sábado, 19 de enero de 2013

OSCAR RANKING: A VUELTAS CON EL OSCAR A LA MEJOR PELÍCULA DE HABLA NO INGLESA

En relación a la historia de los Oscar en general y al estudio del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en concreto, una de las pocas fuentes que encontró este blog para redactar los artículos del Oscar Ranking remite a la siguiente afirmación del crítico Carlos Losilla: 'De alguna manera, la Academia ha estado siempre proyectando en el cine europeo aquellas audacias temáticas o lingüísticas que ella misma no se ha querido permitir en su país, con lo cual los Oscar a las películas de habla no inglesa serían algo así como su particular mundo platónico, un ideal deseado y nunca alcanzado'.

El Oscar a la mejor película de habla no inglesa no se concedió hasta el año 1956. Las primeras ganadoras recibieron un premio especial que en el 1953 no se concedió y que se repartió entre Japón (Kurosawa), Italia (De Sica, Fellini) y Francia (Cloche, Clément). Italia es el país con más premios aquí (13) y Francia ostenta mayor número de nominaciones (36).
Si tomamos esa afirmación de base para desgranar los entresijos de una de las categorías más comentadas de los Oscar sin duda toparemos con pruebas y afirmaciones que son acordes y que también se desmarcan de lo dicho por Losilla. El hecho más evidente y que defiende en mayor medida lo apuntado por el crítico es un dato histórico: la Academia empezó a entregar en 1947, 20 años después de los primeros Oscar, sus primeros reconocimientos, en un inicio en calidad de premios especiales, a películas no estadounidenses, y todo ello quedó reasignado en 1956 dentro de un apartado propio, el que conocemos y el que ha llegado hasta nuestros días con ese cartel de Best Foreign Language Film. El interés de Hollywood por el cine extranjero, por lo tanto, es bastante temprano, y ello podría explicarse por el que hecho de que incluso en Estados Unidos la conciencia de que el cine es un invento europeo ha pesado de forma decisiva. Por lo tanto, no sería exagerado todavía ahora apuntar que los académicos encargados de dirigir y votar en esta categoría (los más ancianos del AMPAS) buscan en el cine no estadounidense una especie de experiencia o de verdad a la que el cine norteamericano, por tener de base el concepto de 'industria del cine' y no simplemente el de 'cine', o bien no puede aspirar o bien no quiere hacerlo.

Ingmar Bergman ganó dos años consecutivos y se convirtió en el cineasta nórdico con más presencia en los Oscar. Z fue la primera película de un país africano ganadora del Oscar y una de las pocas en estar presente en mejor película, algo que solo han repetido a posteriori La vida es bella, Tigre y dragón y este año Amour.
Pese a esto, quien tenga conciencia del cine reciente más valioso, subjetividades y gustos aparte, no tardará en apuntar que esa concesión a lo no yanki dentro de unos premios que articulan la industria del cine (de nuevo) y no el cine norteamericano (de nuevo) son un reflejo poco o nada fidedigno de lo que año tras año merece la pena ver venga de Suramérica, Europa, Asia e incluso África. De hecho, no sería difícil adivinar una especie de patrón o esquema que se repite en casi todas las últimas veinticinco ganadoras y nominadas en esa terna. Los académicos, en definitiva, quieren ver cosas distintas pero a la hora de la verdad les gusta apostar sobre seguro: o sea, por melodramas en su mayoría agradables, con final parcialmente feliz, con ligero contexto histórico, casi siempre con una narrativa en orden cronológico (o largo flashback) y estructura cerrada, y con tendencia a mostrar la épica de unos personajes que protagonizan la trama y de cuyas acciones se extraen unos valores o moralinas, ya sean mujeres o niños, o lo que es lo mismo, tipos y prototipos poco habituales en el cine comercial estadounidense. Todo ello explica que historias marcadas por su tono de fábula con trasfondo histórico espinoso recibiesen el beneplácito de Hollywood en los 80 (Volver a empezar, La historia oficial, Pelle el conquistador, El festín de Babette, Cinema Paradiso) y 90 (Indochina, Belle epoque, Antonia, La vida es bella). Y todo ello está detrás de premiaciones injustas como las de En un lugar de ÁfricaTsotsi. También del éxito de vencedores recientes como La vida de los otros (por encima del riesgo artístico de El laberinto del fauno), Los falsificadores (en detrimento de films más singulares como Mongol), Despedidas (antítesis de las formas experimentales de La clase o Vals con Bahir), El secreto de sus ojos (superando la solidez de una obra maestra cruda y por tanto poco americana como La cinta blanca) y En un mundo mejor (considerada por encima de un retrato tan deprimente como estimulante como Biutiful). Y sin duda esta es la justificación de otras tantas nominadas recientes: Elling, El hijo de la novia, Tierra de ángeles, Los chicos del coro, Yesterday, Después de la boda, Agua y recientemente Monsieur Lazhar.

