viernes, 5 de abril de 2013

Crítica de SI FUERA FÁCIL (THIS IS 40), de Judd Apatow



Si fuera fácil es una película muy acorde con los tiempos que corren. Es la evolución lógica de todas las películas familiares venidas de los Estados Unidos. En ella no cuesta rastrear las directrices del ahora: una clase media-alta con insatisfacciones y dudas, un dominio de la tecnología en las formas de consumo y comunicación, la cultura audiovisual y seriéfila de quienes han crecido con el renacer de la televisión estadounidense, los nuevos modelos de familia como base de una sociedad heterogénea y la encrucijada de la generación nacida en los 70, desconocedora de las grandes guerras, deudora de cierta revolución anterior y absolutamente acomodada en el capitalismo feroz. Las conexiones también atañen a lo formal: aunque su duración, más larga de lo que es habitual en esta era de lo inmediato, promete una tragicomedia de corte clásico, en verdad estamos ante una sucesión de sketches encadenados con más o menos eficacia y gracia que van de lo insustancial a la parodia pasando por cierto amago de crítica social y adoptando algunas tónicas propias de la televisión -en este sentido, podría decirse que el papel de Melissa McCarthy dentro de la función se asemeja más a la aportación de una guest star de sitcom de la pequeña pantalla que a una verdadera intervención terciaria dentro de un material cinematográfico-. Por todo ello Si fuera fácil resulta tan moderna como 'modernilla': su análisis de lo que está de moda -o como se diría ahora de lo 'trendy'- no deja de ser bastante básico, como si la película fuese la puesta en imágenes de un monólogo del club de la comedia juvenil. Si fuera fácil tiene algo de prefabricado, de formulario, de Modern Family a lo grande, pero también es una película que respira vitalismo, en la que uno intuye a unos actores pasándoselo en grande mientras recitan sus frases y a un guionista tecleando en el 'word' de su ordenador pequeñas estampas cotidianas y experiencias de amigos, vecinos y conocidos. Es un film buenrollista, algo exagerado y con altibajos, y aún así altamente disfrutable: en la rendija del patrón 'familia pudiente unida a pesar de los pesares' se acaba colando la verdad de un cine que radiografía con cierta manga ancha y a veces sin ninguna sutileza lo que sucede 'aquí' y 'ahora'. Con el añadido de aportar alguna risotada espontánea a una platea que últimamente no ha tenido demasiadas alegrías dentro y fuera de la sala de cine. Lástima que en la vida real Si fuera fácil haría honor a su título y sería claramente la destrucción de una arcadia económica y vital: el final feliz sigue siendo terreno exclusivo de la ficción yanki.


 Para los que se ríen de sus propias manías y frikadas.
Lo mejor: Por fin el genial Paul Rudd tiene un papel a su altura.
Lo peor: Funciona mejor la comedia de la primera hora que el drama de la segunda parte.

Nota: 6'5

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