viernes, 17 de septiembre de 2010

CINE Y LITERATURA: LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA


EL LIBRO (Stieg Larsson, 2005)
Stieg Larsson era un amante de la novela negra. Sentía auténtica pasión por su trabajo como periodista. Supo qué era dirigir la redacción de una revista, cómo funcionaban las relaciones entre los diversos estamentos de poder. Larsson era un humanista y su trilogía Millenium, que él diseñó como una decalogía, son su legado como pensador y escritor con intención de llegar a las masas. La trilogía Millenium nunca será un éxito cualquiera porque parece que entre sus personajes se esconde una parte de verdad. La corrupción aflora en cada una de sus páginas, y lo hace con un estilo directo, sin florituras ni lirismos. Larsson va al grano y se muestra sorprendentemente explícito a la hora de escribir los momentos de mayor violencia (no son unos libros literarios, pero sí visuales). Es en esta segunda parte, la larga La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, cuando Larsson demuestra su hábil control de la tensión literaria. Larsson se divierte enredando la maraña, presentando nuevos personajes y estableciendo un juego oscuro, inverosímil, tremendamente adictivo. Nos imaginamos a Larsson, que escribía sus novelas de noche y en secreto, como un alquimista consciente de la carga subversiva de sus historias. También un niño que juega conectando situaciones, rizando el rizo, enervando al lector hasta sorprenderlo con un final desconcertante. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina es un castillo de naipes de dimensiones estratosféricas, y no sólo por sus más de 750 páginas. Larsson despliega en esta entrega una investigación policial con varios frentes, narrada de forma sincopada, racionando la información con el mayor mimo posible. Larsson repite datos y nombres, pero el truco parece un trance necesario para que el lector no se pierda ante tanto derroche imaginativo. Por ello, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina es Larsson elevado al cubo, en todo su esplendor y también con sus pequeños defectos. Y que nadie se deje engañar por su apariencia de best seller: ésta es una novela que pone en jaque los cinco sentidos del lector, que juega con la paciencia del personal y que acaba justo en el momento que la lectura es más frenética. Necesitarán parar unos minutos, remirar la enigmática portada y pensar: esto es un libro. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina sube la presión arterial y no deja uñas sin morder. Tan dura y tan bella como una patada en la boca del estómago.


Ni qué decir que la protagonista de Millenium es Lisbeth Salander, heroína de la modernidad. Un ser tan contradictivo como genial. Larsson sabe que distan muy pocos centímetros entre ser víctima y verdugo, y Lisbeth es las dos cosas. Ruda y tierna. Apasionante por todo lo que esconde e imprevisible en cada una de sus reacciones. Después de aprovechar la fortuna que sacó tras el caso Wenneström, Lisbeth vuelve a Suecia para reordenar su vida. Poco imagina que Bjurman, el abogado que en su día la violó, planea vengarse de ella. Un detalle que acabará conectando con el rey del tablero: un desconocido Zala. Y con Millenium y sus dos nuevos investigadores: Dag Svensson y Mia Bergman. Y con Mikael Blomkvist, que no ve a Lisbeth desde hace un año. Y con Armanskij, el director de la empresa de seguridad donde Lisbeth demostró sus dotes como investigadora y hacker. Vaya, con un sinfín de detalles, recuerdos, asesinatos y secretos que el lector conocerá página a página hasta caer en las redes del astuto Larsson. Todo podría ser más simple pero la ecuación debe ser así de extensa, con sus cifras y paréntesis, tan enrevesadas como le gustan a Lisbeth. Cuando el lector llegue a la última página correrá hasta la librería más próxima para adquirir el tercer tomo y sabrará describir a cada personaje con sus complejidades, como si Larsson hubiera destapado parte de la intimidad de una familia tarada, oscura, venida del frío. Un divertimento que roza lo malsano y deja a la genial Los hombres que no amaban a las mujeres en un simple preludio de algo mayor. Léanla de día: corren el riesgo de pasarse muchas noches en vela. Y si no han podido resistir la tentación de escribir el nombre de los personajes y realizar pequeños esquemas en folios a parte, no se apuren: este bloggero lo ha hecho. Una vez encendida la cerilla, ya no se apaga. Lo que se dice un vicio, una adicción. Nota: 8'5



LA PELÍCULA (Daniel Alfredson, 2009)
Un libro de la complejidad narrativa de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina no se presta a una adaptación cinematográfica fácil. Alfredson ha tenido que lidiar con muchos escollos. Ha heredado el éxito y la trama del film de Niels Arden Oplev. Sin olvidar las más de 700 páginas que la industria, casi por obligación, ha querido reducir a unas dos horas de metraje. El mundo de Millenium se presta más a un formato más voluble como el de la miniserie y Alfredson lo sabe porque cuenta la historia con cautela, orden y suma fidelidad al libro. La película sabe sus limitaciones, tanto estilísticos como, intuimos, de presupuesto. Todo ello se resuelve en una estética fría, digital, casi a modo de un telefilm de lujo. Alfredson sintetiza la maraña, mantiene las raíces y elimina los tallos de adorno. Aun así, esta segunda parte dista de ser una buena película. Es, otra vez, una adaptación que sabe a ilustración, y es aquí donde estará el principal reto (y por parte del espectador, el principal reclamo) de la nueva saga rodada por David Fincher. De momento, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina es, a diferencia de su predecesora, una película diseñada por y para los miles de lectores que sólo compraron la entrada para ver lo que en su día leyeron expectantes. En el camino se pierde parte de la emoción y grandes dosis de frescura. Noomi Rapace sigue siendo lo mejor del espectáculo y el personaje de Lisbeth ya va asociado a su cara. Pero Michael Nyqvist es un Mikael Blomkvist insuficiente: frío, hierático, duro en exceso. Alfredson deja los mismos interrogantes que en su día dejó Larsson y no quiere liar a su audiencia; sólo eso explica que la trama policial, la verdadera protagonista de la novela, quede reducida aquí a meras notas a pie de página. Larsson supo dotar de personalidad y protagonismo a todos sus secundarios, porque todos, en conjunto y por separado, formaban parte de su juego. La película no lo consigue y dadas las dimensiones de la historia era muy difícil de lograr. No hay que pedir peras al olmo...


La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina parece un film de la televisión sueca que por imposición de la moda literaria ha tenido que rebautizarse a modo de estreno a gran escala. Si algo demuestra esta entrega es que Millenium debería tener muchas más versiones en la gran pantalla, como si el material de Larsson incluyese micro y macrorelatos con grandes posibilidades fílmicas. No sabemos nada o casi nada del cine policíaco nórdico y no podemos estudiar la película dentro de ninguna corriente. De la película no quedará rastro, sí del libro. En defintiva, el binomio libro-película es aquí del todo prescindible, incluso desilusiona ver la cara que los responsables de la cinta han asignado a personajes como 'el gigante rubio', el repetido 'Zalachenko' o la policía Sonia Modij. Otra vez será. Nota: 5'5


1 comentario:

Ivo Delgado Rivero dijo...

No me he decidido por los libros, tras haber visto las películas me he quedado frío y con pocas ganas de leerlos mi pregunta es ¿merece la pena después de haber visto las películas? Felicidades por el blog te sigo leyendo