lunes, 1 de noviembre de 2010

Crítica de LOS OJOS DE JULIA

Es imposible no recordar El orfanato antes, durante y después de visionar Los ojos de Julia. Las dos películas cuentan con la producción de Guillermo del Toro. Las dos se estrenan en fechas similares. Las dos optan por un terror clásico. Las dos inauguraron el Festival de Sitges. Las dos se construyen sobre una investigación policial que, a la vez, supone el viaje emocional de la protagonista. Y en esa exploración entre tinieblas, Belén Rueda, musa casi sin querer del nuevo cine fantástico español, nos regala dos interpretaciones desgarradas que son dos de los tours de force más suicidas que se recuerdan, y que con toda seguridad se verán recompensados con nuevas nominaciones al Goya. Y tras las similitudes, las diferencias. Porque Guillem Morales ha rodado una película personal, una historia más de tensión que de horror. Rueda es el motor y al final lo mejor de la cinta: ella finge ser ciega, interpreta a una invidente y se mete en la carne de una persona con una enfermedad degenerativa que a lo largo de la película va perdiendo la vista. Morales rueda este juego de visiones desde la oscuridad más absoluta. Ésta es una película tétrica, bastante angustiosa, que habla de dos de los temores universales del ser humano: el mal externo (ese asesino casi invisible que deambula al estilo Carlos Ruiz Zafón) y el mal interno (el dolor físico, el estado en el que el cuerpo atenta contra la propia persona y la lleva hasta su total degradación). Estos dos miedos, como tantas otras piezas de una trama compleja, se dan cita de forma desigual. Los ojos de Julia tiene momentos sublimes y el público nota que el director ha calibrado casi todas las escenas al detalle; y entre algunos recursos visuales muy ingeniosos, la historia central no se sostiene. Hay algunas excusas narrativas que parecen sacadas de la redacción de un estudiante de E.S.O. Y cuando lo genial roza lo absurdo, nos queda eso de: 'está bien, pero esperaba más'. No llega a la genialidad de El orfanato. Tampoco conseguirá la misma recaudación que su hermana de género. Se deja ver, y no es un juego de palabras. La pesadilla de todo miope.


El momento: En una habitación totalmente a oscuras, Julia intenta deshacerse del asesino mientras espera la policía. Sólo la luz de una cámara fotográfica nos permite seguir a los personajes. Verdaderamente agobiante.

La escena: Julia persigue a un hombre por los pasillos de un hospital con la sola ayuda de la luz de su teléfono móvil.

La revelación: Pablo Derqui. Su personaje es crucial dentro de la maraña narrativa de Los ojos de Julia. Su interpretación es excelente. Merece recompensa en los Goya.

Nota: 6