DÍA 2: Dos farsantes con labia y dos mujeres de armas tomar.
A la vida hay que echarle morro. Ya sabéis: se cumple el refrán de que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Nuestros dos primeros protagonistas del día son graciosos y a la vez se han ganado la simpatía de la crítica. Empezamos por un pícaro español. Francisco Paesa engañó a todo el país y va camino de embaucar a los presentes en Donostia. Su historia es el centro de El hombre de las mil caras, una cinta que a quien escribe no le ha interesado en ningún momento. Rodríguez reviste una narración confusa con una producción ambiciosa: para algunos suficiente, pero no para este blog. Se hablará mucho de ella y tras el festival será imposible evitarla (sí, es carne de Goya), pero es hora de abrir debate sobre la "sobrevaloración" de Alberto Rodríguez, incluso antes de la citada La isla mínima. Su nuevo trabajo se parece más a un telefilm de lujo que a sus mejores logros: cinta que abarca mucho y aprieta poco, sin personajes y con una música taladradora. Lo dicho (y volvemos al refranero): unos ganan la fama y otros cardan la lana.
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Toni Erdmann, de Maren Ade. Sección Perlas. |
Venir a San Sebastián con el Fipresci debajo del brazo impone. Ayer Maren Ade presentó Toni Erdmann con la seguridad de saberse ganadora de antemano, algo insólito. Todo ello explica que el pase de ayer a las doce de la madrugada estuviera lleno hasta la bandera. Nada de lo que pueda decirse aquí rebajará el interés y el palmarés de la película, pero hay que decir que "no es para tanto". Con todo, Toni Erdmann tiene momentos brillantes, dos actores inmensos y una de las relaciones paternofiliales más originales del cine reciente. Una comedia triste, una contradicción que funciona casi en todo momento. Con algunos recortes en la parte central y un final menos vacilante sería una obra maestra. Erdmann es tan caradura como su émulo español, aunque en este caso sí se gana el favor del público. Pocas veces el cine factura obras tan livianas y al mismo tiempo capaces de sintetizar el tiempo en el que vivimos como esta extravagancia alemana.
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A Quiet Passion, de Terence Davies. Sección Zabaltegi-Tabakalera. |
Y de los farsantes pasamos a dos mujeres con carácter que se ponen el mundo por montera. La más destacada es la Emily Dickinson que interpreta Cynthia Nixon y dirige Terence Davies en A Quiet Passion, una obra dotada de una sensibilidad única. Pausada, que no lenta, e irónica, que no cómica, A Quiet Passion subvierte el biopic tradicional para contar una historia de familia, dolor y poesía, con un empaque pictórico y unos diálogos de mordiente teatral. No gustará a todos (dependerá del contexto y el estado de ánimo de cada espectador), pero a este blog le parece más sólida y sombría que The Deep Blue Sea y Sunset Song. Dickinson estaría muy contenta con esta versión entre apócrifa y brillante de su trayectoria como hija, hermana y poetisa.
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I Am Not Madame Bovary, de Xiaogang Feng. Sección oficial. |
Acabamos con la insistente fémina de la china I Am Not Madame Bovary. El film es la historia de una mujer que quiere salvaguardar su honor después de que su marido orquestrara el divorcio de ambos a sus espaldas. A la protagonista no le sobran razones para estar cabreada, pero el estado de paranoia combatiente se alarga durante dos horas que se hacen interminables. Su director quiere embellecer la causa de su heroína con una concepción fotográfica inusual (casi todo el metraje discurre con la pantalla en forma de círculo, como contempláramos los fotogramas desde el objetivo de un binóculo), aunque ningún recurso técnico salva el conjunto de la histeria, el sopor y a ratos el ridículo más absoluto. De momento, el nivel de la sección oficial a concurso es tan poco atractiva como el tiempo lluvioso de San Sebastián.
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