sábado, 12 de octubre de 2019

FESTIVAL DE SITGES 2019 (VII) | FANTÁSTICO EUROPEO: DOGS DON'T WEAR PANTS, ADORATION, SUICIDE TOURIST, THE ANTENNA y PELICAN BLOOD


DOGS DON'T WEAR PANTS
Finlandia, 2019. Dirección: J-P Valkeapää
Sección: Noves Visions (ganadora mejor película)

A excepción de las películas de Aki Kaurismäki, en España tenemos muy pocas oportunidades para acercarnos a la cinematografía finlandesa. Con respecto al cine del director de Un hombre sin pasadoDogs Don't Wear Pants comparte muestrario de personajes traumados, diálogos lacónicos, relaciones paternofiliales viciadas y un sentido de humor extravagante. Parece poco, pero es mucho. A ese compendio, J-P Valkeapää suma una historia de sadomasoquismo con escenas muy explícitas. Juha, un cirujano viudo y padre de una adolescente, se encapricha de Mona, una dominatrix de armas tomar. El rol de ama y sumiso les ayuda a ambos a abrir su cerrajón emocional, aunque por el camino el espectador deba sufrir con la extracción de un diente sin anestesia, una uña arrancada, una espalda llena de cera ardiendo y otras lindeces. Delicatessen sitgense y plato de difícil digestión en cualquier otro contexto. Quedan, eso sí, las ganas por descubrir más cineastas y títulos venidos de Finlandia y confirmar hasta qué punto la sociedad de Helsinki y alrededores, tan modélica en determinados ámbitos, está o no, con perdón, como una regadera.



ADORATION
Bélgica, 2019. Dirección: Fabrice Du Welz
Sección: Oficial a concurso (premio especial del jurado, fotografía, mención a los actores, Mèlies d'Argent)

Fabrice Du Welz cuenta con una nutrida parroquia de seguidores en Sitges desde que presentara su ópera prima Calvario. Ninguna de sus películas, ni tan siquiera aquellas que ha rodado con presupuestos holgados y con vistas a llegar a todo tipo de audiencias, pueden considerarse convencionales. Existe un sello Du Welz, pero sus estrenos siempre terminan sorprendiéndonos. Ese estupor pudo palparse en el pase de Adoration, una cinta en la que el horror queda "en off". El director explica pocos detalles de sus personajes y trabaja la atmósfera a partir de la cámara en mano, la música ambiental y una extraordinaria dirección de intérpretes (Thomas Gioria y Fantine Harduin, descubiertos respectivamente en Custodia compartida y Happy End). La fuga de dos adolescentes da pie para cuestionarse el grado de salud mental de nuestra sociedad: los mayores se intuyen negligentes, mientras que el desconocimiento de los menores hace que sus acciones y comportamientos resulten extraños, incluso inquietantes. Quienes busquen un giro de trama, un subterfugio gore o cualquier alerta que invite a dar un brinco en la butaca, sin duda saldrán decepcionados. No es una película de entendimiento y digestión inmediata: deja huella, evoca temas y sensaciones, crece a medida que se recuerda. El debate post visionado más interesante de la edición. La "adoraremos", ya lejos del Auditori, en futuras revisiones.




SUICIDE TOURIST
Dinamarca, 2019. Dirección: Jonas Alexander Arnby
Sección: Oficial a concurso

Nikolaj Coster-Waldau ha sustituido el medievo de Juego de tronos por el mediterráneo de Sitges. Con varias semanas de antelación con respecto a su lanzamiento en Dinamarca, Suicide Tourist ha irrumpido en el certamen en calidad de contendiente de la sección oficial a concurso. El director de Cuando despierta la bestia firma la debacle existencial de un hombre que se traslada a un hotel en mitad de la nada para suicidarse. Tiene dudas, en su débil mente se unen las dudas del presente con los traumas del pasado... y por el camino descubrirá la trastienda de la institución que supuestamente debe asistirle hasta su último suspiro de vida. Empieza como un drama confuso, sigue como thriller apesadumbrado y acaba con estampas que, por sus colores y humores, recuerdan aunque sea vagamente al cine de Lanthimos. El resultado es una mezcolanda atractiva aunque deslavazada, otra historia más de depresión y fantasías mortíferas venidas de unos países nórdicos que, al menos en lo fílmico, son poco dados a la alegría. A Coster-Waldau, vaya, le vendrá de perlas darse un bañito en la playa de San Sebastián. Mientras, en la oscuridad de las salas de la ciudad, la película se ha recibido con más pena que gloria. Le auguramos un salto directo a plataformas.



THE ANTENNA (BINA)
Turquía, 2019. Dirección y guion: Orcun Behram
Sección: Oficial a concurso


El cine turco siempre "sale rana" en el Festival de Sitges. Pese a ser una cinematografía con larga tradición de producciones fantásticas, la gran mayoría nunca llegan a las salas de occidente o directamente son copias locales de títulos muy conocidos. The Antenna se presentó como ópera prima inspirada en Lynch y Cronenberg, también como una sofisticación de toda la tradición del terror de su país; consideraciones que, con la película visionada, se intuyen más que exageradas. Tras la instalación de una antena parabólica en un edificio, todo el bloque es atacado por una babosa espesa de color negro mientras el conserje se dedica a recorrer todas las estancias en un lánguido e insoportable tramo final. The Antenna, desvestida de artificios, aspira a ser una crítica a los medios de comunicación, a los regímenes totalitarios y al uso de la televisión como propaganda política. Un mensaje loable para una cinta que se sufre, en el peor de los sentidos. A título personal, una de las peores películas de la sección oficial, por mucho que aporte heterogeneidad y exotismo a un menú tan variado como el que ofrece Sitges año tras año. Hemos aprendido la lección: a partir de ahora nos abstendremos de cualquier filme turco en el certamen.



PELICAN BLOOD (PELIKANBLUT)
Alemania, 2019. Dirección y guion: Katrin Gebbe
Sección: Oficial a concurso


Nina Hoss presentó esta Pelican Blood en Venecia y ganó el premio a la mejor actriz en San Sebastián por La audición con muy pocos días de diferencia. A muchos todavía no les suena su nombre, pero su currículum habla por sí solo. Ella siempre es la promesa de una buena experiencia en la oscuridad de la sala. Y apelando a esa esperanza, uno empieza a ver Pelican Blood creyendo que a sus responsables les interesa el drama de una mujer que doma caballos y que, paradójicamente, es incapaz de controlar a su hija pequeña recién adoptada. Poco a poco, el filme va enseñando sus intenciones de género (hay un espectro en la casa, la niña presenta comportamientos muy extraños y extremos), y aún así el drama sigue imponiéndose. Pero llega la resolución final y la cineasta Katrin Gebbe se entrega definitivamente al cine de terror (spoiler: hay un exorcismo) de una forma muy gratuita. El resultado es una película un tanto tramposa, sobrada de metraje, en la que uno no sabe exactamente hasta qué punto tiene sentido, ya no su giro de tono, sino el hecho de que su protagonista, tan pragmática y paciente, decida creer que todos sus problemas se pueden resolver por ciencia casi infusa. Su directora lo cree. El público, difícilmente. Y nosotros seguimos dirimiendo si Pelican Blood es una tragedia valiente sobre el sacrificio y el adiestramiento o un circo de cuidado. Suerte que en pantalla aparece Nina Hoss, aunque esta vez sus tablas puede que no sean suficientes para salvar el desastre. En el cine, como en la vida, a veces las dudas son más poderosas que la realidad.


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