L'arbre es una película singular. La madre que interpreta Charlotte Gainsbourg pierde a su marido de forma inesperada, y a partir de aquí el luto da paso a la degradación de una casa, símbolo del padre fallecido, amenazada por el árbol que rodea la entrada de la propiedad. El árbol, además, será el refugio de la hija pequeña, llegando incluso a sentir y a poder hablar con su padre con sólo subirse a las recias ramas de la planta. L'arbre, con ese símbolo que esconde otros tantos, es una película de halo místico y de poética bizarra, un cuento que asombra más por todo lo que deja de contar que por lo que realmente vemos. Al lío monumental hay que sumarle una no definición del espacio donde transcurre la historia, una Australia agreste y solitaria, una tierra desnuda y unos cielos esplendorosos que llevan L'arbre al terreno del western familiar. Gainsbourg, cuya presencia poco a poco va encerrando un género cinematográfico por sí solo, defiende una historia de muerte y vida, raíces metafóricas y titubeos con la fantasía melancólica, sentimientos extremos y naturaleza salvaje. Aunque a veces la historia parece un jardín lleno de malas hierbas en el que uno no sabe distinguir qué le están transmitiendo al espectador. Pero esa falta de lógica, culminada en la excelente tormenta final, dan un toque mágico, casi bíblico, en todo caso cíclico, a L'arbre, una película que termina convertida en parábola del dolor y el largo proceso posterior de interiorización y cicatrización. Eso sin que el truco se intuya a los cinco minutos, sin que sus responsables busquen a propósito la rima del poema. No admite una explicación lógica ni un raciocinio cinematográfico: es una película introvertida y hay que reflexionarla, más bien sentirla, siendo conscientes del sentido oculto de sus fotogramas. Porque la película es como un pequeño brote que crece y crece hasta acabar convertida en la historia más peculiar del reciente cine francés (tan extravagante que ni está filmada en Fracia ni está rodada en francés).
Nota: 8'5
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La Segunda Guerra Mundial es el episodio histórico que más veces ha sido retratado en el cine. Ahí están dramas como La lista de Schindler o El pianista, dos ejemplos de cine bien escrito, bien ejecutado y muy bien interpretado. Levantar una película de las características de las obras citadas es muy difícil, y no solo porque precisan de un gran presupuesto. Títulos recientes como Los falsificadores, The Reader y esta La llave de Sarah, más que realizar un ejercicio de mímesis historiográfica, llevan sus historias al terreno del melodrama y la narración fragmentada. También hablan de esa guerra y sus campos de concentración desde una perspectiva actual, filmando las heridas que dejó el genocidio judío en la población civil. Un eco del horror, íntimo y desgarrador, que reverbera hasta la actualidad. En La llave de Sarah, la periodista que interpreta Scott Thomas descubre el caso de una niña judía cuyo rastro se pierde en el París de 1942 y que se relaciona con los episodios más oscuros de Francia como ejecutora y colaboradora de los ideales del Führer. La llave de Sarah simpatiza con sus dos protagonistas y lleva la trama a territorios del melodrama femenino, todo en un metraje muy estudiado que desvela las claves del relato poco a poco (intuímos que ello surge de un guión que sigue casi al pie de la letra la novela de De Rosnay). Al final no estalla, no tocará conciencias o corazones. Pero La llave de Sarah es un ejemplo de coproducción europea muy sólida. Algunos giros de trama chirrían, incluso pueden ponerse en duda algunas actitudes de sus personajes (se me ocurre, por ejemplo, la parte relacionada con el suegro de Scott Thomas). Al final no estamos demasiado lejos del folletín televisivo, aunque la película no esconde las trampas de, por ejemplo, El niño con el pijama de rayas. Enésimo caso de película interesante que hubiera podido atrapar a públicos de todo tipo en su fugaz paso por las salas españolas.
Nota: 6'5
2 comentarios:
Me apunto la del árbol, Guinsburg me gusta.
La llave de Sarah, si algún día la veo (no me llama mucho), sería por ver cómo de buena es la banda sonora de Max Richter, pero con el spotify cerquita, me da que no caerá.
Saludos, Xavier.
¿Y tú como viste la de El árbol mucho antes de que se estrenara por estos lares?
Me apetece por buena pero me da miedo que sea muy de sufrir o llorar, eso no me apetece nada en estos momentos.
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