viernes, 3 de agosto de 2012

Retiro en la India: Crítica de EL EXÓTICO HOTEL MARIGOLD, de John Madden

El exótico hotel Marigold es una de las pocas películas en apariencia pequeñas que ha conseguido ser un moderado éxito en nuestros cines en tiempos en que es muy difícil seguir en cartel y llenar salas por gracia del boca-oreja. Tras verla no hay duda que cuenta con los ingredientes suficientes para hacer las delicias de un público adulto (entiéndase anciano) y urbano (entiéndase femenino) que frente a tantos blockbusters para adolescentes con espinillas reivindica su espacio en la oferta cinematográfica actual. Porque de eso habla la película: de la búsqueda de 'una habitación propia', un espacio privado donde vivir la vejez con tranquilidad y con dignidad. Un tema muy recurrente si tenemos en cuenta que parte de las grandes víctimas de la crisis han sido aquellos adultos que tras toda una vida de trabajo han visto interrumpida su actividad laboral o recortada su jubilación. 'Aquí la vida no es un derecho sino un privilegio', dice uno de los protagonistas del film, y la confrontación entre Oriente y Occidente queda descrita desde el desencanto de la vieja Europa y la apasionante amalgama de colores, sabores y olores que ofrece el caos de ciudades como Bombay. Al fin y al cabo, no es arriesgado afirmar que el hasta ahora entendido 'primer mundo' acabará perdiendo el bienestar de sus ciudadanos y fuerza en la economía mundial en favor del recién despertado frente asiático. El exótico hotel Marigold no entra en consideraciones tan profundas, aunque ese es su contexto. Un grupo de británicos más cerca de los setenta que de los cincuenta viaja hasta la India para vivir sus últimos años en un hotel casi en ruinas. El retiro viene motivado por diferentes detonantes: la muerte del marido, insatisfacción laboral, una operación médica, problemas económicos o simplemente la soledad (de nuevo, los grandes males propios de una sociedad bienestante). Los líos y aventuras de los protagonistas atañen a una comedia ligeramente romántica ligeramente dramática que hará las delicias de los amantes de las películas sin grandes efectos ni altibajos pero con cierto encanto. El exótico hotel Marigold es pese a sus dos horas de metraje una película liviana que hace sentir bien a su audiencia, algo que entre tanta noticia negativa puede llegar a tener su mérito. El placer que pueda generar El exótico hotel Marigold, eso sí, viene determinado por un idealismo, surrealismo o maniqueísmo de base que debería enervar a los más exigentes. Porque aunque los ancianos puedan llegar a comportarse como niños en ningún caso son tontos. La película acaba siendo tan prototípica, previsible y ñoña como una guía turística. De hecho, el realizador John Madden (de 63 años), en cuya carrera no encontramos ninguna película mala y ninguna obra maestra, se comporta como un guiri que en su último trabajo parece evocar el punto y final soñado. Con todo, El exótico hotel Marigold no es tanto el retrato del ocaso vital como un guión bien orquestado para tonificar, clichés mediante, la falsa moral de cierto sector burgués. Al menos dentro de las subtramas del film hay una historia bastante tierna que da para una película independiente: el relato de un inglés a punto de morir que vuelve al lugar donde nació para reencontrarse con el primer hombre que amó (para estas cosas en España nos ahorramos el billete y recurrimos al espacio televisivo Hay una cosa que te quiero decir). El cine con propiedad siempre es un viaje de ida y no retorno. Pero los tiempos mandan y El exótico hotel Marigold reivindica el cine como oasis pasajero, paraíso efímero donde la sala oscura sea una excusa para recargar pilas y seguir con nuestros asuntos al finalizar la función. Altamente disfrutable solo, y subrayo el 'solo', si no le buscan los tres pies al gato.


Nota: 5'5