¿Dónde quedó el cine familiar? Para alguien nacido en 1990 la reivindicación del cine familiar sigue latente. Muchos hemos crecido con el renacer de la Disney, el surgimiento de la Pixar y el auge de películas todavía ahora apreciables a pesar de sus discutibles cualidades cinematográficas: de Solo en casa a Matilda, de Spice Jam a Tú a Londres y yo a California, de 101 dálmatas a Los Picapiedra en personajes de carne y hueso. Curiosamente la primera década del S.XXI no ha sido especialmente generosa en películas puramente familiares, un dato que obedece tanto a las decisiones de quienes crean ficciones como a los cambios de la audiencia, distinción muy importante ya que el cine familiar está dirigido a un target de público muy concreto y a la vez muy general. Hemos hablado en los últimos tiempos de un cine de animación para adultos con el auge del anime japonés y la influencia de la Pixar, que ha sentado cátedra y ha establecido su particular monopolio en las carteleras. Hemos hablado de blockbusters, sobre todo en los años anteriores a la crisis económica: el público infantil se aglutina ahora entorno a films como Transformers, si bien los dos primeros Spiderman de Sam Raimi o la saga Spy Kids podrían considerarse los últimos vestigios de un cine aparentemente infantil. Parece que a la vez que los gustos cinematográficos se han homogeneizado por efecto de la globalización (todos consumimos lo mismo), la distinción de un cine para los más pequeños se ha oscurecido, quizás porque las series que visionan los niños de hoy en día son más adultas en contenidos y más sofisticadas en su factura visual. De hecho, la evolución de las ocho películas de Harry Potter, considerada la última gran saga y fenómeno cinematográfico a escala planetaria, es una clara imagen de ese cine familiar paulatinamente olvidado: las dos primeras cintas dirigidas por Chris Columbus llevaban la imaginería de J. K. Rowling al terreno del cine familiar, mientras que las siguientes, unas ancladas en el cine de autor como la tercera, otras mucho más intrascendentes como la cuarta, han acabado como productos más oscuros, en correcta cronología con el recrudecimiento del relato literario y el crecimiento de los lectores / espectadores del joven mago.
La reflexión sobre la devaluación del cine familiar viene a colación por una película como Los Muppets que en verdad habla de la televisión, no del cine. Ya en los 90 se crearon películas para el simple enardecimiento y exhibicionismo de estrellas como las Spice Girls (Spiceworld), molde que recientemente se ha aplicado a nombres como Hillary Duff, Selena Gómez o Justin Bieber, sin olvidar que incluso en nuestro país los padres del reality show (Operación Triunfo y Gran Hermano) contaron con su propia película. Los Muppets es un producto de formas televisivas pero alcance cinematográfico. Muchos de sus chistes suceden con la rapidez de una serie para la pequeña pantalla, incluso el personaje interpretado por Jason Segel cita frases de escenas anteriores como quien recupera un dato clave del capítulo anterior para poder seguir con el natural discurrir de la trama. Y como los títulos citados anteriormente, Los Muppets surge de una clara reivindicación personal, de un afán por recuperar el cine familiar hasta ahora enterrado: el relato es posible gracias a la obsesión de Walter, un fan de Los Teleñecos que quiere revivir el mundo y los protagonistas que han condicionado su vida y que ocupan toda su rutina en forma de peluches, relojes y demás merchandising de las estrellas televisivas. Los Muppets, por lo tanto, habla del fenómeno fan, de la oscuridad que se esconde una vez se apagan los focos y los índices de popularidad alcanzan sus cuotas más bajas. La película se articula sobre el reencuentro, la unión y la vuelta de antiguos símbolos televisivos, y con esa base reivindica espectáculos de formas y contenidos añejos, quita el polvo y defiende los muñecos de trapo y los decorados de cartón piedra en tiempos de 3D. Nos dice que el cine familiar ha vuelto, y como resultado nos obliga a darnos cuenta de que dicho cine desapareció en su día.
