Por fin una película española se anima a volver a una figura tan nuestra como la del pícaro. Un pícaro que sigue sobreviviendo, ahora con más dificultades si cabe por culpa de la crisis. Sus armas, eso sí, son las mismas de siempre: engaños, engatusamientos, manipulaciones e invenciones varias para conseguir lo inalcanzable. Nacho, el miserable con labia de Todas las mujeres, gasta sus últimos cartuchos, todos ellos en forma de mujer (las pocas que están dispuestas a acompañarlo en su particular naufragio), para maquillar el plan que había hurdido en secreto y que ahora está obligado a confesar, todo producto de la inoperancia clásica del ignorante que quiere vivir del cuento y no puede. Eduard Fernández es el encargado de defender un pobre diablo que pasa de la euforia al fondo del pozo en apenas diez minutos, y que posteriormente vaga errante por la película, su película, a modo de castigo y de evidencia palmaria de sus pecados. La estructura del film (el personaje se enfrenta a seis encuentros o duelos con una némesis femenina) dota a la película de un aire teatral y minimalista: el guion y los actores que recitan cada frase del libreto sustentan toda la propuesta, algo que los Goya supieron valorar y que han premiado con un cabezón al mejor guion adaptado. Con todo, la génesis del proyecto no es cinematográfica, ya que Todas las mujeres es en realidad una serie de seis episodios para el canal TNT que han sido adaptados y recortados para su puesta de largo en la gran pantalla. Ni la picardía del mejor montador y guionista pueden disimular que Todas las mujeres (la película) tiene profundos desajustes narrativos, aunque las frases resulten ingeniosas y aunque todos los actores estén estupendos. Sin haber visto la serie, es evidente que en los 80 minutos de metraje para el cine unos capítulos funcionan mejor que otros y que algunos personajes, por cómicos, resultan del todo difíciles de creer (ahí está la madre que da vida Petra Martínez). La picardía de la crítica ha coronado Todas las mujeres como una de las mejores cintas españolas del 2013, pero en lo personal no puedo evitar sentirme una víctima más, en este caso no femenina, de Nacho y sus malas artes: la película, aunque original, carece de autenticidad, sufre de cierto encorsetamiento, no resulta dinámica y espontánea. Con todo, puede que estemos ante el mejor trabajo en mucho tiempo de Mariano Barroso. Aunque no es suficiente. Volvemos a la falsa promesa del pícaro: 'la próxima, será mejor'.
Para ver a Eduard Fernández otra vez en acción.
Lo mejor: El ingenio de algunos de sus pasajes.
Lo peor: Es más una yuxtaposición de historias que una unión, algo que resta brillo a las bondades del guion y de los actores.
Nota: 5'5
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