martes, 20 de marzo de 2018

CRÍTICA | EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO, de Yorgos Lanthimos


Ojo por ojo
EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO
Festival de Cannes: Mejor guión. 3 nominaciones a los EFA
Reino Unido, 2017. Dirección: Yorgos Lanthimos Guión: Yorgos Lanthimos y Efthymis Filippou Fotografía: Thimios Bakatatakis Reparto: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan, Raffey Cassidy, Sunny Suljic, Alicia Silverstone, Bill Camp Género: Drama sobrenatural. Thriller surrealista Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 01/12/2017
¿De qué va?: La plácida vida de un cirujano se verá alterada por la presencia de un chico de dieciséis años. La amistad entre ambos tomará un giro inesperado cuando el adolescente le pide al adulto un "sacrificio" para salvar a sus hijas de una muerte inminente.




Canino, con su discurso surrealista, sus personajes deshumanizados y su inconcreción genérica, marcó un antes y un después en el panorama cinematográfico internacional, hasta tal punto que muchas de las películas que concentran a día de hoy las filias y fobias de la comunidad cinéfila emanan de forma más o menos directa de la rareza de Yorgos Lanthimos. Por ello, tiene sentido que la carrera del realizador griego haya vivido una internacionalización fulgurante, un apunte que sirve tanto a la hora de acercarse a Langosta como para entender este El sacrificio de un ciervo sagrado, ambas habladas en inglés, con repartos muy vistosos y presencia en la sección oficial cannois. La cuestión que nos ocupa y preocupa como cinéfilos es si Lanthimos, en paralelo a la creciente exposición que está experimentando su cine, también está ampliando su paleta de temas y tonos, convirtiéndose en aquello que la crítica de la vieja escuela llama "un autor". La pregunta surge con fuerza y, claro está, el estreno que nos ocupa ayuda a responderla.


Efectivamente, El sacrificio de un ciervo sagrado confirma el muestrario de tramas desestabilizadoras de su artífice, y en este caso al conjunto se añaden una originalísima concepción fotográfica y las sentidas interpretaciones de su reparto, con un Colin Farrell que nos brinda el que probablemente sea el papel de su carrera. Con todo, en el film no es menos evidente la voluntad de su firmante por impactar en todo momento y a toda costa, un deseo nada velado que sobrecarga un relato de venganza que, en esencia, puede resumirse en un par de líneas. A la postre, todos los hallazgos visuales y narrativos de El sacrificio de un ciervo sagrado son también parte importante de sus defectos: Lanthimos avista la historia desde lo alto, sin ningún amago de empatía hacia lo que está contando y hacia sus espectadores, y su posicionamiento hierático, frío por deseo y por defecto, acaba cayendo en el artificio, restando a la película toda la perversión que se le suponía en un inicio. 


En resumen, el cineasta griego quiere sumar tantas semánticas en sus ficciones que en última instancia termina por abrazar la nadería más absoluta. Su sello es evidente, el reto película a película es mayor y Lanthimos sabe cómo ejecutarlo, pero quien escribe no sabe discernir dónde empieza y acaba el polemista fílmico del verdadero contador de historias. Sin la novedad que supuso Canino, El sacrificio de un ciervo sagrado se viste de los tropos de gran parte del cine contemporáneo: música cercana al ruido ambiental, personajes propios de un retablo hanekiano, subtramas rayando el fantástico y otras convenciones. Probablemente Lanthimos merece ser considerado un autor, pero en su filmografía sólo se observa la lógica de rizar el rizo, de llevar a las audiencias sivaritas a un éxtasis de mayor intensidad y sinrazón. El debate continuará en el futuro para decidir si Lanthimos es un animal que merece el sacrificio o la santificación.


Para perseguidores de films-escándalo.
Lo mejor: Su trío de actores.
Lo peor: Su petulancia.


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