martes, 17 de agosto de 2010

SEXO EN NUEVA YORK 2 4 / 10

Sexo en Nueva York 2 es una película difícil de defender incluso para el fan más acérrimo de la serie televisiva. La chispa del serial estaba en la conservación de cierta frivolidad mezclada con gotas de humor que a veces podía considerarse inteligente. Es incomprensible que las adaptaciones a la gran pantalla sobrepasen de largo las dos horas de metraje porque todo pierde ligereza, parte de su encanto. ¿Y qué es Carrie Bradshaw, ahora señora del icónico Mr. Big, con una joya sin brillo? Esta segunda parte tiene el carisma de un objeto de coleccionista o tótem para mitómanos porque siempre es agradable reencontrarse con nuestras neoyorkinas favoritas, más conservadoras de lo que parece; y aún así, la trama ni innova ni interesa, la nómina de chistes ha bajado de forma escandalosa y toda ansia por ser más 'guay', 'xupi', 'mega', 'chik', 'super', 'divina' o 'vintage' que su predecesora cae en saco roto. Poco podemos salvar de una secuela que sabe a prolongación de un negocio que debió echar el cierre hace tiempo: personalmente, ese paseo por el sojo o el enfado de Samantha enseñando una ristra de condones a la multitud puritana me parece lo suficiente hilarante para reconciliarme con una película que peca de una trascendencia que nunca debió buscar (y que, por la naturaleza frívola del show, nunca encontrará). Pero ello también demuestra la desfachatez del conjunto: llevar a las locas cuarentonas a Abu Dhabi e intentar hacer una minicrítica social a la cultura árabe (Carrie se horroriza al ver que una mujer no se quita el velo y el burka ni para comerse una patata frita) es un error de cálculo considerable (¡como si Samantha, Miranda y Charlotte fueron modelos a seguir!). Incluso en su reivindicación de Liza Minnelli, la película gana estrías y presume de cierto toque rancio. No hay dos sin tres, pero esto debería acabar aquí, en el final feliz que la serie coció a fuego lento durante seis magníficas temporadas y que materializó en un inolvidable viaje a París (¿recuerdan?). Eso si los creadores no quieren pasar de los Globos de oro y Emmys de antaño a los Razzies del futuro...


¿Dónde habíamos dejado a las ladys? Carrie lleva casada dos años con su galán, Miranda decide abandonar su bufete de abogados porque no se siente valorada, Charlotte encuentra consuelo en una niñera que cuida de sus dos retoños y Samantha sigue tan caliente, irreverente e imprevisible como el primer día. Tras unos contactos con un jeque árabe, una boda gay y la filmación de las enésimas tensiones de la pareja protagonista, la película se encamina peligrosa a un viaje por los Emiratos Árabes más que desigual. Hay que reconocer algo a favor de la franquicia: la película no quiere engatusar a los que nunca aplaudieron las peripecias de la serie y ofrece un discurso femenino y falsamente feminista que sin duda seguirá triunfando entre los fieles de Sexo en Nueva York. Una película al fin y al cabo sincera, característica no reñida con el ingenio. Para paladares poco exigentes que cultiven los refritos. Porque nuestra Sarah Jessi ya tiene arrugas...

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