La road movie de misterio es un género a parte dentro del basto universo del cine de terror. El rey de la montaña viene a ser un cómputo inexacto de Carretera al Infierno, Nunca juegues con extraños, Alta Tensión, Las colinas tienen ojos, Dead End o Ils (Ellos), todos ellos títulos importantes dentro del cine contemporáneo. Al igual que las cintas citadas, El rey de la montaña, estrenada tras su paso por el Festival de Sitges, busca a toda costa empaparse de las convenciones del género, y a la vez, crear una historia convincente con vida y entidad propia. Gonzalo López-Gallego construye una línea argumental pequeña sin demasiadas pretensiones que, pese a no impactar ni proponer nada nuevo, sabe utilizar a su favor la austeridad y el minimalismo del relato. El rey de la montaña no propone respuestas: es un film aséptico y escéptico, frío y directo, una huida a contrarreloj por la geografía deshabitada y agreste de la Castilla más espectral. López-Gallego ha entrado con aplomo en una lista de autores españoles curtidos en las leyes del terror clásico y actual, influidos por el arte de filmar y la cinefília más infantil. El rey de la montaña es, pues, un título importante que, junto a REC o El orfanato, vendrá a describir una nueva era dentro del cine español. Los fans que se agrupaban histéricos ante las salas del Festival de Sitges son ahora quienes dirigen y escriben nuevas películas. El género se renueva y los espectadores salen ganando.
Quim y Bea se encuentran en una gasolinera. Bea aprovecha la situación para robar la cartera y el mechero del hombre. Pero Quim sigue el coche de la joven hasta llegar a una montaña un tanto extraña. La pareja será asediada por un francotirador tarado que persigue insistente a nuestros protagonistas. Leonardo Sbaraglia interpreta con eficacia el protagonista, un personaje que se comunica básicamente a partir de gritos de dolor y respiraciones nerviosas. Su acompañante, María Valverde, también registra una interpretación notable en esta tour de fource, rara avis de nuestro cine y más que posible cinta de culto. El rey de la montaña vira su rumbo a mitad del relato: no conocer con exactitud el malo de la obra es la mejor manera de que el interés persista hasta un final tan misterioso e impactante como algunos capítulos de la serie Lost (Perdidos). No estará entre lo mejor del año, pero El rey de la montaña es puro entretenimiento, un cuento que va de menos a más, un ejercicio de misterio dominado por la cámara en mano y las ganas de contar mucho con pocos recursos.
1 comentario:
Muy buena crítica.
No creo que la vea, no me gustan demasiado ese tipo de filmes, quisas algun día si no tengo otra cosa que ver la alquile jajaja.
Un saludo
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