domingo, 25 de marzo de 2012

Romeo, Juliette y Adam: Crítica de DECLARACIÓN DE GUERRA (LA GUERRE EST DÉCLARÉE)

Romeo mira a Juliette. Juliette se acerca a Romeo. Se presentan. No hay duda: están destinados a seguir juntos el resto de sus días. Luego viene Adan, el primer hijo. Y con él los primeros desvelos, biberones y pañales. Al principio todo parece manía de madre primeriza y agobio de padre nada experimentado. Pero no. A Adan le pasa algo. Tiene un tumor. El destino juega su primera mala pasada: ¿por qué a nosotros?, ¿por qué ahora? Y se empieza a fraguar una guerra que se prolonga horas, días, años. Una batalla por ver la luz al final del túnel, por abrazar la vida y derribar a la muerte; por mantener intacto el ánimo, el ímpetu, el espíritu de juventud, el deseo por seguir siendo Romeo, Juliette y Adan, los tres, juntos. Una historia para llorar a moco tendido, ¿no? Pues olvídense. Declaración de guerra no es un drama. Es un título generacional que cita a aquellos jóvenes urbanitas, con estudios y trabajo, con mucha vida vivida y por vivir, con un gran dominio de la teoría y un desconocimiento total de la práctica, obligados de golpe y porrazo a sentar la cabeza y a amansar sus arrebatos de pletórica y eterna adolescencia. Es un cuento colorista, de amistad y fidelidad, de amor y sentida pasión por quienes queremos, por quienes verdaderamente importan. Es la historia de una unión familiar, la crónica de aquellos momentos cuando todo deja de importar, cuando todo se relativiza, cuando todo pasa a un segundo plano, cuando solo queda esperar y el tiempo se para (y al mismo tiempo se eterniza). Es un homenaje a un equipo médico tenaz que acaba convirtiéndose en parte importante de la vida de todos. Es el retrato de una ciudad luminosa, de parques de atracciones, de fuentes, de calles por las que correr, de gran vida nocturna, de carreteras y estaciones de tren, aunque finalmente París se reduce a un pasillo de hospital. Es una guerra que nos reconcilia, que demuestra lo pequeños que somos, que invita a saltar de la butaca y vivir la vida a tope.


Una película que si bien no se vive con pasión sí se ve con interés y tensión, con una media sonrisa en la cara y un pañuelo arrugado en la mano. En lo cinematográfico, lo que los españolitos diríamos 'un film très français': sus formas son tan libertinas como un Christophe Honoré menos amanerado y más vitaminado, tiene un momento musical a lo Jacques Demy, juega con lo ridículo y lo grave tal y como haría Arnaud Desplechin. Y para la cinefilia, la película que representó a Francia en los Oscar 2012, la gran triunfadora del Festival de Gijón, una de las sorpresas de Cannes 2011 y sorpresa en las nominaciones al César con seis candidaturas. Porque hay guerras en las que merece luchar: no será una obra maestra, ni tan siquiera la gran película que nos habían vendido, pero tiene el mérito de ser una de las cintas más alegres sobre la muerte. Y eso, además de merecer los seis euros de la entrada y los quince del dvd, tiene mucho mérito.


Nota: 7

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1 comentario:

Daniel Bermeo dijo...

Una pelicula que particularmente me sorprendió, me encantó el drama que se cuenta y cómo se desarrolla. Su guion me parecio notable.

Saludos Xavi.