domingo, 2 de noviembre de 2014

CRÍTICA | MI OTRO YO (ANOTHER ME), de Isabel Coixet


Coixet, cara B
MI OTRO YO (ANOTHER ME), de Isabel Coixet
España, Reino Unido, 2013. Dirección y guion: Isabel Coixet Fotografía: Jean-Claude Larrieu Música: Michael Price Reparto: Sophie Turner, Claire Forlani, Rhys Ifans, Jonathan Rhys Meyers, Gregg Sulkin, Ivana Baquero, Geraldine Chaplin, Leonor Watling Duración: 80 min. Género: Thriller psicológico Tráiler: Link
¿De qué va?: La vida de Fay, una adolescente con una vida aparentemente perfecta, cambia de la noche a la mañana cuando a su padre le detectan una extraña enfermedad. A todo ello se suman sus tiranteces con su madre y la extraña sensación de que alguien la está suplantándola para desestabilizarla.


Mi otro yo se ha presentado injustamente como la primera incursión de Isabel Coixet en el género de terror. Una consideración cuanto menos discutible si pensamos que el cine de la realizadora catalana siempre ha demostrado una gran capacidad a la hora de crear atmósferas de tensión y dolor, un recurso muy propio del cine de terror. Además, algunos planos de Mapa de los sonidos de Tokio (película, como Mi otro yo, claramente nocturna en su estética y narrativa) ya demostraban ciertas conexiones del 'universo Coixet' con las fórmulas del suspense. Y para más señas, el arranque de Ayer no termina nunca, con un paisaje zombiesco y desolado, establecía como marco del drama de la pareja protagonista un espacio absolutamente terrorífico, más metafórico que terrenal, en el que Coixet ya jugaba con cierto terror implícito. Mi otro yo, en definitiva, no sorprende como enésimo paso o variación en la filmografía de Coixet: en el film se reconocen tanto los formalismos del género (se dan cita los lugares comunes más identificables: el sueño que despierta a la protagonista aterrada, la persecución por un largo pasillo, constantes juegos de sombras y efectos de sonido, etc.) como las temáticas que siempre han imperado en las ficciones de la directora, detalle que dota a este nuevo film de un innegable atractivo.


La decepción generalizada que ha motivado Mi otro yo, por lo tanto, puede explicarme por otras vías. Coixet no ha traicionado su mirada, pero descuida hasta límites preocupantes la descripción de sus personajes. El film, como resultado, avanza con ligero interés por su ambigüedad, pero en su tramo final naufraga tanto por la precipitada confesión del personaje del padre (no se pueden ni deben aportar más datos para evitar spoiler) como por las repercusiones que finalmente tiene ese monólogo en toda la trama. Da la sensación, en definitiva, de que Coixet no sabe qué contarnos, o bien no sabe hacer explícitas sus intenciones de una forma inteligible. A la postre, Mi otro yo resulta más ligera que perturbadora, con escenas absolutamente huecas y secundarios totalmente desaprovechados (Rhys Meyers, Watling o Chaplin simplemente 'intervienen', pero aportan más bien poco al conjunto de la historia). Si la cineasta quería ofrecer una nueva visión de la 'figura del doble', si únicamente quería hacer una gran disertación de las dudas propias de la adolescencia o si en realidad sus expectativas iban por otros derroteros es un misterio que ni se resuelve ni parece que su resolución conduzca a caminos interesantes. Esperemos que Mi otro yo sea solo un paréntesis en la carrera de su artífice: comparada con Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, los grandes logros de Coixet, Mi otro yo a duras penas cumple como telefilm de mediatarde.


Para interesados en films 'de terror' y 'de autor'.
Lo mejor: Pese a todo, Coixet no se limita a filmar según los códigos del cine de terror establecido, por lo que, hasta en sus peores momentos, Mi otro yo tiene personalidad.
Lo peor: Su argumento se resume en pocas líneas, pero a la hora de responder a la pregunta '¿de qué va la película?', cuesta decir algo mínimamente coherente.

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