UN MUNDO NORMAL
España, 2020. Dirección y guion: Achero Mañas
Tengo la impresión, a lo mejor equivocada, de que todas las películas de Achero Mañas tienen un fuerte componente autobiográfico. Salvo El Bola, que nació al calor de un contexto muy concreto (el auge de nuevos directores y del cine social de mediados-finales de los 90 en España), todas las películas (pocas, demasiado pocas) de Mañas se prestan a una lectura extracinematográfica muy personal. Así, Noviembre podría ser la cita a ese actor de calle, desconocido, militante, que él mismo fue durante mucho tiempo. Todo lo que tú quieras mostraría un Mañas en su faceta de padre, sin abandonar los dispositivos interpretativos que tanto le interesan. Y ahora Un mundo normal se inspira en el fallecimiento de su madre, en el crecimiento de su hija y en su propia crisis existencial y laboral (no por casualidad, Mañas ha estado una década sin filmar). El cine como reflejo de filias, fobias, traumas y vivencias. La fórmula del alter ego como acto controlado de exhibicionismo. Sea todo lo dicho cierto o no, es innegable que Un mundo normal cuenta con grandes dosis de verdad. Se non è vero, è ben trobato. Su protagonista resulta excéntrico y cercano a partes iguales. La película consigue lo más complicado: tener un tono agridulce, liviano y grave según la escena. Falla, en cambio, en lo aparentemente más procedimental: dotar a la road movie de su segunda parte de toda la aventura y el desenfreno que la historia requiere. Así, a medio gas, con un talento intacto, adoleciendo del rodaje que ya ha perdido, Mañas reflexiona sobre la vida, la familia, la muerte, el legado y las trazas de extrañeza que se esconden en un mundo aparentemente sano, usual. Ojalá Mañas no nos haga esperar otros diez años para saber cómo evoluciona su vida delante y detrás de las cámaras. Porque, bien pensado, Un mundo normal es un filme de resistencia. En favor del cine. Reacio a las series. Contrario a los algoritmos y a los intereses de los que tienen la sartén del cine español por el mango. He aquí la verdadera anormalidad...
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