miércoles, 14 de abril de 2010

YO, TAMBIÉN 7 / 10

Las alegrías del cine español del año pasado vinieron de las óperas primas, una tónica ya habitual que demuestra la salud y la variedad de nuestra cinematografía. Yo, también, desde cuyo título reivindica su espacio en este interesante mosaico de artistas y ficciones, ha contado además con el beneplácito de los premios: desde el Festival de San Sebastián hasta los Goya, por sintetizar la extraordinaria carrera de la película. No hay duda que estamos ante una cinta de tono amable, auténtico imán de jurados y votantes de distinto calado. Si a priori parece enmarcarse dentro de los esquemas del cine social, lugar común, campo de minas para nuevos cineastas españoles, Yo, también acaba contando una historia de amor atípica y utópica: la de una chica teñida e indomable (carente de afecto) y la de un treinteañero que, pese a su Síndrome de Down, se estrena en el mundo laboral tras largos años de estudios (carente de sexo). El libreto no apunta muy alto, pero los actores, con sus miradas, gestos y voces (en general: química), dan solidez y credibilidad a una cinta sobre discapacidades físicas y emocionales, atrofias que se ven y otras que se sufren en silencio, la soledad del que quiere y la difícil situación del que se sabe querido sin amar. Yo, también es poética, a ratos obvia y básica, siempre simpática y de admirable ternura. No es una película perfecta pero, si los personajes evitan ser normales, lo mismo ocurre con el conjunto: de ello dan fe una cámara frenética (retiene la rabia y la calma de la relación amorosa), una música joven (Milkyway siempre es un valor seguro) y una loable intención por mezclar lo comprometido con lo lúdico, siempre conectando con lo humano y universal. Buenas intenciones, óptimos resultados; sea como sea, un film exportable a otros países, valiente.


Yo, también logra que el espectador asuma como fácil retos que, a nivel técnico, son bastante complejos. Un rodaje a caballo entre Sevilla y Madrid es la excusa perfecta para narrar la vida de dos ciudades, dos idiosincracias que se mezclan en nuestra geografía (el ritmo andaluz, zalamero, simpático y cálido; la multitud de la capital, escaparate de colores en una típica Nochevieja en la Puerta del Sol). La contraposición de familias desestructuradas (la de ella) y familias fuertes, dominadas por una figura materna incansable (la de él). El mundo de pasillos, oficinas y fotocopias, la marcha nocturna de bares y cervezas, una refrescante escapada a la playa... Yo, también nos propone un viaje sensible hacia el alma humana en un espacio que muta. Tan niña es Lola Dueñas, herida por un secreto que no sabemos, como esa inocente pareja de Síndrome de Down que se escapa para disfrutar de su particular noche de bodas. Una película para gente viva, para los que tengan prejuicios (sin fundamento) hacia el cine patrio, para grandes y pequeños... para todos.