sábado, 22 de noviembre de 2014

CRÍTICA | SERENA, de Susanne Bier


Bier, o la danesa más norteamericana
SERENA, de Susanne Bier
EE. UU., 2014. Dirección: Susanne Bier Guion: Christopher Kyle, a partir de la novela de Ron Rash Fotografía: Morten Søborg Música: Johan Söderqvist Reparto: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Toby Jones, Blake Ritson, Sam Reid, Sean Harris, Rhys Ifans, Ana Alaru Género: Drama Duración: 105 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 31/10/2014
¿De qué va?: Estados Unidos, años 20. George se traslada a las montañas de Carolina del norte para supervisar el funcionamiento de la empresa maderera que preside. Serena, su esposa, no está acostumbrada ni a la vida campestre ni a un mundo gobernado por la fuerza bruta del hombre. El matrimonio, en principio feliz, poco a poco va recrudeciéndose. Serena no puede tener hijos, y ese hecho desquicia a la joven.


Uno de los aspectos más discutidos y discutibles del cine de Bier, y cuyos defensores volvieron a manifestarse en San Sebastián tras la proyección de Una segunda oportunidad, es la tendencia de la directora danesa por recrearse en los aspectos más truculentos de sus tramas en pos de un realismo que vira, en ocasiones, al feísmo con discurso social. Curiosamente, los que recurran a esa muletilla para hablar de cada estreno de Bier tendrán que reformular términos con Serena, su segunda película de producción norteamericana tras Cosas que perdimos en el fuego. Aquí no acaban las sorpresas: Bier ha tenido que trasladarse a la Norteamérica profunda de la Gran Depresión para filmar una gran variedad de cielos decembrinos, de vinculación nórdica, pero geográficamente muy alejados de los grises europeos. Y hay más: si Bier trufa sus películas de subrayados narrativos, casi siempre sirviéndose de una fotografía y un montaje muy cuidados (aspecto que, de nuevo, resultará más o menos satisfactorio según los criterios de cada uno), el argumento de Serena apenas se apuntala en cuatro datos, y por lo tanto la película, más atmosférica que discursiva, juega a introducir al espectador en un dilatado estado de extrañeza que explota en el último tramo del film. 


Estamos, en definitiva, ante un quiebro más en la carrera de Bier, en las antípodas de la liviandad de Amor es todo lo que necesitas, pero también de la seriedad dramática de la oscarizada En un mundo mejor. Con la ayuda de Lawrence y Cooper, Bier cuenta una historia en la que en apariencia no sucede nada, pero que desde el minuto uno parece tocada por la tristeza, por la nostalgia de una época y unos paisajes poco explotados en el cine reciente. Bier evita tópicos y juega a destruir expectativas: no estamos ni ante un melodrama de fácil digestión (lo que demandan los premios Óscar) ni ante un nuevo vehículo para el lucimiento de la pareja de actores del momento (es más: la cinta dilapida con bastante inteligencia la imagen agradable que sus protagonistas han construido previamente gracias a las cintas de David O. Russell). 

En resumen, una película desasosegante, fuera de cualquier previsión y cánon, que por su apego a los márgenes corre el riesgo de ser un título marginal. Puede que ahora se la considere una obra aburrida, alicaída o carente de sustancia, pero el tiempo remará a su favor. Bier es, guste más o menos, una de las pocas directoras que ha utilizado su popularidad para confeccionar películas que en otros contextos, en manos de otros responsables, serían inviables. Serena, vaya, dista muchísimo de la película estadounidense que busca contentar a los grandes estudios y a una audiencia estándar, y eso honra a Bier. Una de las rarezas de este 2014, con un Bradley Cooper que emula a ciertos actores clásicos y con una Jennifer Lawrence que despliega todo su talento. Francamente interesante.


Para amantes de las películas suicidas.
Lo mejor: Lawrence y la escena del hospital.
Lo peor: Algunos clichés del ambiente 'western'.

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