Thor Heyerdahl fue un biólogo noruego que a finales de los años 40 comandó la expedición Kon-Tiki, centrada en demostrar ante toda la comunidad científica que los indígenas suramericanos pudieron ser los primeros colonos de las islas de la Polinesia. Heyerdahl, acompañado de cinco hombres, vivió su particular aventura: pasó más de cien días en alta mar a merced de las corrientes, de los tiburones y de las inclemencias del clima subido en una embarcación hecha de troncos y materiales naturales, a imagen y semejanza de las balsas que construían 1.500 años atrás los primeros habitantes de la actual Perú. La hazaña de Heyerdahl tuvo una repercusión y un seguimiento mediático inaudito, tanto que a partir de las grabaciones tomadas por Heyerdahl se realizó un documental que fue galardonado en los Oscar de Hollywood el año 1951. También se abrió un museo en Oslo con los objetos que lograron salvarse de la larga travesía. Kon-Tiki, el film noruego que nos ocupa, es una recreación de ese momento y la descripción de un hombre que sin saber nadar y sin contar con el apoyo ni de sus camaradas de profesión ni de su familia logró hacer historia. Un episodio que demuestra que la realidad supera con creces la ficción. Y precisamente por eso era de esperar que el logro de Heyerdahl volviese a la gran pantalla ya no como documental sino como dramatización.
Kon-Tiki funciona por varios motivos. Supera el esquema del típico biopic, y no solo actualiza la proeza de Heyerdahl sino que permite al espectador vivir en primera persona la loca aventura del explorador nórdico. Por eso Kon-Tiki, tras una primera parte más anodina dedicada en contar la tenacidad de su personaje, nos zambulle en su segundo tramo en un cine de aventuras marinas y supervivencia muy recio, bien filmado y notablemente interpretado. Un film, en definitiva, impecable en todos sus apartados. Más que una película, es un viaje difícil de rechazar y de poner en duda. Tiene, eso sí, un empaque excesivamente hollywoodiense: al final la película, a la contra de lo que dan a entender los títulos de crédito, no se interesa tanto por los hombres que protagonizaron la aventura como en ofrecer un entretenimiento 'a la antigua' y de altos vuelos, una experiencia en 2D y con mucha técnica volviendo a la esencia de las mejores exploraciones. De ello da fe la culminación del viaje, que sella el tono triunfal y good feeling que recorre toda la película. Una propuesta de imposibles que devienen posibles: ese ha sido su secreto para estar en la carrera al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Una nueva oportunidad para que Heyerdahl haga historia. Una buena manera de demostrar que desde el patio de butacas podemos sentir la velocidad, la energía y la locura del mejor aventurero sin recurrir a efectos digitales vistosos. Kon-Tiki es un technicolor nórdico con el espíritu de las grandes empresas navieras y con el apoyo de unos avances tecnológicos utilizados con inteligencia. Cuando se estrene seguramente muchos dirán que es una americana vestida de seda, y aunque en parte eso es cierto hay que pensar que los yankis, con una premisa similar, nos hubiesen encasquetado un nuevo Piratas del Caribe o Avatar. De ahí que Kon-Tiki sea una película que sin ser perfecta resulta tremendamente simpática. Le auguramos muchísimo éxito en su paso por los cines.
Para los que tienen la maleta sin deshacer a la espera de un nuevo viaje
Lo mejor: Conserva la humanidad y la espectacularidad del gran cine de aventuras.
Lo peor: La primera hora de metraje resta empaque a la película.
Nota: 7
1 comentario:
Típica película de aventuras, la de 'Kon Tiki', de cruzar mares, sospechas y emociones, un Colón bis, contada de una manera cutre y súper vista. En resumen, historia buena de esas ya típicas pero nada más, un pobre bagaje para aparecer entre las candidatas al Oscar a la mejor película extranjera. Un saludo!!!
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