Kirby Dick lleva diez años dedicado en cuerpo y alma a destapar las complejidades de Estados Unidos. En sus documentales, Dick toma algunas de las instituciones, físicas y conceptuales, más importantes de la patria yanki y las desmonta sirviéndose de hechos, datos de todo tipo y testimonios lapidarios. Outrage, su anterior trabajo, era un análisis preciso y perverso sobre la homosexualidad en el país más recatado del planeta, concretamente en cómo esta es escondida dentro de los sectores políticos, tanto conservadores como liberales, de un país que más que un territorio es un concepto o un estado de ánimo, y en el que nunca queda bien decir las cosas a la cara, llamar a las realidades por su nombre o denunciar en público ciertas injusticias. Ahora el foco de atención de Dick es el ejército, estrategia recurrente si tenemos en cuenta que Estados Unidos está empezando a desasirse de las heridas de la Guerra de Irak. A diferencia del magno ejercicio de Bigelow, Dick no se ha ido al campo de batalla ni a los despachos donde se orquestró la contienda. Interesado de nuevo por el factor humano, La guerra invisible destapa las distintas denuncias por abusos sexuales que implican a las fuerzas militares norteamericanas, en su mayoría protagonizadas por mujeres que tras su paso en el ejército siguen teniendo secuelas físicas y psíquicas de unos maltratos que en la mayoría de los casos sucedieron de forma repetida y constante a lo largo de meses e incluso años. Dick ofrece estadísticas escalofriantes, enciende la cámara a pocos metros de los rostros llorosos de las víctimas y expone la inoperancia de los distintos organismos, ministerios y personas que se encargan de velar por la buena imagen y funcionamiento de tal emblema yanki. El tono de divulgación y denuncia se hace sentir en todo el metraje, y Dick vuelve a triunfar al dejar el juicio y las conclusiones de mayor calado al espectador. Lo que queda es un documental que cae como una losa, imaginamos que todavía más en las mismísimas entrañas de los Estados Unidos: de ahí su justa nominación al Oscar. Formalmente aporta poco al género documental (no así Searching for Sugar Man) y funciona únicamente por la rotundidad de su temática. Una buena oportunidad para escudriñar las alas más oscuras del 'ser americano', aunque cinematográficamente sea una apuesta simplemente correcta. La guerra invisible del título, eso sí, llega a nosotros con la claridad y la dureza que sus responsables querían: 'chapeau' por ellos.
Para coleccionistas de sueños rotos y manipulaciones varias.
Lo mejor: La sinceridad de sus testimonios.
Lo peor: En el fondo no deja de ser una cadena de testimonios.
Nota: 6'5
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