lunes, 11 de octubre de 2021

PELÍCULAS INTERNACIONALES DE LOS ÓSCAR | ¡QUIERO SER FAMOSA! (IEDEREEN BEROEMD!), de Dominique Deruddere (Bélgica)



¡QUIERO SER FAMOSA! (IEDEREEN BEROEMD!)

Bélgica, 2000. Dirección: Dominique Deruddere Guion: Dominique Deruddere Música: Raymond van het Groenewoud Fotografía: Willy Stasen Reparto: Josse De Pauw, Eva van der Gucht, Werner De Smedt, Thekla Reuten, Gert Portael Género: Comedia. Parodia Duración: 95 min. Tráiler: Link 
¿De qué va?: La mayor pasión de Marva, de 17 años, es imitar a cantantes famosos. Casi todos los fines de semana participa en concursos de salto a la fama, con el apoyo de sus padres, pero sin el más mínimo éxito. Su padre, Jean, quiere ayudarla componiéndole incluso el repertorio, aunque, como no tiene ni idea de música, se queda en melodías chirriantes. Un día despiden a Jean de su fábrica, y este, como venganza desesperada, decide secuestrar a la cantante más famosa y sexy del país, lo cual puede ayudar a que Marva salte a la fama. (FILMAFFINITY)


Los caminos del Óscar son inescrutables. Bélgica nunca ha conseguido la nominación con los filmes de los hermanos Dardenne, todos ellos premiados en Cannes y reconocidos por la crítica internacional. En cambio, en el seno de la Academia gustó, por razones difíciles de adivinar, la leve crítica social, con admiración y parodia incluida al mundo de la fama y del show business, de Quiero ser famosa. En pantalla, un padre que acaba de perder su trabajo, con la bondad y la moral propia de los (anti)héroes de Full Monty, rapta a la ídolo de masas joven del pop flamenco (nos referimos a la lengua, no al género cañí) para que su hija, una adolescente regordeta, allane su vía hacia el éxito. La película no termina de llevar el disparate a sus últimas consecuencias, le falta socarronería, carece de mordiente... y aún así su visionado es una experiencia agradable. La clase pobre, con triquiñuelas que el guion elude o justifica pertinentemente, consigue hacerse un hueco en los corazones de la audiencia. Todos los personajes, tallados de un costumbrismo casi patético, merecen el aprecio del respetable. Y con estas señas, lo que queda es una película susceptible de nuevas versiones o remakes, una demostración de la fascinación que despiertan las estrellas, no siempre tan inalcanzables, del mundo del cine y de la canción (de eso Hollywood, la eterna fábrica de sueños, sabe mucho). Para los millenials, una rareza arqueológica de cómo era ser fan en tiempos de Superpops, karaokes y radiocasetes, sin redes sociales ni talent shows a gogó.


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