miércoles, 16 de marzo de 2016

CRÍTICA | NUESTRA HERMANA PEQUEÑA, de Hirokazu Kore-eda


Familia
NUESTRA HERMANA PEQUEÑA (UMIMACHI DIARY), de Hirokazu Kore-eda
Festival de Cannes 2015: Sección oficial a concurso. Festival de San Sebastián 2015: Premio del público
Dirección: Hirokazu Kore-eda Guión: Hirokazu Kore-eda, a partir del manga de Akimi Yoshida Fotografía: Mikiya Takimoto Música: Yôko Kanno Reparto: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Suzu Hirose, Kaho, Ryô Kase, Ryôhei Suzuki, Rirî Furankî, Shin'ichi Tsutsumi, Jun Fubuki, Kentarô Sakaguchi Género: Drama Duración: 125 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 23/03/2016
¿De qué va?: Sachi, Yoshino y Chika viven en la antigua casa de su abuela. Al enterarse de la existencia de una cuarta hermana, todavía adolescente, las jóvenes no dudan en abrir las puertas de la casa a su hermanastra. La convivencia entre ellas será reveladora.


Kore-eda ha convertido la familia en el pilar principal de su obra. Su cine cuestiona las bases de esa institución para, a la postre, reforzarla y reflexionar sobre su importancia. En este sentido, las películas de Kore-eda no son la cristalización de una problemática familiar, sino una demostración de cómo sus miembros hacen frente a factores de distinta naturaleza para, en último término, reencontrarse con las personas de su entorno y con ellos mismos. La familia es para Kore-eda un concepto cosustancial, tan inevitable como deseable. A ella quedan asociados todos los ámbitos de nuestras vidas, y por lo tanto de esta emanan los grandes temas que puede y debe abordar el séptimo arte. Nuestra hermana pequeña es un ejemplo más, coherente para unos, repetitivo para otros, del cine humanista que ha consagrado a su autor como el sucesor directo de Yasuhiro Ozu. Con todo, es interesante destacar que la película que ahora se estrena marca, dentro de cierto continuismo, una pequeña ruptura con los sustratos de su artífice. A los vínculos familiares que ya conocíamos se le añade una visión poética, un aliento juvenil y una positividad que convierten Nuestra hermana pequeña en la primera comedia, término usado entre muchas comillas, de Kore-eda. Una cumbre, en definitiva, en su ya de por sí fantástica trayectoria.


Nuestra hermana pequeña cuenta la historia de tres hermanas que, al recibir la noticia del fallecimiento de su padre, se enteran de la existencia de una cuarta hermanastra, fruto de la relación posterior que su padre, ya mayor, mantuvo con otra mujer. Las hermanas mayores encajan los nuevos acontecimientos con recelo, ya que su padre les abandonó siendo ellas muy pequeñas. Por su parte, a la hermana menor le embarga cierta sensación de extrañeza, acompañada de un sentimiento de culpabilidad por saberse la parte más beneficiada de unos eventos familiares que, por su juventud, o bien no podía gobernar o directamente desconocía. Este es el conflicto al que la mayoría de los largometrajes rendirían toda su atención, pero en Nuestra hermana pequeña apenas cumple las funciones de prólogo simbólico. Kore-eda asume el drama (el film arranca con el funeral del padre) para explicar cómo las chicas, asumiendo sus diferencias como individuos y como semejantes, deciden irse a vivir juntas a la casa de su abuela. Kore-eda, en otras palabras, cuenta el devenir de cuatro personajes que hacen frente a las taras de sus ancestros para entender quiénes son, pero también para decidir hacia dónde quieren ir. De nuevo, ser autónomo a la par que miembro de un todo: la familia.


Nuestra hermana pequeña encuentra sus mejores momentos en las rutinas que comparten sus cuatro protagonistas. Las charlas en el comedor, las conversaciones aparentemente banales del día a día o las acciones que surgen de lo rutinario son, en manos de Kore-eda, un magno ejercicio de cine costumbrista entregado a los buenos sentimientos, a la risa cómplice y a pequeñas subtramas que funcionan como gags muy medidos y en el que todas sus protagonistas quedan retratadas ampliamente, desde la responsabilidad de la hermana mayor a la lógica inexperiencia de la más pequeña. En este sentido, el guión hace confluir la evolución de sus cuatro personajes con elementos de su pasado común, y lo hace apelando casi siempre a elementos naturales como, por ejemplo, el árbol frutal que crece en el patio de la casa. De hecho, Nuestra hermana pequeña empieza con la subida de las hermanas mayores a una montaña escarpada y termina con las cuatro mujeres acercando sus pies a la orilla de la playa, como si quisieran desasirse de las heridas que, simbólicamente, se abren y finalmente supuran a lo largo de la película. El espectador también experimenta ese recorrido viendo Nuestra hermana pequeña: de ahí que uno se despida de la película con el corazón henchido y alguna que otra lágrima en el rostro. Kore-eda nos lleva a la catarsis y consigue que reflexionemos, un milagro que sólo logran los mejores directores. Nuestra hermana pequeña es, sin duda, una obra inconmesurable.


Para espectadores que, en la realidad, son familiares no siempre bien avenidos.
Lo mejor: Hace de las pequeñas acciones un espectáculo cinematográfico de primer orden.
Lo peor: Algún subrayado en su segundo tramo.

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