infancia puede entender a la perfección el esquema de esa familia. Brenda quiere estabilidad, y está claro que al lado de alguien como Nate nunca la conseguirá. Bellísima en los últimos episodios como embarazada, el personaje con más energía y chispa. Su personaje perdió importancia en la tercera y la cuarta temporada, algo que explica por qué esas son las peores temporadas de la serie (ojo, lo peor de lo mejor). Este blog está enamorado de la actriz y del personaje. Poco más a añadir.
HOMENAJE A RUTH (Frances Conroy)
Ruth es una mujer desesperada en busca del jardinero musculado. Con George volverá a conocer el verdadero amor. Ruth ha sido demasiado recatada en el pasado porque nunca se permitió una respuesta negativa, una excentricidad, una estridencia. Ruth es la secundaria que, ante la ausencia del rol masculino, no sabe cómo encarar su estrenado protagonismo. Son excelentes los momentos en los que explota en una sesión de terapia, los minutos en los que rompe algún jarrón, las escenas en las que se sonrosa, sus escarceos con el florista ruso o sus excursiones con Bettina (sobre todo, el momento en que roba un pintalabios aprovechándose de que, 'a cierta edad, las mujeres como nosotras nos volvemos invisibles'). Ruth no ha conocido el feminismo de Brenda ni los avances tecnológicos de Claire: ella representa el despertar vital, social y sexual de la mujer como alguien autónomo, madre y finalmente abuela. Y Frances Conroy, un prodigio.
Podríamos seguir homenajeando a Keath, a Billy, a Federico, a Vanessa, a Margaret o a Olivier. También podríamos alabar la excelente selección musical de la serie. Tampoco deberíamos olvidar esa cortinilla inicial, la mejor en mucho tiempo. Podríamos repasar las muertes más curiosas, divertidas, trágicas o singulares vistas en la pequeña pantalla (las más geniales: una mujer que muere por el impacto de una maceta, una chica que empotra su cara en un semáforo... y, como ganadora absoluta, la mujer que muere arrollada por un coche al confundir unas muñecas hinchables con la aparición de unos ángeles). Ya nunca veremos la muerte de la misma manera (servidor tiene una funeraria al lado de casa). Es un milagro que exista una serie como ésta. Al terminar el año hablaremos de las mejores películas de la década. Pues bien: Six Feet Under está entre lo mejor (algunos minutos valen más que horas de ficción cinematográfica). Los que ya la han visto lo saben. Y los que no, deben hacerlo lo más pronto posible.