jueves, 20 de diciembre de 2012

Sana sátira política: Crítica de GNARR, de Gaukur Úlfarsson

De humorista a alcalde
GNARR, de Gaukur Úlfarsson (Islandia, 2011)
Jón Gnarr es el humorista más conocido de Islandia, y cuando el país se vino abajo por la crisis económica decidió que era el momento perfecto para cambiar de registro y divertir / pervertir a los islandeses desde otras estrategias y otros formatos. ¿Qué hizo? Buscó en Google información sobre los límites del chiste y decidió que era el momento de ascender, o sea, de convertirse en político a tiempo total. ¿A que ya sonrieron? Pues la película es mucho más. Gnarr es un falso documental en el que el propio Jón Gnarr defiende su candidatura como futuro alcalde de Reykjavik, y lo hace con propuestas tan descabelladas como anunciar la apertura de un parque temático cerca de la capital o la legalización de la marihuana. Gnarr se pasea por la ciudad con sus asistentes de campaña, recibe entrevistas, visita platós de radio y televisión, crea una canción pegadiza como eslogan y rueda el spot electoral más gamberro jamás visto. Y entre tanto tiene tiempo para reírse de sí mismo, de los suyos y de todo el sistema político. Gnarr desmonta con ingenio toda la seriedad que rodea a la esfera política. ¿Se puede hacer humor de nuestros mandatarios y de los sistemas que basan su elección? ¡Y tanto! Gnarr mejora todo lo hecho anteriormente por personalidades similares como Michael Moore o Sacha Baron Cohen por muchas razones. En primer lugar, el documental evita el chiste vulgar y hace humor sin olvidar la crítica: desmonta entre otras cosas el 'Yes we can' de Obama y se ríe de la prensa islandesa, por lo general bastante solemne. En segundo lugar, el director Úlfarsson delimita muy bien dónde empieza y acaba el Gnarr personaje (un cabrón con gracia) del Gnarr persona (que provoca a todo bicho viviente como si fuese el protagonista de un experimento o reality show), con lo que nadie puede sentirse insultado por el tono del film. Y finalmente, Gnarr evita citar la crisis islandesa porque su mensaje, aunque remite a nombres y realidades locales (antes de 2008, Reykjavik estaba gobernada por una mujer, igual que en la película), es claramente universal: estamos ante una parodia del mundo de la política que entenderán yankis, asiáticos y europeos por igual. Una propuesta ingeniosa que les hará pasar un buen rato. Tras el visionado verán al político de turno con otros ojos. Gnarr tiene efectos desengrasantes y deberían verla tanto quienes votan como quienes son votados. Por fin estamos ante una película que invita a la risa y a la crítica sana. Muy interesante. ¿Y lo mejor? El señor Gnarr es a día de hoy el verdadero alcalde de Reykjavik y la primera norma que puso a los miembros de su consistorio fue visionar todas las temporadas de The Wire. Ver para creer.


Para los que saben que la política no hay que tomársela demasiado en serio
Lo mejor: No se me ocurre un documental similar mejor que Gnarr.
Lo peor: Puede resultar demasiado frío para el sentido del humor mediterráneo.

Nota: 7

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