sábado, 18 de diciembre de 2010

Crítica de BALADA TRISTE DE TROMPETA

ESENCIA DE LA IGLESIA
Hemos tenido que llegar hasta aquí para darnos cuenta de que todas las películas de de la Iglesia orbitan sobre el mismo principio: la contraposición y al final la lucha a muerte entre unos personajes que, de paso, vienen a representar el eterno juego del gato y el ratón con su parte lúdica pero también su carga trascendente. A diferencia de otros, esa pugna no es una representación del bien enfrentado contra el mal, aunque en El día de la bestia la invocación del mismísimo demonio era uno de los factores más importantes de la cinta. En el cine de este gran realizador no hay ni buenos ni malos, sino personajes que dentro del tablero de la ficción del relato se sitúan en bandos contrarios. El antagonismo es una idea intrínseca que forma parte de los mecanismos invisibles de la ficción, porque todo término tiene su antónimo, todo personaje necesita unas motivaciones y todo héroe necesita su émulo oscuro. Y es en esa esencia donde el cine del bilbaíno desvela sus cartas, se asienta, se divierte y encuentra su razón de ser. Acción mutante y El día de la bestia eran arrebatos de un director joven, con obsesiones comiqueras y un riquísimo mundo interior. La joventud de esas primeras obras se traducían en rebeldía, en la filmación de la sinrazón en su parte más plástica, virtudes visuales que esta balada toma de forma acertada. Con Perdita Durango se apuntó su primer tanto internacional; sin duda es una de sus peores obras, pero en esa road movie sangrienta se aglutinan los tintes locos que de la Iglesia no ha soltado hasta la fecha. Muertos de risa ya ejemplificaba de forma directísima la batalla de esas dos partes insalvables, pero ni sus actores ni el guión lograron salvar la película. Por el contrario, La comunidad es su episodio más glorioso, una comedia bufa que es un thriller brutal, clara metáfora del egoísmo y de una españolidad doliente: la idea de unas ratas a la carrera, una vecindad fuera de sí por una maleta llena de billetes, sirve de excelente homenaje y ampliación de las comedias corales del mejor Berlanga. 800 balas desvela algo que conecta con Muertos de risa y que eclosiona en esta balada que ahora se estrena: de la Iglesia, al hablar de la guerra, también filma a sus víctimas, por lo que su cine es un alegato a favor de los marginados, ya sean humoristas, actores de western casero o payasos. Es un cine de resistencia protagonizado por supervivientes. Crimen ferpecto, ya desde su título, explicitaba los referentes del director; esta es la película más lúdica del artista y una de las más interesantes por filmar el consumismo y la competición en el mundo laboral en clave terrorífica. Y aunque Los crímenes de Oxford, más refinada, sea lo menos 'de la Iglesia' que el vasco ha dirigido, sí conservaba esa estructura de juego diabólico, de misterio por resolver, marca de la casa. Todo para encontrar en la moda payasa de Crimen ferpecto la excusa de su novena película: Balada triste de trompeta. Y es después de este ejercicio diacrónico de compilación y reflexión cuando nos percatamos que la comedia de de la Iglesia siempre ha sido muy negra. Incluso un drama. Balada triste de trompeta, aunque se construye a partir de chistes, es la evolución de una carrera y la conquista de un zenit que no da lugar a la risa. Es una película desangelada, un animal moribundo al que le cuelgan las tripas y cuyo cadáver empieza a pudrirse. Todo lo antes visto era un proceso más o menos lógico para llegar hasta aquí. Y Balada triste de trompeta es, al final, el corazón del cine del vasco, sin arterias, sin las capas de dermis ni sutileza de antes. En otras palabras, el enfrentamiento entre el payaso tonto y el análogo triste en todo su esplendor y violencia. Hay que dejar la filmografía de de la Iglesia aparcada para disfrutar de la película, pero siendo conscientes que gracias a ese bagaje hemos llegado al destino final. El momento en el que de la Iglesia filma su particular exorcismo, monta su propio circo, saca polvo a sus fantasmas, desvela su amargura antes sólo intuida y regala una película envenenada que es un navajazo en la tripa, un escupitajo en el ojo y un vómito naranja que surge de los adentros más ocultos del director. La más personal, la más polémica. Una balada, sí; triste, sobre todo; y de trompeta, porque el sonido del instrumento es estridente. Una obra maestra y un despropósito.


