sábado, 20 de diciembre de 2008

SERIES 6: DEXTER


En sus discursos, Platón criticó el concepto de poesía y las ideas de mímesis y catarsis. El filósofo griego estaba a favor de la razón o logos y propugnaba la expulsión de todos los poetas de la polis. La catarsis, defendida y estudiada por Aristóteles, es para Platón un vehículo contra la verdad, contra lo moral. Y en parte tenía razón: la catarsis, la purificación de las pasiones negativas de los lectores/espectadores, el sufrimiento que deriva de un acto placentero puede llevarnos a sentir empatía por un asesino, alguien vil y despreciable. Sin duda, Platón se escandalizaría si viese Dexter, la serie más rentable y con mayor futuro de la cadena Showtime. Platón es a la filosofía lo que Dexter al crimen: un erudito formado, cabal y radical en sus discursos y acciones. Lo visceral se entremezcla con las vísceras de quienes deberían ser los buenos de la serie, el anticoncepto universal de orden y caos, ley y justicia. Dexter descompone y desconstuye todos estos conceptos dando la vuelta a la tortilla. Aquí no sufre un héroe divinizado e idealizado: la víctima y el verdugo es un ser enigmático que pasa totalmente desapercibido y cuyos méritos se relacionan con su actividad como analista de sangre (toda una ironía). Pero las coincidencias clásicas no terminan: Dexter es al igual que Edipo o Hamlet una persona que debe pagar por el lado oscuro de su estirpe, un pasado que relaciona a su madre biológica con un padre adoptivo un tanto sombrío, el creador de un código criminal teñido de rojo y negro. Si Dexter es víctima de su condición, si su mente no conoce otra norma que la del cuchillo y el silencio, los cadáveres que va alojando en el fondo del mar parecen tener justificación. Ninguna serie tuvo desde su argumento un poder filosófico y visual tan potente. La serie interesa porque es más que un producto de acción, un drama al uso o una trama policial que empieza y termina a cada capítulo. Y todo ello sin las alambicadas palabras de los filósofos de antaño.

Dexter nos regala en sus dos primeras temporadas (todo apunta a que tendremos cinco entregas de doce capítulos) un tour de force frenético: Dexter empieza como una trama detectivesca y acaba siendo una auténtica hipérbole sobre la falsedad, las dobles identidades, la herencia genética de un desgraciado con gracia. Dexter tiene dos de los mejores finales de la modernidad: el descubrimiento de la identidad del asesino del hielo y la salvación de Dexter tras eliminar todas las pistas de sus fechorías. La serie ha seguido durante sus primeros veinticuatro capítulos un camino ascendente. Además, la idea tiene tantos personajes y posibilidades por explotar que nadie puede dudar que lo que vendrá será igual de impactante. Michael C. Hall, gran actor, ha tenido la suerte y atino de interpretar uno de los personajes más carismáticos del siglo XXI, seguido muy de cerca por House. Hall aprovecha su extraño atractivo para perpetuarse en la televisión americana, un medio que conoce muy bién tras A dos metros bajo tierra y su memorable David Fisher. Hall es versátil, su cara, ángel y demonio al mismo tiempo, demuestra que lo increible, lo inaudito, está en la rutina del vecino, de la persona más insignificable e impensable. Dexter es lo más parecido a un superhéroe en una época de corrupción y crisis. Dexter es Batman ante sus allegados y el Joker ante sus víctimas. La bella y la bestia acaban siendo la misma persona, las partes de un mismo todo. Y eso asusta...

El pasado de Dexter es, con el permiso de los cambios temporales de Perdidos, el gran spoiler que continua sin resolverse. Un guión de hierro es el pilar donde descansa uno de los futuros clásicos de la televisión, un libreto que toca la cienca ficción, la comedia negra, el terror y el drama sin descarrilar. Dexter es el cambio que necesitaba un género automatizado en exceso con CSI y Sin rastro. Los académicos han valorado la serie con dos merecidísimas nominaciones a los Globos de Oro, algo inaudito teniendo en cuenta que la primera temporada no estuvo entre los títulos seleccionados. Este hecho, además de la creciente audiencia, hace de Dexter una pieza importante dentro de la televisión contemporánea. Es curioso, pero, los discretos índices de audiencia que la serie tiene en España, quizás porque Cuatro no ha sabido promocionarla ni programarla a la hora más adecuada (once de la noche). Pero no son pocos los fans de este castigador que juega a ser policía y carnicero. Platón puede decir lo que quiera: los fans son cuantiosos. La polis griega poco o nada se asemeja al mundo actual. La maldad del ser humano, pero, sigue intacta.



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2 comentarios:

Marchelo dijo...

Hace tiempo que la quiero ver,tiene muy buenas criticas!molt bon comentari,

Ens llegim!

{ D a n i } dijo...

ES TREMENDA ESTA SERIE... TOTALMENTE ADICTIVA. Estoy LOCA porque empiece la próxima temporada =B