En 1968, las 187 mujeres que trabajaban en la fábrica londinense de la compañía automobilística Ford organizaron una de las huelgas más largas y sonadas de la historia de Gran Bretaña. Esas mujeres, que se dedicaban a coser los acabados de los coches en plena bonanza económica, pedían un aumento de sueldo, unas nóminas iguales a las de sus compañeros masculinos (la mayoría). Nigel Cole, que en su día dirigió otro canto a la feminidad y a la libertad en Las chicas del calendario, nos cuenta esa lucha que incluso puso en jaque al gobierno inglés y a los altos cargos de la Ford. Ya pueden imaginar que la cara más visible de la revuelta es Sally Hawkins, una actriz excelente que nos brinda de nuevo una interpretación con pulso, siendo lo mejor de la cinta. Se la tuvo en cuenta para los Oscar, y no es de extrañar, aunque si no logró la candidatura es, precisamente, por todo aquello que hace su trabajo tan especial: aun sin tener escenas en las que lucirse, debido a la naturaleza coral del film, Hawkins se impone con su naturalidad dando vida a una inglesa más, residente en un barrio obrero gris y con una vida poco alentadora. El director encuentra una ambientación exquisita y un reparto de mujeres acorde con el buenrollismo y el mensaje esperanzador de la historia. Aunque el guión olvida que la lucha de la mujer proletaria sigue siendo un problema hoy en día: más que establecer un puente entre la situación actual y el episodio narrado, la película prefiere terminar con los testimonios de las verdaderas mujeres que protagonizaron el hito obrero más importante de los 60. Aquí se desvelan las intenciones del film. Made in Dagenham es, por lo tanto, un ejercicio de nostalgia british muy bien ejecutado y diseñado para ser un producto familiar y una película good feeling. Las mujeres de Dagenham lucharon hasta el final y no será este post quien desvele si lograron o no su objetivo. La cuestión es otra: su consigna es tan actual y el tema es a todas bruces tan recurrente que uno hubiera deseado una película más ácida que dulce, más incisiva que indulgente. De todas formas, la relación es tan obvia que cualquier espectador moderno sacará a colación la sangría de empleos y la falta de escrúpulos que se esconde tras nuestra crisis, tanto de valores como de millones. Queda, eso sí, unas dos horas de cine alegre... algo perfecto en tiempos de vacas flacas, ¿no creen?
Nota: 7
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