Buñuel representando a Francia y el Oscar de Garci inauguraron la presencia española en el premio. Los 70 también marcan el único Oscar de Truffaut y el último de Felini.
Ahora bien: ¿qué es y cómo es el cine 'agradable' que monopoliza el Oscar a la mejor cinta de habla no inglesa? Para ello podríamos citar el caso de la francesa Intocable: cinta de mensaje optimista, aparentemente duro (se tratan temas que una película estadounidense difícilmente encararía) y ligeramente fantástico (en el sentido de inverosímil, aunque nada tenga que ver con al ciencia ficción y aunque, como en el caso de la cinta francesa, esté basada en un caso real). Un cine, pues, complaciente, blanco, de fácil visionado pese a la incomodidad de algunas de sus premisas argumentales. Si este grupo de films es mejor o peor que otras tipologías de películas es un juicio que no haremos aquí, pero no puede olvidarse que ese cine 'a priori diferente' pero 'con gato encerrado' es sancionado con vehemencia en los circuitos europeos donde se intenta dar cabida a miradas mucho más incisivas, artísticas o personales: basta comprobar la lista de ganadores en Berlín, Cannes o Venecia para darse cuenta que el Oscar siempre o casi siempre ha discurrido en paralelo a las directrices y a los palmarés de los principales festivales de clase A. Al fin y al cabo no es que ese cine 'agradable' sea mejor o peor que sus hermanos sino que por sus características puede traducirse más fácilmente en éxitos de taquilla o centros de la atención de un público adulto que no siempre puede saciar su cinefilia con las propuestas adolescentes que dominan la oferta de los cines: eso explica el éxito de Intocable en Europa y en Norteamérica, y también ofrece un trazo preciso de ese Hollywood que valora ante todo y sobre todo la taquilla.

