jueves, 16 de agosto de 2018

CRÍTICA | DOGMAN, de Matteo Garrone



Vida de perro
DOGMAN
Festival de Cannes: Mejor actor
Italia, 2018. Dirección: Matteo Garrone Guión: Matteo Garrone, Massino Gaudioso, Ugo Chiti y Maurizio Braucci Fotografía: Nicolai Brüel Reparto: Marcello Fonte, Edoardo Pesce, Nunzia Schiano, Adamo Dionisi, Francesco Acquaroli, Alida Baldari Calabria, Gianluca Gobbi Género: Thriller. Drama criminal Duración: 95 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 09/11/2018
¿De qué va?: Marcello se dedica al lavado de perros. Se desvive por su hija y tiene una particular relación con Simoncino, un hombre de arrebatos violentos que tiene aterrorizado a todo el barrio. Unos trapicheos relacionados con un robo y el tráfico de drogas separará a los personajes para, un año después, unirlos en una historia de venganza.



A finales de los 80, la crónica negra italiana se vio sacudida por el asesinato del boxeador Giancarlo Ricci a manos de Pietro De Negri, responsable de una peluquería canina. Según la versión oficial, De Negri secuestró, asfixió, mutiló y quemó el cuerpo de Ricci en el que está considerado uno de los crímenes más cruentos del país alpino. Otras voces aseguran que parte de esas atrocidades fueron cometidas post mortem, y que De Negri, que durante su encuentro con la policía estaba bajo los efectos de la cocaína, exageró su testimonio con datos que la autopsia posterior desmintió. 


Tres décadas después, el director Matteo Garrone toma ese episodio en Dogman, una película que, contra todo pronóstico, no nace con vocación de esclarecer el caso original, ni tan siquiera con la intención de filmar una particular visión de lo sucedido. La Roma de los 80 es en pantalla pura atemporalidad: la trama sucede en un extrarradio inconcreto, en un barrio hostil en cuyas inmediaciones parece haber estallado una bomba, con varios kilómetros a la redonda de polvo, inmundicia y vacío. Y, sobre todo, De Negri-Marcello, por gracia del actor Marcello Fonte, se convierte en una figura extraña, inquietante a la vez que paternal, tanto con su hija como con un trasunto de Ricci-Simoncino que en la ficción es su colega, su camello y a la postre su perdición. Alguien capaz de mostrar un cariño inconmesurable por los perros que cuida y al mismo tiempo cometer las acciones más execrables con una doblez aterradora. En esencia, Garrone se inspira en el delincuente para descubrir al hombre, y de ese análisis surge una narración cortante, impúdica, inmisericorde, con un plano final que deja a su protagonista y a toda la platea a la deriva, en la soledad posterior de un crimen que puede que no obtenga castigo.


Hay que alabar la capacidad de Garrone por conseguir una atmósfera de inquietud constante, con un estallido violento final alejado de la hipérbole gore o del sensacionalismo que gastan los medios de comunicación. Todo en Dogman resulta doloroso, injusto, crudelísimo. También merece una buena nómina de aplausos Marcello Fonte, en cuyo saber interpretativo bascula la humanidad de De Sica y la rotundidad de todo el cine de su firmante. Únicamente puede cuestionarse a Dogman su condición de anécdota criminal frente a ese gran fresco del hampa que era Gomorra, como si Garrone no pudiera desasirse de los temas y los tropos, tampoco perfeccionarlos, de la que hasta la fecha es su mejor película. Tal vez por ello Dogman convence y a la vez sabe a ya visto. Una contradicción de la que queda un gran hallazgo: un personaje protagonista sin clichés que durante y después del visionado se impone como un misterio que pone los pelos de punta.


Para amantes del cine negro de los 70.
Lo mejor: Fonte y el tratamiento de la violencia.
Lo peor: Cierta sensación de repetición.


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