La poca presencia del cine italiano en la cartelera española es una de las cuestiones más denunciadas por los cinéfilos. Y es que a juzgar por el poco cine que nos llega de Italia no hay duda que en el país de Berlusconi existe un cine social comprometido y de gran actualidad que discurre en paralelo a ese cine popular que llena las salas de Roma y alrededores en verano y Navidad. Gomorra, para nosotros la obra más comercial y quizás la más potente del último cine italiano, en su país de origen fue una película independiente más que se proyectó en las capitales clave en versión original subtitulada (la lengua de la película se reduce casi en su totalidad al dialecto napolitano). O lo que es lo mismo: si no hubiese sido por el premio de Cannes, tal vez a estas alturas nadie hablaría de la cinta de Garrone y de otras análogas como Il divo. En Italia existe un cine que a duras penas encuentra financiación sin la ayuda de las grandes productoras, y en la mayoría de casos estamos ante obras potentes que corren el riesgo de quedar limitadas por los circuitos de distribución y por el discurso crítico: prueba de ello lo tenemos en 20 sigarette y Et in terra pax, dos de las mejores películas de los últimos años y pese a esto totalmente desconocidas. Así que cualquier película venida de Italia es no solo bienvenida sino digna de estudio porque nos ofrece una imagen vecina y realista de la actual Europa en crisis: Terraferma ponía sobre la mesa el tema de la inmigración ilegal, y esta La nostra vita se relaciona con el mundo laboral y las bases que nos han llevado al crack inmobiliario.
La nostra vita nos explica la historia de Claudio, un operario de la construcción o 'muratore' que de la noche a la mañana se encuentra viudo y con tres hijos pequeños a su cargo. Claudio intentará hacer todo lo posible para mantener la continuidad económica de su familia, y para ello no dudará en chantajear a su jefe. A partir de ese momento Claudio trazará un camino lleno de altibajos que le llevará a conocer una tragedia familiar paralela a la suya y un drama colectivo. Claudio es la principal víctima y acaba actuando como verdugo involuntario para sus empleados. Miente, pero no le queda otra. Como joven sin estudios y con responsabilidades, utiliza la política del dinero, algo que solo trae disgustos. Porque La nostra vita es la historia de una bajada, un ascenso y otra caida. Nos obliga a replantearnos qué es legal y qué no, qué se esconde y quién se esconde detrás de una sociedad oprimida. La nostra vita habla del aquí y del ahora sin tremendismos, sin forzar la maquinaria dramática de la trama, con un guión que deja a su historia discurrir de la forma más natural. No hay moralina, no hay juicios de valor, no hay frases que evidencien la ideología de la historia. La nostra vita muestra y no juega a ni favor ni en contra de nadie. Se limita a lo que señala el título: la vida de Claudio, interpretado de forma excelente por Elio Germano. La reflexión viene después, al ver La nostra vita como una unidad y también como parte de un cine italiano semioculto pero presente. Muy recomendable.
Nota: 7
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