viernes, 23 de noviembre de 2018

CRÍTICA | SÓLO MÍA, de Javier Balaguer



Mía, y de nadie más
SÓLO MÍA
4 nominaciones al Goya, incluyendo mejor actor y actriz protagonista
España, 2001. Dirección: Javier Balaguer Guión: Javier Balaguer y Álvaro García Mohedano Fotografía: Juan Molina Música: Clara Montes Reparto: Sergi López, Paz Vega, Elvira Mínguez, Alberto Jiménez, María José Alfonso, Asunción Balaguer, Beatriz Bergamín, Ginés García Millán, Borja Elgea Género: Drama Duración: 105 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Ángela, una oficinista sin experiencia, se enamora de Joaquín, un publicista que aspira a ascender en su trabajo. Tras el flechazo, comparten piso, se casan y deciden tener un hijo. Hasta que un día Joaquín pega a Ángela. Ella le perdona. Pero los insultos y los golpes no cesan.



El estreno de Te doy mis ojos en el año 2004 dio pie a un encendido debate sobre la violencia doméstica, tradicionalmente silenciada por la opinión pública y también por el cine. La película de Icíar Bollaín, probablemente el ejercicio fílmico más notable sobre el tema (del cine español o de cualquier otra cinematografía), opacó un título tan estimable como Sólo mía, exhibida tres años antes en nuestros cines. La cinta lidió con una cartelera otoñal muy concurrida, tenía en su contra el hecho de ser una ópera prima y no le benefició coincidir en salas con Lucía y el sexo, y por lo tanto en un momento en que Paz Vega empezaba a labrarse cierta imagen de actriz sens(x)sual, alejada de la ama de casa sin lujos que interpreta aquí. 


Balaguer se interesa por el perfil machista de él y la sumisión de ella, y por lo tanto apela a principios sociales ancestrales, todavía reconocibles en la sociedad de 2018. El entramado legislativo que perjudica a la víctima, contado con parcos apuntes en la ficción, nada tiene que ver con el amparo mediático de la actualidad, y en ese sentido se notan los más de 15 años que nos separan de la película. Pero, por encima de cualquier detalle, la controversia que suscita Sólo mía tiene que ver con su resolución, un final precipitado, aparatoso y ligeramente amoral que, según el espectador, puede incluso invalidar todo el compromiso social del que había hecho gala la narración hasta ese momento.


Balaguer resbala al darle a su historia, de eminencia y urgencia social, un golpe de efecto vacuo, convirtiendo la trama en un thriller involuntario en el que los patrones de víctima y verdugo se difuminan innecesariamente. Con todo, hay que reconocerle a Balaguer su elegancia a la hora de filmar los conatos de ira doméstica, con una estilizada dirección de fotografía y una coreografía implícita que, sin restar ni un ápice de crudeza a la narración, preserva la integridad de sus personajes ahorrándonos las partes más escabrosas de las agresiones. Sólo por eso, siempre que la dicción de López y el cuestionado oficio de Vega no sean un impedimento para las audiencias más exigentes, Sólo mía merece mayores atenciones.


Para espectadores con conciencia ciudadana.
Lo mejor: El debate que suscita.
Lo peor: El final, muy cuestionable.


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