EL ARTISTA SUICIDA
Creo que Balada triste de trompeta es el título más suicida de su artífice. Conecta con un espíritu español y una idiosincrasia ibérica que difícilmente podrán entender los analistas extranjeros. Incluso disgustará a muchos académicos españoles, porque no es una película fácil ni complaciente. Por eso se agolpan desde el minuto uno (el rumor era cierto: dan ganas de aplaudir tras los títulos de crédito) imágenes de nuestra Guerra Civil, ejes culturales como Eurovisión y el Lute, la televisión en blanco y negro o las urbes medio derruidas de postguerra. Porque aquí es la primera vez que el contexto domina al argumento: todo se lee en clave histórica. Muestra de que Balada triste de trompeta es el salto a un precipicio está en su guión. A ratos parece que la trama toma el rumbo más inverosímil posible y de la Iglesia juega a rizar el rizo. Pero es esa estructura, sin demasiada lógica y a trompicones, la que mejor describe la convulsión y la tensión de esos años 70 antes de la muerte del caudillo. Parece que de la Iglesia haya ideado el libreto una noche en un bar. Balada triste de trompeta es, en resumen, pegotes sobre pegotes, a cada cual más disparatado. No por casualidad la película cierra sus puertas con la caída de la dama con su tela roja en el Valle de los Caídos. Y no por causalidad la historia empieza con unos payasos trabajando. Porque esta es la primera película del de la Iglesia 'presidente de la Academia de cine'. Balada triste de trompeta habla, entre otras cosas, de la dignidad de una profesión, y ese inicio (una función de payasos mientras se oyen ruidos de bombas) entronca con clásicos del cine español como ¡Ay Carmela! o El viaje a ninguna parte, incluso la reciente Pájaros de papel. Un cuento de cómicos errantes y la cristalización de una pesadilla: la película es un viaje a las bambalinas del tren de la bruja, tan oscura que las imágenes parecen no suceder en ningún espacio físico, tangible: su escenario es el de ensoñación. El proceso cuenta, por fortuna, con un plantel de bufones con rifles: excelente Carlos Areces, que se desnuda, se revuelve en el fango y conoce al mismísimo Franco en una cacería que rememora Los santos inocentes; Antonio de la Torre, un portento potente; y Carolina Bang, el objeto de deseo que también es el sujeto generador de angustia. Los tres dan rostro y voz a unos seres que viven una metamorfosis hasta chocar con su monstruo interior. Y ese proceso precisa una pérdida de la identidad: uno tiene la cara desfigurada, y el otro se destroza el rostro con una plancha que arde. De la Iglesia también cambia de máscara. La reflexión sólo llega al final, cuando todo termina y empezamos a respirar. Y a partir de ese plano final el espectador debe entonar su particular mea culpa. No es gratuita, pues, pero sí extrema. Suicida. Y seguramente incomprendida: tanto su parte honda como su faceta trepidante necesitan una digestión que pocos querrán o podrán hacer. Pero si se sabe ver más allá, nada debería impedir que, como ya ocurrió en Venecia, de la Iglesia sea el protagonista absoluto de los próximos Goya.  Como instigador, anfitrión y máximo ganador. Paradójicamente, la cinta es un homenaje a las gentes del gremio cinematográfico. Sin ser perfecta, no hay mejor película para contextualizar el veinticinco aniversario de nuestros premios.


