La historia de Déjame entrar sigue tan presente en la mente de los cinéfilos que realizar un remake con tanto poco tiempo de diferencia respecto el original sueco parecía un atrevimiento casi suicida. Esta revisión, que no copia, del título de culto nórdico pronto desvela sus cartas para demostrar que merece la pena. Esta Déjame entrar tiene notables atractivos. En primer lugar, la excelente trasnlación de la historia en un contexto social definido, de cambio, donde se cita a Reagan y se escucha el Let's Dance de David Bowie. Sigue fiel a los aciertos de la primera: la madre del niño protagonista sigue fuera de campo, y permanece intacta esa atmófera de hierro y hielo que en el fondo podría ocurrir en cualquier parte del mundo. Déjame entrar retrata con mucho atino la situación de represión, marginación y violencia que sufre el protagonista, incluso las escenas de bullying son más rotundas que las de Alfredson (aquél jugaba más a la ambigüedad, y Reeves se muestra más claro, también más contundente en este apartado). La historia también ve alterada su narración en orden cronológico para adaptarse a las exigencias del público norteamericano. En sus primeros fotogramas, Déjame entrar es la historia de una investigación policial, algo que despista al espectador que conoce el material de partida. Pero la película pronto se sitúa allí donde lo hacía la obra sueca: en una historia de amor sui generis, aquí más romántica, teñida de sangre. El personaje del 'cuidador', interpretado por Richard Jenkins, tiene mucho más peso en la nueva versión, aunque se nos sigue escondiendo la verdadera naturaleza e intenciones del personaje. En resumidas cuentas, Matt Reeves, tras la rimbombante Monstruoso, ha aportado un enfoque nuevo y bueno, añadiendo y sacando a su gusto, aceptando que hay momentos que ya no se podían superar (la escena de la piscina) y otros que admitían otras posibilidades (hay mucha más pringue rojo en el ataque en el puente y el inserto del accidente de tráfico, con su plano secuencia, es excelente). Las dos Déjame entrar son complementarias y estimables. Quien crea que el remake, además de lícito, puede ser bueno, se encontrará con una película intensa que los no iniciados vivirán con el mismo entusiasmo que los seguidores de la versión original. Revisando lo que dije en referencia a esa película, ahora creo que ni esa era tan buena ni la de ahora es tan mala. Por eso, porque nada está cerrado y ninguna película es perfecta, el remake es una arma cargada de valor. Vean Déjame entrar, aun a sabiendas de que es difícil, sin pensar en su análogo europeo. Se darán cuenta que es la mejor película yanki de terror del año.
Nota: 7'5