9 mois ferme es una tira cómica alocada y muy entretenida. Es una película que se entiende en todos los países y que puede llegar a todo tipo de públicos. Un producto enteramente blanco con el que Albert Dupontel, actor y director, ha contado con el favor del público (taquillazo en Francia), de los compañeros de profesión (se llevó a casa 2 premios César), de la prensa (los cronistas galos le concedieron el Globe de Cristal a la mejor película) y de la flora y fauna festivalera (en San Sebastián algunas de las escenas de la película rompieron el risómetro del auditorio). ¿Hay para tanto? Tal vez no. ¿Recibirá los mismos halagos cuando se estrene en España? Seguramente tampoco. Pero 9 mois ferme es una prueba más de la capacidad de nuestros vecinos por ofrecer mil y una variedades del vodevil de turno con mucha gracia.
El humor del film descansa sobre el choque de caracteres que se
establece entre Ariane, una jueza de lo más estricta que apenas sale de
las cuatro paredes de su despacho, y Bob, un caco de poca monta que se
cruzará en el camino de Ariane una noche de fin de año en plena
borrachera. Una historia que se asienta sobre lo inverosímil desde el
primer minuto y que se disfruta como lo que es: un disparate que
aprieta el acelerador, que consigue momentos verdaderamente brillantes y
vibrantes, y que finalmente deja que la maquinaria del relato descanse
en favor del final más ecuánime para los personajes. Apenas los insertos
televisivos con Jean Dujardin esconden una broma privada y muy francesa
para una película que se ve y se recuerda con una sonrisa de oreja a
oreja. Lástima, eso sí, que la descripción de los estamentos judiciales
sea puro tebeo y no haya ningún amago de actualidad o crítica: esa es la
diferencia entre el humor y la sátira, y 9 mois ferme,
afortunadamente para el conservadurismo francés y el divertimento de
todos nosotros, es una comedia clásica, sin segundas intenciones y
bastante revitalizante. En el Festival de San Sebastián funcionó a
modo de desengrasante entre tanta película 'trascendente', entre ellas la
ácida pero errada Quoi d'Orsay: ojalá podamos verla muy pronto en las salas españolas.
Para reírse y evadirse, que no es poco.
Lo mejor: Sandrine Kimberlain en constante ataque de nervios.
Lo peor: Podría ser más 'cañera', entendiendo el término como 'políticamente más incorrecta'.
Nota: 6'5
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