Los Muppets es tan retro como sumamente futurista, su mirada es melancólica pero su crítica piensa en el presente e incluso en el futuro. No sabemos si su título es una negligencia de los traductores, pero Los Muppets, mezcla del The Muppets inglés y Los Teleñecos en su versión española, avisa de que la película se sitúa a medio camino entre la tradición y la modernidad. Habla sobre los límites de la representación, la línea difusa que separa la realidad de la ficción, debate sobre la dictadura de los medios de comunicación (si no sales en la tele, no existes), reflexiona sobre los patrones de consumo y satiriza una televisión relegada a un plano secundario por culpa de otras pantallas como las del ordenador (Los Muppets quieren recuperar el brillo de antaño con una gala para recaudar dinero, un subgénero televisivo totalmente demodé: ahora se impondría la propaganda viral en internet, la estrategia del crowd funding o la política de los spams). Por eso en esa acción de 'volver' (a los Muppets, y al universo, la estética y la generación que representan) tiene todo el sentido del mundo los cameos o guest stars que nutren la película, desde Jack Black hasta Jim Parsons y Neil Patrick Harris (estos últimos, cabezas de cartel de sitcoms de éxito), pasando por la aparición de Emily Blunt en lo que parece una parodia de El diable viste de Prada, entre otros guiños cinéfilos. También reaviva la llama del cine musical con un tono que solo había evocado Hairspray años atrás: Life's a happy song es la excusa para crear un momento 'mago de oz' y una escena de claqué más respetuosa con los clásicos que el archiconocido momento de The Artist (no por causalidad Los Muppets forma parte de las llamados 'Oscar de la nostalgia', y de hecho podríamos discutir si La invención de Hugo de Martin Scorsese es cine familiar), Pictures in my Head propone los recuerdos como única evocación posible de un pasado idealizado (la rana Gustavo mira los cuadros de su destartalada mansión como George Valentin observava su retrato en casa de Peppy Miller en la película francesa), y Man or Muppet presenta el debate identitario sobre el que bascula la historia (ser un hombre o un muppet, decisión entre tomar los caminos de la realidad o situarse en la aparente ligereza de la ficción). Su crítica a la crisis es sumamente sutil: la escena en la que los muppets consiguen su show en prime time, así como la caracterización del malo de la función (Chris Cooper), sintetizan la falta de ética de quienes presiden los despachos de las cadenas televisivas generalistas, además de la falta de escrúpulos de los magnates que nos han arrojado hacia el desastre económico. Y finalmente, confirma a Amy Adams como rostro principal del nuevo cine familiar tras defender Encantada: La historia de Giselle y Noche en el museo 2, un honor que en los 90 ostentó Robin Williams (Hook, Toys, Jumanji, El hombre bicentenario, Señora Doubtfire y Flubber y el profesor chiflado) y que de forma intermitente ha defendido Brendan Fraser (George de la jungla, La momia, Monkeybone, Looney Toones: de nuevo en acción o Viaje al centro de la Tierra) entre otros.
En resumen, Los Muppets no es una aventura más de los teleñecos, ni tan siquiera una oportunista puesta al día de la rana Gustavo, la cerdita Peggy y los suyos. Si Los Teleñecos se rieron de los géneros cinematográficos en sus distintas aventuras para la pequeña y la gran pantalla, ahora se rien de la televisión y del cine en general, en letras mayúsculas, a lo grande. Y es aquí donde Los Muppets se impone como una de las mejores películas del año: no solo propone una nueva historia con los teleñecos como telón de fondo (es cine familiar), sino que deja intuir los mecanismos de quienes deciden qué vemos, así como los comportamientos de las audiencias (es, por lo tanto, una reflexión del cine familiar, actualizándolo y analizando el por qué de su repentina desaparición). Obviamente el público infantil se quedará con la primera posibilidad, mientras que los espectadores adultos más atentos se encontrarán una historia rica en matices (aunque para llegar a sus dobles lecturas hay que disfrutarla en versión original subtitulada, y en España solo se ha estrenado doblada). Una grata sorpresa, porque todo parecía indicar que estábamos ante un título menor. No tardaremos en reivindicarla.
4 comentarios:
Más que una crítica parece una disección del contenido y significado psicológico de la peli. Me ha gustado mucho tu explicación (cosa que me preocupa).Es un buen resumen de Los Muppets, y tienes toda la razón en lo relativo al fenómeno "fan". Yo, como fuí fan de Los Teleñecos me ha gustado por partida doble, por la peli en sí y por leer tu crítica.
Me preocupa que me empiecen a gustar tus críticas Xavier Vidal, ja ja ja...porque nunca estoy de acuerdo contigo y con la de hoy sí lo estoy.
Hola, ¡muy buena nota!. A mí "Los Muppets" como película me gustó bastante, aunque está muy enfocada a niños.
Musicalmente es brillante, con grandes temas como el genial "Man or Muppet" y además es muuuy divertida.
Los grandes también la pueden disfrutar, por varios guiños a la cultura popular y a los chiclés del cine.
Restó un poco la relación Jason Segel y Amy Adams, pero en general la disfruté un montón.
Te invito a mi propia crítica de "Los Muppets" en mi página:
http://on.fb.me/10ZZReS
También aprovecho a invitarte a que me sigas en mi página para más novedades de cine, entre otras cosas:
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¡Saludos!
walter increpa a didi porque hector tiene todo pago y didi se quedo con algun vuelto, entonces didi le dice a hector que todo esta bien y no debe nada - shou ku rei - shou ku rei - sho ku rei
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