POR UN PASADO QUE MURIÓ
Otro de los temas que más me interesan de Balada triste de trompeta es el de la mujer sumisa. La trapecista que interpreta Carolina Bang acepta el maltrato que le infringe su novio. Siente odio y auténtica dependencia por el agresor. Javier, en su primer estadio inocente, funciona como un pagafantas en clave circense.  Y Sergio es la personificación de cualquier régimen distatorial. Se me ocurre que la mujer maltratada de la España contemporánea nace en ese prototipo de mujer silente que retrata la película: la dama ligada a la figura del marido, víctima del machismo y la primera en sucumbir ante el macho. Porque la película es también una historia de amor. Y una tragedia romana y gótica que no puede terminar bien. Bang es aquí el descubrimiento del film: una malabarista de la interpretación y una contorsionista de físico escultural. Otra demanda: el Goya a la artista revelación del año ya tiene dueña. Carolina Bang, ya vista en la serie Plutón BRB Nero, es el único fichaje respecto el plantel clásico que ya forma parte del mundo de de la Iglesia. Terele Pávez, Enrique Villén, Sancho Gracia, Santiago Segura, Raúl Arévalo o Luis Varela hacen su pequeño cameo para demostrar que Balada triste de trompeta es un pastiche 'made in de la Iglesia'. También aparece Raphael, cuya canción da nombre a la obra (también hubiera podido titularse En carne viva, otra pieza de los grandes éxitos del cantante de Linares). Una evocación del pasado personal del director que es también la evocación de nuestro pasado. La canción dice que ese pasado murió, pero puede resurgir de sus cenizas. Es aquí cuando Balada triste de trompeta, además de personal, es útil y necesaria, imperfecta per se. Sólo queda dar las gracias a Álex, desearle mucha suerte con su criatura (la necesitará) y animarle a seguir siendo uno de los cronistas de lo que ha ocurrido y ocurre en nuestro contradictorio país. El tiempo dirá si Balada triste de trompeta, además de ser una obra de culto para mentes tarantinianas, es un punto clave en la historia del cine español. Seguro que sí.


Nota: 9

10 comentarios:

pender dijo...

Gran crítica. Tengo unas tremendas ganas de verla, espero que no me defraude.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho la crítica.

Pablo Martinez dijo...

Buen artículo! La quiero ver cuanto antes!

Un abrazo Xavi!

Anónimo dijo...

Buena crítica, pero la película no me ha gustado. Tan sólo he disfrutado con el principio, cuando todo está ambientado en la Guerra Civil.
Bang, estupenda.

SirDi

David Cotos dijo...

Feliz Navidad y Próspero 2011.

pender dijo...

Aquí van 2 notas de cintas españolas para el cineranking:
- Enterrado: 9
- El mal ajeno: 6

Lucas Liz dijo...

Lo mejor, sin duda, los títulos de crédito iniciales,..., algo espectacular. Depués creo que se va diluyendo poco a poco.
Desde la Ignorancia, Lucas Liz.

Paula Lago dijo...

Dios que ganas de verla, estoy ahora bajándola :P asique ya te diré si me ha gustado!! Tu artículo lo leí por arribita por las dudas, asique volveré esta noche para leerlo con detenimiento.

Anónimo dijo...

absurda, grotesca, gratuita, y lo que es peor, aburrida. Todo lo peor de De la Iglesia condensado en un film que nunca hubiera ganado Venecia sin las presiones de Tarantino. Además frases que he leído como "un fresco de las dos Españas", no hacen sino evidenciar las carencias de la peli, que no es más que una serie b de payasos violentos de las muchas que hay.
De La Iglesia, encima, intenta vendernos la moto con frases del tipo "sólo puedes ser el payaso tonto o el triste, no hay más" y otras por el estilo en las que pretende que su bodrio contiene y/o explica el eterno conflicto de la España esperpéntica partida por dos ideologías.
Vergüenza ajena me da. Ha hecho una peli gore de payasos, nada más. Si la hubiera rodado Tarantino sería infinitamente mejor.

lascabecitas dijo...

Técnicamente muy buena, estéticamente muy cuidada, gráficamente impecable y hasta ahí. Entretenimiento y punto, no mucho más.

Lo mejor, los créditos iniciales y la actuación de Antonio de la Torre. Algún secundario roba alguna buena escena también, pero ninguno llega a destacar. Discrepo profundamente con ponderar la actuación de esta chica Carolina Bang, exagerada y poco emocional, nunca "llega a llegar".

No es el mejor De la Iglesia, ni por asomo. Si bien ha crecido en el "saber producir" un cine más "internacional" nunca ha superado -para mi- su binomio Día de la Bestia/La Comunidad.

La miré como un entretenimiento (como dije al principio). Nunca me hizo reir, nunca me llegó a emocionar. La vi de afuera, desde el cine. Y eso no está bueno.

De todos modos, sigo "confiando" y me sigue gustando de la Iglesia. Un gran director. Espero que para la próxima vuelva a contar una historia más cercana. Con su mirada y con su cine pero espero volver a ver personajes cotidianos que con la firma de De la Iglesia, seguro -que al menos para mí- será un filme mas interesante de ver.

Gracias

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