
Nadie duda que Ed Harris se conrea poco y que elije al detalle cada uno de sus proyectos. La emoción, pero, de interpretar, escribir el guión y dirigir este pseudowestern llamado
Appaloosa (título anticomercial donde los haya)ha jugado una mala pasada al que es uno de los mejores actores de su generación. Harris, dedicado en cuerpo y alma en sacar adelante su película, se ha olvidado de realizar una buena película, algo que precisaba un género olvidado y no demasiado vistoso en cintas recientes (e insuficientes) como
Open Range o
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford.
Appaloosa tiene grandes problemas de guión: ni nos creemos a los personajes (nunca Mortensen estuvo tan impostado), ni nos emociona la trama (Harris confunde academicismo con calidad) ni nos interesan los conflictos que desfilan por una Appaloosa sosa y soñolienta. Algunos achacan las lacras del film a la interpretación de Zellweger, algo que no comparto porque la película presenta un sinfín de baches que afectan a todos los niveles de la narración. Memorable y lamentable es la intención del film por hacernos reir, algo totalmente incongruente teniendo en cuenta la naturaleza del género que aquí se intenta seguir y homenajear. Sus posibilidades de oscar son mínimas, por no decir imposibles.
Appaloosa puede resultar un film simpático y tendrá cierto éxito entre el público de cuarenta-sesenta años, el mismo que creció y envejecerá visionando y revisando sin parar a John Ford y coetáneos. Pero la nostalgia no es suficiente:
Appaloosa no aporta nada nuevo y el fan, envenenado por una peligrosa y anacrónica cinefília, debe aceptarlo. Otra vez será.