OBRAS A REIVINDICAR: MIFUNE (DOGME 3) (1)

Hace poco tuve la oportunidad de ver una de las pocas películas Dogma que se me habían quedado en el tintero. No está de menos reivindicar el movimiento cinematográfico nacido a mediados de los 90 de las manos de Von Trier y Vintenbergh entre otros. Las películas Dogma perdurarán como un género fílmico a parte, una idea desternillante que, pese a morir prematuramente, perpetuó algunos títulos memorables y de suma importancia dentro del panorama cinematográfico de los últimos años. Mifune viene a engrosar una lista espléndida encabezada por la subversiva y siempre estimulante Celebración (Festen, 1998) y terminada por un puñado de relatos nada desdeñables como Italiano para principiantes o Demasiada Carne. Entre todo este cómputo inexacto de talento sobresale el film que nos ocupa:

Kresten se ha casado. La familia de su esposa le aporta una estabilidad personal y laboral que se derrumbará al recibir la llamada de un antiguo conocido. La verdad sale a flote y Kresten debe abandonar Copenhague para asistir al funeral de su padre y cuidar de su hermano Rud, un niño grande con problemas mentales. El conflicto se convierte en triángulo cuando Liva, una prostituta sin suerte, llega al corazón de la Dinamarca rural para socorrer a los dos hermanos.

La historia, dirigida con temple por Soren Kragh-Jacobsen, recicla las constantes de sus coetaneos. De Celebración rescata los problemas familiares y el concepto de vuelta al lugar donde uno nació, creció y se formó como persona (en ambos títulos, sus personajes abandonan su acomodada vida y regresan a la casa familiar, dándose cuenta de que uno nunca puede huir de su propia familia). Esta idea está interconectada con los postulados de la novela naturalista: herencia hereditaria, influencia del medio y personajes embrutecidos, salvajes, instintivos. De Idioterne (Los Idiotas, 1998) copia la obsesión por la teatralidad. De esta forma, todos los personajes de ambas obras acaban siendo unos tarados físicos y mentales. La mujer de Kresten mantiene relaciones sexuales como si fuera un animal herido. Kresten vive una transformación a lo largo del film: primero esconde y se averguenza de su propia condición, luego vuelve a su casa violento maltratando a su hermano y finalmente la bestia herida que representa curará sus penas al lado de Liva e iniciará una vida a la deriva pero coherente con su naturaleza. Liva y su hermano también refuerzan esta idea de desarraigo, soledad y miseria. Los personajes son, como ocurre en el cine de los hermanos Dardenne, el sonrojo, la otra cara del capitalismo y el bienestar. Quizás, tal y como propone el hermano de Liva, el menos loco del grupo es el hermano retrasado de Kresten. Y no le falta razón... lo mismo ocurría en la citada película de Von Trier.

Mifune, el samurai imaginario que crea Kresten para su hermano, representa la parte descarnada de su ser, la verdad que ha cerrado con llave durante tanto tiempo en la gran ciudad y que ahora vuelve cruda y dura como el primer día. Pero Jacobsen, a diferencia de Trier, siente amor por sus personajes, dibuja conflictos pero también filma reconciliaciones. La benevolencia del director queda resumida en un final misterioso: Rud encuentra una bolsa abandonada llena de dinero con la ayuda de unos extraterrestres inexistentes que han dejado unas señales circulares en los campos de maíz (el dogma es anterior a Shyamalan). Los personajes se reunen en la destartalada granja bajo el cobijo de una música festiva. El quarteto baila y ríe. Aparecen los títulos de crédito...

Mifune es una película adorable que nadie debería dejar de ver. Ganó el Oso de Plata en el festival de Berlín y cosechó muy buenas críticas en toda Europa. Lástima que un título tan laureado esté descatalogado en nuestro país (con Las Horas de Steven Daldry o Celebración ocurre lo mismo). Pero ante el olvido de las distribuidoras siempre quedará el dulce recuerdo de haber presenciado algo grande en particular (Mifune, Celebración, Los Idiotas,...) y en general (Dogma 95).