La edición número 65 del festival cinematográfico más longevo del mundo ha cerrado sus puertas hace escasos momentos con una entrega de premios un tanto variopinta. Sin haber visto ninguno de los títulos presentados a concurso, la sensación general ha sido de desasosiego y estupor ante unas películas que no han entusiasmado ni disgustado demasiado. Venecia parece encarnar el paradigma de la crisis, una crisis de inventiva, una crisis que ha afectado a una selección oficial poco atractiva para el público fan y la crítica especializada. Ante la sequía, Aronofsky y su The Wrestler se han llevado el gato al agua. El jurado ha decidido reforzar la carrera de un autor ecléctico y difícil, un niño bién nacido bajo el influjo de Spielberg y Lucas. Aronofsky es un bicho raro, y por relación, el león de oro de este año es más raro aún (la película fue la última cinta en ser presentada, por lo que el premio deja claro las luces y sombras de un jurado dubitativo, víctima y verdugo de la baja calidad de los films). Un festival que últimamente había premiado el cine clásico (y magistral) de Ang Lee o el riesgo de una propuesta como Naturaleza Muerta se sale de la tangente, no resuelve ninguna incógnita sobre los futuros oscars y evidencía la mala racha de un festival marcado por la presencia de films italianos, un hecho extraño que ha quedado plasmado en la copa Volpi de este año, Silvio Orlando. De esta semidecepción podran nutrirse festivales como el de Roma y sobretodo San Sebastián, donde podremos sopesar con mayor fiabilidad la posible nominación al oscar de Anne Hathaway por Rachel Getting Married. Cabrá apuntar a su vez los nuevos trabajos de Miyasaki, Kitano, Demme y el debut de Guillermo Arriaga para próximas sesiones de satisfacción y buen cine. Tampoco podemos olvidar Burn After Reading, el único gancho publicitario de la mostra y el único título del que conocemos críticas y reseñas completas. Si Toronto no es capaz de revelar la sorpresa indie del año (un hecho que viene siendo habitual y que no creo que pueda conseguir Danny Boyle), los futuros oscars pueden ser los más extraños en años, o lo que es lo mismo, los más similares a las ediciones de hace una década. Ante ninguna propuesta independiente fuerte, el cine académico que encarnan Revolutionary Road, Australia o The reader saldría reforzado al estilo Titanic o El paciente inglés. Es demasiado pronto para poner el grito en el cielo... pero el devenir de estrenos no puede aminorar. Y con esta situación, El caballero oscuro resurgiría cual ave fénix y saldría beneficiado. Y es que, ante la crisis, siempre quedarán los superheroes.
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