Sin los grandes clásicos del cine europeo, Tornatore, Wargnier, August y Trueba cogieron el relevo del cine europeo considerado en los Oscar. La argentina La historia oficial fue la primera cinta suramericana ganadora.
Y ya que hemos citado los festivales de influencia internacional vale la pena dedicarles unas líneas más. Tras revisar el palmarés de los diferentes certámenes cinematográficos 'clave' no hay duda que incluso entre la élite se producen ciertas modas: existen películas cuya fuerza es suficiente para potenciar toda una cinematografía (4 meses, 3 semanas, 2 días con respecto el boom del cine rumano), reivindicaciones que tuvieron su génesis en el nombre de autores muy concretos (por ejemplo, la influencia de Kiarostami a mitades de los 90 y la visibilización posterior de mucho cine iraní) o países más o menos cercanos más o menos exóticos cuya presencia en todo festival que se precie se ha convertido en trámite obligatorio (lo que sucede con el cine israelí). A todo ello hay que sumarle la eterna influencia del cine francés, de alguna manera siempre presente en todos los certámenes y defendido desde casa (el Festival de Cannes); y al rebufo de cierta francofilia tan europea como norteamericana (recordemos dónde nos lleva el invento de los Lumière), el cine canadiense, que no por casualidad ha sumado varios éxitos consecutivos en los últimos Oscar. Partiendo de esta base, teniendo claro que el cine italiano importante hace varias décadas sufre una crisis creativa y que el cine español tradicionalmente no ha accedido a los circuitos festivaleros (por desidia, por falta de confianza o por tendencia al conservadurismo y hermetismo que arrastramos desde tiempos de posguerra), la siguiente afirmación puede resultar tan provocativa como fundada si echamos mano de la lista de últimos nominados: los Oscar valoran a las cinematografías de moda, pero lo hacen sin tener en cuenta los iniciadores de esa moda. Si en un pasado Truffaut, Fellini, Kurosawa o Bergman representaban cuatro cinematografías ineludibles para el Oscar (citamos los autores no americanos más premiados y las primeras cinematografías en recibir el premio que nos ocupa), ahora la deuda de Hollywood con las tendencias europeas no es evidente pero sí soterrada. Bastaría recordar las numerosas nominaciones de Francia los últimos años y el no premio del fenómeno Amélie para defender esa idea. O citar las israelís nominadas Beaufort, Footnote y Ajami. Así como ciertas arbitrariedades: 4 meses, 3 semanas, 2 días no estuvo nominada, de hecho Rumanía nunca lo ha estado en los Oscar, pero sí ha habido concesiones para países tan cerrados y ricos como India (Lagaan), la influencia del cine asiático a principios de la década pasada (Tigre y dragón), el recuerdo para la cada día más infuyente obra latina (México suma varios éxitos aquí, y suma la peruana La teta asustada, el segundo premio argentino o la reciente nominación de la chilena No) o la mención de nuevas cinematografías que se convierten en 'tendencia' (Canino respecto el descubierto cine griego).

El dominio europeo se amplía (aparecen los países de los balcanes) y se rompe (Taiwán, Canadá y Suráfrica ganaron en este apartado) en los últimos años. Alemania y España fueron las grandes nominadas y premiadas de los 90-00.
Pero hay un detalle que no debe perderse de vista: ese Oscar se debate entre las películas que seleccionan sus países de origen, por lo que en ningún caso esas obras llegan a los académicos como partes de un contexto o moda. Si nos fijamos, Francia y España, pese a tener gobiernos de color político contrario los últimos años, han estado unidas por un cine de calado social: cuando el César lo ganaba La vida soñada de los ángeles o las obras de Abdel Kechiche el Goya se repartía entre títulos como El bola o Te doy mis ojos. Y curiosamente tanto nosotros como nuestros vecinos optamos por otras películas con vistas al Oscar, en nuestro caso con la excepción de Los lunes al sol. Hay, por lo tanto, modas, tendencias y estilos que siguen sin tener su reflejo en los Oscar, y eso no es tanto una excusa para invalidar el premio en sí sino una demostración de que seguimos creyendo en una 'tipología de Oscar' en lugar de enviar los mejores films del año (aquellos que aparecen en los premios nacionales). Durante mucho tiempo ese 'patrón de Oscar' para España lo representó Garci (y con resultados más que satisfactorios). Y con los nuevos tiempos ese molde se ha difuminado aunque sigue existiendo. Hay más ejemplos. Los Oscar no hicieron concesiones al cine Dogma pero sí han premiado a posteriori a una autora nacida en el seno de ese movimiento como Susanne Bier. Portugal nunca ha estado nominada al Oscar: como el cine portugués no resulta rentable difundiéndose solamente en su país, los autores lusos crean sin tener en cuenta al público, algo que se traduce en una profusa presencia en festivales, una mínima incidencia en los cines nacionales e internacionales y, obviamente, ningún tipo de posibilidad de Oscar. Suecia, muerto Bergman, no ha podido colocar en los Oscar los principales instigadores del nuevo e interesante cine sueco, ni tan siquiera el de Lukas Moodysson. Así hasta citar mil y un casos.

