A Daniel Bermeo
La inmigración es uno de los problemas más importantes que sufre toda Europa. Nadie debería ser ilegal o estar en situación ilegal. Todo el mundo tiene derecho a buscar y encontrar una vida mejor fuera de sus países. Pero el flujo de inmigrantes precisa algún control, y a veces se necesitan medidas sociales y políticas rotundas, aunque éstas se olviden de las pequeñas grandes historias que se esconden tras cada cara, cada documento falso. Illégal es una de esas historias, y con ella la inmigración sale a la luz en toda su crudeza y complejidad, de forma más interesante pero sobre todo más sobrecogedora respecto, por ejemplo, los documentales televisivos, las notas a pie de página de los periódicos o las voces de muchas noticias radiadas, cuya asepsia llega a convertir en rutinario un hecho que debería ser excepcional. Con motivo del terremoto y posterior tsunami que asoló medio Japón, se oyó en los medios esa frase de que, 'por desgracia, nos estamos acostumbrando a ser testigos de catástrofes extremas con demasiada asiduidad'. Curiosamente, la debacle nipona coincidió de forma irónica y fatídica con el octavo aniversario de los atentados del 11 de marzo. Todo ello sirve para apreciar aún más Illégal y el poder del cine: al proponer una historia, el espectador empatiza con el problema y pone cara a aquello que parece afectarnos sólo de refilón. Illégal transcurre, como no podría ser de otra manera, muy ligada a la realidad, pero también contiene buen cine: muchos no dudarán en invocar posibles referencias en las formas de Illégal, desde los Hermanos Dardenne hasta Von Trier, cuya delectación por los procesos de lucha y degradación femenina tiene su particular sombra en la película (Anne Coesens, poderosísima, se come la pantalla); también el thriller de Jacques Audiard y el compromiso del mejor cine social europeo (recuerda a títulos recienes que hablan del 'aquí' y del 'ahora' como Welcome o Si quiero silbar, silbo). Ello explica que haya sido aplaudida en el Festival de Venecia, que fuera la candidata a los Oscar por Bélgica o que los César vecinos la reconociesen como una de las mejores películas extranjeras de la temporada. Illégal es el antídoto perfecto contra la actitud pasiva, acomodaticia, burguesa e irresponsable del común social. El espectador, obligado a imaginarse 'qué haría yo en esa situación', se siente totalmente conmovido. Y al final se demuestra que la mejor ficción emana del día a día, de lo verídico, de lo que ocurre, aunque sea a escondidas o a nuestras espaldas. Eso da sentido a esa escena que es en el fondo la esencia de Illégal: Tanya, emigrante bielorusa en suelo belga, deforma las yemas de sus dedos con una plancha hirviendo con el fin de que su huella dactilar no pueda ser detectada en ningún control policial. Si existe un cine necesario o de visión obligada, Illégal se incluye en ese grupo. No se la pueden perder.
Nota: 8
1 comentario:
Ey, muchas gracias por la dedicatoria =), y a la vez me alegro mucho que te haya gustado, como bien describes es un film de necesario visionado; crudo, realista y conmovedor, además Coesens está fenomenal en ese papel por el que seguramente miles de personas se sentiran identificadas. Un poderoso logro visual.
Un abrazo!
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