Antes de que la crisis económica y las nefastas políticas del PP nos separen, para comprobar la variedad y la salud (siempre tocada, pero con la fuerza del enfermo terminal que no quiere morirse) de nuestro cine solo hay que pasearse por cualquier multicines de España. Dictado apuesta por el thriller psicológico en un intento por avanzar un paso más en esa apuesta de género que nuestro cine viene haciendo desde los 90. Es casi lógico que el terror puro y duro de Balagueró diese hace poco un experimento más cercano a la ciencia ficción como Eva de Kike Maíllo y que ahora Dictado, influida por los films que hace doce años salieron a la luz a raíz del éxito de El sexto sentido, retroceda pasos para ver qué quedó de ese cine de terror sin sangre y miedo más bien introvertido. Tampoco es casualidad que un autor como Antonio Chavarrías, definido por la temática social de sus anteriores Volverás y Las vidas de Celia, haya visto en el terror ligero la posibilidad de una nueva película. De alguna forma Dictado es totalmente coherente con los tiempos que corren y con el cine español que se produce ahora, y quizás eso la llevó a pisar el Festival de Berlín como candidata al Oso de oro. Pero al mismo tiempo lo que propone Dictado no dista demasiado del telefilm convencional, y adolece como muchas de nuestras películas de una buena idea de partida desarrollada sin demasiada fortuna. Será que estamos influidos por el lenguaje televisivo, pero como apuntaba el crítico Quim Casas en uno de sus escritos recientes da la sensación de que algunos títulos de la nueva hornada de cine local, donde figuraría Dictado y cabría incluir historias como Grupo 7, se moverían mejor dentro de los corsés de la miniserie televisiva que en el formato clásico de película de hora y media, básicamente porque el cine tiende a la elipsis y a la síntesis por una cuestión de tiempos y de formatos, y porque la pequeña pantalla abre posibilidades a tramas más dilatadas, más voluptuosas y mejor desarrollo de espacios y caracterización de personajes. Solo hay que remitirse al final de Dictado, no por esperado menos brusco, para darse cuenta que Chavarrías interrumpe el relato 'a la francesa', bien porque nunca le interesó la complejidad psicológica de sus personajes o porque el cine obliga a mostrar lo justo y necesario y acabar donde conceptualmente termina 'el conflicto' de la historia. Dictado habla del peso del pasado, de la culpabilidad, de las anécdotas y personas que inconscientemente pueden llegar a marcarnos de por vida, de lo difícil que es educar a un niño. Una temática que me recordó a la espléndida Caché (Escondido), aunque Dictado sea menos metafórica y apueste por el thriller tan fácil de seguir como a la postre de olvidar. Tanto Bárbara Lennie como Juan Diego Botto resultan creíbles en sus papeles de padres sufridores, la película no cae en las ñoñerías de 'film con niña malvada' y hay que reconocerle a Chavarrías cierta capacidad por lograr una atmósfera considerable, más envolvente que terrorífica. Y aún así, Dictado podría haber sido mucho más si el guión hubiese presentado más riesgo o algún giro de trama extra que acabase dando al film la entidad de entretenimiento endiablado que no tiene. Desgraciadamente salimos a la pizarra sabiendo la ortografía de las palabras y la sintaxis de las oraciones, y Dictado acaba por seguir los pasos básicos del manual que todo cinéfilo o fan más o menos curtido lleva interiorizado en su imaginario. Aún así, los pequeños destellos, desasosiegos y misterios de Dictado merecen cierta estima, como esa escena, quizás la mejor del film, en la que un hombre se suicida en la bañera mientras su hija resta quieta en el agua y el suelo del baño se va llenando de sangre. Si quieren descubrir el misterio solo hace falta que rescaten Dictado del olvido. Aunque les aviso: no tardarán en descifrar el resultado de la suma.
Nota: 6
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