lunes, 5 de noviembre de 2018

CRÍTICA | HA NACIDO UNA ESTRELLA, de Bradley Cooper


El cuento de siempre
HA NACIDO UNA ESTRELLA
EE. UU., 2018. Dirección: Bradley Cooper Guión: Will Fetters, Bradley Cooper y Eric Roth, a partir de la historia de William A. Wellman y Robert Carson Música: Canciones de Lady Gaga, Bradley Cooper, Luke Nelson y Mark Ronson Fotografía: Matthew Libatique Reparto: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Rafi Gavron, Andrew Dice Clay, Anthony Ramos, Bonnie Somerville, Dave Chappelle, Michael Harney, William Belli, Rebecca Field, D.J. Pierce, Steven Ciceron, Andrew Michaels, Jacob Taylor, Geronimo Vela, Frank Anello, Germano Blanco, Ron Rifkin Género: Drama musical Duración: 130 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 05/11/2018
¿De qué va?: Jackson es un cantante country muy popular que llena estadios. En una de sus giras, conoce a Ally, una chica de origen humilde que sueña con ser cantante. Los dos mantendrán una relación personal y profesional que marcará sus vidas.




Cada generación ha contado con su particular versión de Ha nacido una estrella. El factor atemporal de la historia hay que encontrarla en su estructura de cuento, en el eterno gancho que las historias de amor "bigger than life" tienen para el gran público y en la obsesión de Hollywood por verse reflejado en la gran pantalla. De hecho, si pensamos en la película de 1937 de William A. Wellman, narración del ascenso en Los Ángeles de una actriz venida de la Norteamérica rural, y la comparamos con todas las cintas posteriores, cuyo foco se centra en el mundo de la música, obtendremos un conjunto bastante recurrente de la evolución de las formas de visionado y consumo: pasamos de la imagen genérica de ese cine clásico que se reivindicaba a sí mismo como gran fábrica de sueños, prototipo muy frecuente en el audiovisual de su época, al concepto clásico de estrella de la canción de la obra de George Cukor de 1954, focalizado a posteriori por imperativos comerciales en las figuras de Barbra Streisand (1976) y ahora Lady Gaga (2018), una en los albores de la era pop y la que ahora se estrena en plena revolución digital y reivindicación de las minorías sociales. 


Tiempos diferentes para el mismo "érase una vez", y ahí es precisamente donde radica parte del mérito, o tal vez defecto, tanto de toda la "saga" como de su entrega más reciente. Porque, aunque todas las citadas fueron convocadas en las candidaturas a los Óscar, y por mucho que la cinta dirigida por Bradley Cooper prometa seguir el mismo camino de éxito, no todos los flecos resultan, ya no verosímiles, sino relevantes a nivel artístico. Sabemos que para las majors todo es lícito con tal de sumar una cifra de varios ceros en sus cuentas corrientes. Asumimos que parte del cine del S. XXI se basa en la idea del "constante regreso", de vuelta al pasado, de la moda de la eterna nostalgia, así como de la serialidad aplicada a la televisión pero también a los mil y un remakes, remades, reboots, secuelas y etcétera que apedrean las carteleras. Ha nacido una estrella, versión de 2018, tiene, vaya, toda su razón de ser a efectos industriales, pero no en los términos artísticos que a la cinefilia le deberían importar más.


La nueva Ha nacido una estrella es una película desatinada por dos grandes razones. La primera, de nuevo, por elementos puramente artísticos. Cooper dirige la película con planos cortos, filmando a escasos centímetros de la piel de él y de ella. Probablemente optó por esa vía para potenciar la intimidad de la pareja, pero logra todo lo contrario: causar una claustrofobia estética que no deja respirar a los personajes. Tampoco ayuda un guión que alarga los diálogos para, por contra, acelerar los tiempos, causando un singular desajuste: la narración resulta lenta aun cuando todo se intuye frenético. Cooper y Gaga firman interpretaciones nada desdeñables, pero su trabajo se limita a mantener el tono de sus personajes y nunca consiguen describirlos, hacerlos complejos, convertirlos en seres de carne y hueso. Las canciones están grabadas en directo: hay espontaneidad, pero la calidad del sonido se resiente. Los conflictos se avanzan por la vía verbal: el libreto es poco sutil y escandalosamente aleccionador. Y al final, esa relación de dependencia y amor exacerbado no llega ni al intelecto ni al corazón del respetable: el conjunto deja más frío que un témpano de hielo, por mucho que Gaga se empeñe en teatralizar su voz y recurrir a las muecas barrocas que la han convertido en diva.


En segundo lugar, los peros vienen por la vertiente social. Me cuesta creer que en los tiempos de Me Too se refleje la homosexualidad de una forma tan circense, volviendo a clichés que creíamos superados como "el amigo gay (y secundario) de la prota" y "los travestis guasones". O que se dé una imagen de la mujer tan subyugada al hombre, tolerante con las adicciones del macho, estoica hasta en los momentos de mayor humillación (esa escena en los Grammy) y enlutada de por vida cuando la tragedia se desata, no por sus errores, sino por la mezquindad y la cobardía de aquel al que llama "marido" (esa canción final, pura manipulación lacrimógena). De paso, me pregunto por qué no tiene más espacio el drama familiar de Jackson (al no explicarlo, parece que la trama "lo justifica", sin más) y el padre de Ally (tan obsesionado con el ascenso de su hija que parece un mero peón capitalista). Y también me preocupa que un tema que queda implícito en la historia (la banalización de la música, la lucha entre "lo que el artista quiere cantar" y "lo que la industria quiere que cante") no se desarrolle, aunque para ello sí hay explicación: de haberlo evidenciado, la película se habría demostrado a sí misma el porqué de su desatino.


En resumen, Ha nacido una estrella es una película mediocre en todos los sentidos, incluso nociva para todos los jóvenes que llenarán en los próximos días las salas de cine. Porque "adaptar" un material preexistente no significa "hacer fotocopias". Porque, diga lo que diga la cinta, no todo vale para ser número uno, de la taquilla o de las listas de ventas. Porque el amor no es dolor, ni perder la identidad en favor del otro, ni poner la otra mejilla para salvaguardar una imagen pública. Porque el alcoholismo y las diferencias de clases no son temas que deban tomarse a la ligera. Porque convertir a Cooper en un cineasta de encargo, por accidente, muestra la escasa sensibilidad que tienen los mandamases de los despachos angelinos. Motivos cinematográficos y extracinematográficos que justifican sobradamente por qué la futura candidatura al Óscar a la mejor película para Ha nacido una estrella será una mala noticia para todos.


Para fans de "Ga-ga-u-la-la-a"
Lo mejor: La banda sonora tiene buenas piezas musicales.
Lo peor: Rellenen esta casilla con lo dicho anteriormente.


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