viernes, 13 de marzo de 2015

CRÍTICA | 2 OTOÑOS, 3 INVIERNOS, de Sébastien Betbeder


Estaciones emocionales
2 OTOÑOS, 3 INVIERNOS (2 AUTOMNES, 3 HIVERS), de Sébastien Betbeder
Francia, 2013. Dirección y guión: Sébastien Betbeder Fotografía: Sylvain Verdet Música: Bertrand Betsch Reparto: Vincent Macaigne, Maud Wyler, Bastien Bouillon, Audrey Bastien, Thomas Blanchard, Pauline Etienne, Jean-Quentin Châtelain, Olivier Chantreau Género: Comedia dramática Duración: 90 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 13/03/2015
¿De qué va?: Arman tiene 33 años y una vida anodina. Decidido a cambiar su suerte, un día decide salir a correr. En un parque coincide con Amélie, una joven de la que queda prendado. Tras su primer encuentro, seguirán otros, y Arman no tendrá más remedio que dejarse llevar por los avatares del amor y de la vida. La crónica de dos otoños y tres inviernos entre la alegría y la tristeza, el romance y el corazón roto.


El cine francés no atraviesa su etapa más productiva, y ya se sabe: en tiempos de vacas flacas, nada mejor que explotar las fórmulas del pasado. 2 otoños, 3 inviernos, un ejemplo del cine galo outsider que casi nunca se asoma a nuestras carteleras (en definitiva, carne de festival), demuestra la influencia de la Nouvelle Vague en los autores de nuevo cuño, como referente (ético, estético, temático) y como mundo abierto a revisitaciones y mutaciones (en el caso que nos ocupa, con gotas del indie yanki de Reitman, Appatow y compañía). Con esta premisa, 2 otoños, 3 inviernos es todo lo que un espectador con tendencia al gafapastismo puede desear: diálogos introspectivos, largos monólogos, escenas 'arty', montaje a modo de diario personal, personajes entre cercanos y extravagantes, una buena nómina de chistes, una banda sonora con hits frikis y un halo de melancolía que define y toca todas las alas del relato. 


En esencia, la película aporta más bien poco: de nuevo, nos acercamos a esa generación de 'veintibastantes' y 'treintaypocos' que juegan a ser niños grandes o adultos adolescentes, convencida de que la búsqueda de la felicidad lo mueve y justifica todo, tocada por la crisis económica y acostumbrada a (sobre)vivir al borde del precipicio. Con todo, hay que destacar que su posición con respecto a sus referentes (a los dichos anteriormente, podríamos sumar Truffaut o Allen) esconde cierta exageración, ligera impostura, una actitud un tanto vanidosa. Tal vez por eso 2 otoños, 3 inviernos resta abierta a encendidas simpatías y a airadas enemistades, e incluso a ambas visiones a la vez, como si la película, en su entramado episódico, se plegase en dos partes: una, amena y franca; y la otra, pomposa y con excesos de intelectualidad. Un cajón de sastre, en definitiva, lo suficientemente rico como para merecer la atención de la cinefilia más selecta. Una curiosidad que gustará a los que profesan especial devoción por películas declinadas en primera persona.


Para enamoradizos nostálgicos.
Lo mejor: Macaigne, confirmado como rostro del cine francés raruno.
Lo peor: Puede resultar un tanto cargante.

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