Planes para mañana es la ópera prima de Juana Macías. Y desde este blog deseamos que siga dirigiendo. Su primera película es una obra inteligente, bien construida, con un guión veraz, escueto, árido, punzante. La dirección de actrices roza el excelente: todas, absolutamente todas las protagonistas, están estupendas y a su manera conforman un pequeño fresco de la mujer deseosa, la mujer activa, la mujer maltratada, la mujer adolescente, la mujer independiente, al final la mujer española moderna en todas sus facetas, respetando toda su complejidad. Ya es tarde para reivindicar una nominación al Goya para Carme Elías o Goya Toledo, pero Planes para mañana, estrenada de tapadillo hace seis meses, no puede pasar desapercibida. Podría definirse como la historia de tres mujeres a partir de tres partes o shorcuts unidas por un accidente de tráfico. Pero es mucho más: la reflexión de lo difícil que sigue siendo ser mujer en el S. XXI, la difícil conquista de su felicidad y su plenitud sexual, laboral y familiar. Cada una de las cuatro mujeres de Planes para mañana sintetiza gran parte de la esencia femenina española: desde la madre de Inés, que responde a su hija de forma durísima, anclada en la tradición; hasta la Mónica que da vida Aura Garrido (recuerden su nombre: aspira a ser un portento), adolescente valiente que se lame sus propias heridas, lucha por su propia causa y defiende su identidad con firmeza. De Planes para mañana me conmueve todo, me gusta todo. Ni qué decir que merecía el Goya a la mejor dirección novel por encima de Bon Appétit. Al final queda esa incertidumbre del título: el no saber pero sí intuir cómo seguirán los devenires de esas mujeres que, con pocas palabras, con escasos planos, consiguen ganarse un rincón en nuestro recuerdo cinéfilo. Puede que su futuro no sea mejor que su presente. Pero han decidido cambiar, han tomado una decisión. Y les deseamos toda la suerte del mundo a las que podrían ser nuestras madres, amigas o vecinas. No es feminista ni combatiente, puede que a la hora de ordenar sus tramas cruzadas el espectador se adelante a la trágica resolución. Aún así no es una película obvia ni fácil de dirigir, por muy escaso que haya sido su presupuesto y por mucha que haya sido la complicidad de las actrices implicadas. ¿Su plan para mañana? Verla. Descubrirán ese cine español que nadie conoce y que pocos promocionan, pero que vale muchísimo la pena.
Nota: 7'5
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De tal palo tal astilla. De casta le viene al galgo. En casa del herrero, por una vez, cuchillo de hierro. Jonás Trueba lleva el cine en la sangre y ya nos había sorprendido con el guión de la bastante solvente Vete de mí. Pero con Todas las canciones hablan de mí, título largo y egocéntrico, nos ha matado. La historia es muy básica: un chico que se cree melancólico y enamoradizo escribe poemas, habla con sus amigos y recuerda a una antigua novia. Señores, se acabó el argumento. No sucede nada más. Todo está contado de modo lento y engolado, como si un Woody Allen treinteañero sustituyese Nueva York por Madrid o como si al cine francés con tendencia al diálogo le hubiesen dejado las palabras pero vaciado cualquier tipo de contenido. Confieso que, como mínimo, me dormí dos veces viéndola. Comprenderán que ver el devenir de unos estudiantes de filología cuando uno mismo es estudiante de filología es poco apasionante. Incluso cuando la película se desmelena un poco y encadena alguna frase con sentido (¿tanta clase de morfosintaxis para qué?) al pequeño Trueba se le nota la arrogancia de una rata de biblioteca, de un mono de filmoteca. ¿Cómo puede contarse una historia sobre el amor si todo carece de ritmo, pasión por lo que se está filmando? No me creo nada, y menos si el encargado de transmitir un sentimiento tan noble es Oriol Vila, uno de los actores locales con las expresiones de pasmarote más sosas. Conclusión: el talento no se hereda, si acaso la inquietud por crear. Que este muermazo de película haya estado nominado al Goya a la mejor realización novel superando a las muy decentes Ander y Blog (opciones más radicales, eso sí) da vergüenza. El apellido tenía que servir para algo, ¿no? Hay gravedad donde tendría que haber espontaneidad. Lo que se dice apuntar al blanco y disparar al aire.
Nota: 3
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