
Cuesta pensar que
Good fuera en su día una de las favoritas para los pasados Oscar. Tras revisarla, no hay duda que su ninguneo, tanto público como crítico, está totalmente justificado. Meses después de los relatos vacuos y superficiales de
El niño con el pijama de rayas o
Valkiria,
Good vuelve a poner la mirada sobre la 2ª Guerra Mundial, escenario harto conocido. La película no aporta demasiado aunque se esmere en retratar la contienda desde la propia Alemania y en analizar la vida de un nazi altruista que acepta la cruz gamada más por imposición que por convicción. Tal es el desinterés del conjunto que la película empieza con una elipsis para luego terminar con una narración en orden cronológico, sin demasiados sobresaltos.
El espectador, por mucho que se esfuerce, no sabrá en qué año está, por qué ocurre lo que ocurre o por qué los personajes, carentes de psicología, desconocidos sin entusiasmo, actúan como actúan.
Good es una
película fría y distante, carente de conflicto y de estética de telefilm. Incluso Mortensen, con un peinado de risa y unos ademanes forzados, naufraga en esta marea de buenas intenciones y nada que contar. No basta con ser bueno...
Good quiere narrar la historia de dos amigos separados por el régimen nazi. Mortensen, padre, marido e hijo sufridor, es una profesor altruista incapaz de decir que no a nada (incluso a su alumna más deslenguada). El amigo, judío en eterno peligro, cuenta los días que le quedan para salir del país o, en el peor de los casos, ser arrestado por las fuerzas policiales. El thriller solo se intuye al final del relato, y es en este último tramo cuando Good encuentra sus mejores momentos. De hecho, la mejor escena del film es la que cierra el conjunto: un Mortensen perdido observando la rutina de un campo de exterminio y aceptando que lo que parecía una pesadilla ha pasado a ser una tétrica e imparable realidad. Pese a esto, la fuerza de su último tramo no compensa las torpezas y el desinterés que reina el devenir de un relato peripatético (el papel de la amante es soez y forzado, el papel de la esposa ni siquiera se nos deja intuir) y un no menos interesante protagonista (de aplicarse la interpretación de Mortensen en la vida real, la policía nazi no tardaría en atraparlo). Más de lo mismo, y no precisamente mejor.