Tras unos años poco concurridos en los que la Academia sorprendió al nominar cintas de corte personal como Vals con Bashir o La clase, el Oscar ha demostrado una disparidad en lo geográfico (Austria, Japón, Argentina, Dinamarca e Irán) y un mayor peso de los títulos reivindicados desde Europa: Nader y Simin (Oso de oro) fue tras Pelle el conquistador (Palma de oro) una de las pocas ganadoras condecoradas que ya habían ganado anteriormente el máximo reconocimiento de un festival europeo.
Ahora bien: el último Oscar concedido a la iraní Nader y Simin, una separación, el que previsiblemente ganará Amour y la no nominación de la citada Intocable puede suponer un cambio en el rumbo habitual del Oscar a la mejor pelicula de habla no inglesa. Por primera vez una película certera, política, incómoda, dramática y absolutamente comprometida ganó la medalla de oro sin responder a las directrices apuntadas más arriba. El mismo Alexander Payne dijo que el film de Farhadi dejaba a su Los descendientes a la altura de 'película Disney'. Podemos creer en un cambio verdadero o explicar el ejemplo como la excepción de una regla. El primer premio para Irán puede venir motivado por intereses políticos, algo que también pudo estar detrás del oro de la bosnia En tierra de nadie. Puede, simple y llanamente, que el año pasado fuese uno de los peores en mucho tiempo, contexto perfecto para que la Academia pudiese dar rienda suelta a una rareza que, sin duda, sería (y fue) aplaudida por todos. De hecho, el propio sistema de la categoría, con una ronda intermedia en el que los académicos eligen seis películas mientras un comité externo escoge otras tres obras (de esa lista de nueve preseleccionadas se llega a las cinco nominadas), motiva el 'rescate' de los films que han sido importantes por unas cuestiones u otras en el discurrir cinematográfico del año: ello explica que La teta asustada (Oso de oro), La cinta blanca (Palma de oro) o Canino (la sensación de su año) estuviesen nominadas. Y al mismo tiempo, explica las diferencias entre Estados Unidos y Europa: El secreto de sus ojos perdió con justicia la Concha de oro a favor de la china Ciudad de vida y muerte, y En un mundo mejor no ganó el Bodil y el Robert danés. Porque hasta que el futuro no nos diga lo contrario, el triunfo de Nader y Simin, una separación se explica por otras vías, como el apoyo y la producción francesa de Todo sobre mi madre motivó el Oscar para Almodóvar pese a tener entre manos un título de difícil inserción en el mercado norteamericano, o de la misma forma que una película tan prosaica, sesuda y poco espectacular en lo visual como Las invasiones bárbaras ganase por Canadá defendida desde Europa, César galo incluido.

¿Ha cambiado la Academia a la hora de seleccionar los films de habla no inglesa? La cinta blanca (Palma de oro), La teta asustada (Oso de oro) o Canino (primera representante del nuevo cine griego) han aspirado al Oscar, aunque la tailandesa Uncle Boonme recuerda sus vidas pasadas o la rumana 4 meses, 3 semanas, 2 días, todas ellas ganadoras en Cannes,  fueron ninguneadas.
En definitiva, el factor económico, lo parezca o no, está detrás del Oscar en apariencia más independiente de todos. ¿Es el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, tal y como su nombre pretende invocar, una selección concienzuda año a año del mejor cine, en su mayoría europeo? Creemos que no. En todo caso, es una selección medidísima de aquello que se adapta al american way of life, con contadas salidas al cine más arriesgado. He empezado citando a Carlos Losilla y acabo con las palabras que un amigo mío me dijo con relación a la música: 'paso de la música descaradamente comercial y me gusta lo indie, pero aquello que es excesivamente alternativo tampoco me va'. Los Oscar funcionan de la misma manera, premiando lo 'diferente' pero obviando lo 'rabiosamente diferente', al menos en el grado suficiente como para herir sensibilidades o proponer discursos demasiado complejos. Aunque todo lo dicho admite tantos matices y discursiones como los términos 'indie' o 'comercial', conceptos siempre recurrentes cuando se trata del Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

1 comentario:

HALBERT dijo...

Casi llego al 50%!! Vi 31 nada más... Cuánto falta!! GRAN POST!