Vi Pa Negre el pasado martes por la tarde. La hora no acompañaba: primera sesión de las 16h. El día tampoco: no había ningún descuento que facilitara la asistencia a los multicines. Y aun tratándose de una sala pequeña, había gente. 'Esto explica que la película haya sobrevivido al alud de estrenos y se haya colocado en la décima posición de las más vistas', pensé. Y cuando acabó la película, justamente en el momento de mayor intensidad, justamente en el instante en el que el buen cine gana a la propia vida y uno desea que la película dure dos horas más, cambié de pensamiento. Me dije: 'éste es el cine catalán que quiero'. La Ley del Cine Catalán es, como ya he dicho en repetidos posts, una decisión más política que cultural. Como catalán, aplaudo ver una película en mi idioma, pero sobre todo rodada aquí, con actores nuestros y con un resultado excelente. Quiero que me expliquen mi cultura, mi sociedad: la del pasado que refleja Pa Negre o la del presente que retrata Tres dies amb la família. Ese es el camino a seguir: un cine que toque temas locales para devenir universal y poder exportarse a muchos países. Un cine que no aspire a tímidas copias o a contados pases televisivos: que haga ruido, que tenga el respaldo del público, que gane premios en festivales de prestigio y que destaque por sus excelencias técnicas. Pa Negre cumple todos estos objetivos que, para los demás, siguen siendo retos. Pa Negre aspira a ser una película fundacional. No existe mayor ni mejor reunión de todos nuestros actores, porque el reparto de Pa Negre, desde el más protagonista hasta el figurante, pasando por los niños (enésima asignatura pendiente de nuestra cinematografía que aquí brinda una agradable excepción), brillan como el mejor elenco hollywoodiense. Uno sale de la sala contento, conmovido, presumiendo de lo que ha visto y considerándolo casi como propio. Pa Negre es un milagro. No sólo doy por seguro su triunfo en los Gaudí, sinó que espero que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (larga etiqueta para la que es la 'Academia de nuestros amores y disgustos') la considere en todos los apartados de los próximos premios Goya. Pa Negre no es una película que arranque las lágrimas del espectador, pero sí consigue desgarrarlo en silencio y dejar un poso increíble. Una vez dejé el cine, mientras esperaba el autobús, pensaba: 'al final, la cosecha de cine español no será tan mala' Otra alegría.
Pa Negre empieza en un bosque. Volvemos a situarnos en un cine español de posguerra con niño de por medio, y aún así todo suena diferente. El primer fotograma es la narración de un crimen y todo respira ambiente de western. Pa Negre nunca abandona ese género: va al grano, y las muertes del inicio serán el desencadenante de un trama tan compleja como apasionante. Pa Negre se ennegrece a medida que se complica, cuando añade personajes, cuando desvela verdades y esconde secretos. Es una historia que va de menos a más. Tiene un guión literario, influencia obvia del libro que adapta (dicho sea de paso, un clásico en la sombra de nuestra literatura), y un estilo casi teatral. No tomen este apunte como un defecto: no se me ocurre en el cine español reciente una escena más violenta, un diálogo más intenso y unas miradas más sanguinarias que la entrada de la viuda (Laia Marull) en la casa de la madre protagonista (Nora Navas, justísima ganadora de la Concha de Plata de San Sebastián). Incluso en su descripción de los amos y los siervos, los jefes y los mandados (o, como dice el profesor borrachín que interpreta Eduard Fernández, 'los vencedores y los vencidos'), logra invocar el espíritu de clásicos como Los santos inocentes. Al menos se sitúa varios peldaños por encima de Los girasoles ciegos o La lengua de las mariposas (todas ellas adaptaciones literarias). Ya ven mi entusiasmo. El Pa Negre o Pan Negro, ese título metafórico no muy difícil de adivinar, llega en el momento oportuno. Una película compleja, una historia de fantasma que inspira confianza, verdad. Un acierto mayúsculo que los críticos y los premios deberían redefinir como superlativo.
La interpretación: O mejor dicho 'las interpretaciones'. Nora Navas se lleva la palma.
La escena: Andreu recibe la visita de su madre. Él está estudiando en una escuela de Vic y la mujer vuelve a evocar la opresión del pueblo. El diálogo entre los dos no tiene desperdicio. 'Somos lo que fuimos', como dijo el poeta.
Lo más emocionante: La visita a la cárcel. Pone los pelos de punta. Corta la respiración. La garganta se oprime. Y los ojos se humedecen.
La pregunta: ¿Por qué no ganó la Concha de Oro en San Sebastián? ¿Cuántos malos malísimos suma ya Sergi López? ¡Ah!: ¿y cuándo tendremos el dvd en las tiendas?
2 comentarios:
interesante filme. De Villaronbga me quedo con EL MAR que me dejó tocado.
Te animo a participar en las nuevas encuestas de mi blog proponiendo una cinta britanica o irlandesa como mejor peli.
Puedes participar enviandola a nosoyuncritico@hotmail.es
Saludos
Me alegra, compa Xavier, que hayas disfrutado tan ricamente de la última propuesta de Villaronga (un director al que sigo desde que debutara en el largo con Tras el cristal, y cuya filmografía me parece de lo más rico y estimulante de nuestro cine). Desgraciadamente, algunos, en según qué sitios, no hemos podido acceder a esa maravilla, porque no se ha estrenado. No, no te hablo de Burundi, Ruanda, o, ya puestos aquí en España, Villatripas de Arriba o una aldeilla perdida del páramo castellano. No, no, hablo de Córdoba, ciudad con casi medio millón de habitantes y aspirante, con bastantes posibilidades (y ojalá cuaje, que conste...) a la capitalidad cultural europea en 2016. O sea, que mucho tiene por mejorar nuestro cine, y no, precisamente, a nivel creativo, vaya... Un abrazo y buena semana.
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