domingo, 2 de noviembre de 2008

CINE Y POLÍTICA: APUNTES ANTES DE LAS ELECCIONES


América decide su futuro presidente en una de las elecciones más polémicas y publicitadas de la historia de la política estadounidense. Obama parece ser la opción del cambio, el hijo que, avergonzado por las acciones de papá Bush, se sale por la tangente y alimenta el sueño americano donde todo es posible, donde el orgullo demócrata resucita de sus cenizas tras varias derrotas consecutivas. El discurso de McCain no ha gozado de tanta promoción y fama y sus heridas de guerra recuerdan el absolutismo de su apoderado. Al otro lado del charco, el hecho político se entiende como una gran fiesta, un magno concurso donde intervienen todos los estratos de la sociedad. Los colegios se abrirán este martes para decidir la política del mañana, y con ella, el cine y la cultura en general.
Es interesante acercarse a la historia de América mediante sus películas. Al igual que Kennedy, Nixon, Clinton, la guerra del Golfo, de Vietnam o de los Balcanes, el cine ha reflejado los ocho años de gobierno Bush, una travesía marcada por los atentados del 11-S. De forma directa o indirecta, objetiva o crítica, la política de América ha demostrado su primacía mundial erigiéndose tema central o mero escenario de diversos títulos, muchos de ellos futuros clásicos del cine del nuevo milenio.


Tras los atentados de las torres gemelas, dos actores de tez negra (Halle Berry y Denzel Washington, premonición de lo que puede suceder este martes) ganaron el oscar y Una Mente Maravillosa encajó a la perfección en el prototipo de película de premio: una historia de superación, de amor y de locura; un producto sensiblero confeccionado para los sectores republicanos más academicistas. El garrote vil de la noche fue un encendido, pletórico y cascarrabias Michael Moore. Su nombre empezó a ser conocido tras su discurso en la gala y Bowling for Columbine se convirtió en uno de los documentales más importantes y taquilleros de la historia. Moore no deja de ser un burgués aburrido e intelectualoide que puede permitirse ser de izquierdas y retroalimentar su dogmático discurso con engendros como Fahrenheit 9/11 o Sicko. Moore es un radical sediento de polémica; sus mecanismos para criticar acaban siendo peores que los hechos criticados. Moore representa, pues, la vacuidad de quienes critican a Bush utilizando el cine como un zafio reality show donde todo es viable. No negaré, pero, que Bowling for Columbine atesora varios atractivos que superan la naturaleza de su autor. Su oscar, al fin y al cabo, está más que justificado porque Moore tuvo la suerte de estar en el sitio y en el momento adecuado.



La sombra de Moore es alargada. Hace dos años, Al Gore, antiguo rival de Bush hijo en las presidenciales, veía cómo su embrión fílmico, la alarmista Una Verdad Incómoda, ganaba dos oscars: mejor documental y mejor canción. Este último guardón no respondía a las cualidades musicales de la pieza sino a la letra de la misma. Gore utilizó la estructura de conferencia, tomó los tópicos del líder y sus masas y capitaneó una película que, a sabiendas de jugar con el espectador, lo manipula hasta tal punto que nadie puede tomarse en serio todo lo que allí se vierte sobre desastres naturales, contaminación y otros cataclismos. La idea era buena pero la forma, el estilo resulta tan discutible que todo pierde su sentido. Pero la academia, que no aprovecha ninguna posibilidad de aparentar modernidad, premió jocosa a la cinta. Gore, lejos de seguir con su periplo fílmico, ha vuelto a los mítines. La derrota por la mínima de hace ocho años, debe pensar nuestro artista, pronto será vengada.

Puestos a confeccionar listas de este calibre, no podemos olvidar el nombre de Oliver Stone, eterno orador de la moral americana. Tras sus documentales sobre Fidel Castro, Stone nos mostró World Trade Center, la primera película que, a través de un relato eminentemente ficticio, retrataba los hechos sucedidos antes, durante y después del fatídico once de setiembre de 2001. Nicolas Cage y Maria Bello protagonizaban una película cien por cien republicana donde sólo importa el ensalce de la familia, la religión y otros clichés rancios. Stone creyó ser atrevido y confeccionó un relato insultante en su tradicionalismo y austeridad narrativa, crítica y estilística. El fiasco de World Trade Center ya tiene sucesor: W, o sea, el retrato de un Bush joven, gamberro, alcohólico e incompetente. Seguramente otro panfleto inútil y vacío.


Al otro lado de los hechos se situó United 93, el paréntesis de Paul Greengrass en la saga Bourne. La película nos sitúa en el avión perdido que no llegó a impactar sobre las torres gemelas. A Paul Greengrass le importa más la acción que la reflexión, y por ello, la cinta es una alargadísima odisea que no abandona las convenciones del drama y del cine de acción. United 93 es un relato de ideología y estilo confuso que la crítica alzó injustamente. Greengrass, cómo no, gozó de su nominación al oscar. Pese a esto, y afortunadamente, pocos recuerdan ya tal pantomima.

Ante tal panorama, no me extraña que Shyamalan ideara la historia de unas personas que, cual menonitas, se esconden de la sociedad actual y crean una estructura social dentro de otra no tan satisfactoria. El bosque se sirve de los elementos del terror y el drama clásico para crear un auténtico dardo contra la América del ahora. La sorpresa final no es tan gratuita como la de El sexto sentido porque da sentido a todo el conjunto: no existen políticos malos ya que la maldad es propiedad de todos los seres humanos. Bryce Dallas Howard, paradigma de la inocencia y el altruismo, camina sola por el bosque como el político de ideas bienintencionadas que, con el tiempo, pisarán el terreno de las utopías.



Pero para quien esto escribe, el mayor y mejor ejemplo de cómo son (somos) los seres humanos es Dogville, una película tan rica, completa y fascinante que sólo merece un calificativo: la mejor película de la década. Von Trier, el más listo de la clase, sabe tanto de América como nosotros, pero éstos son conocimientos suficientes para mostrar un pedazo de verdad filmada que no es cine ni literatura o teatro, vacío ni reflexión, comedia ni drama, sino todo lo contrario. Dogville es diferente y poderosa en las múltiples lecturas que propone. No ganó en Cannes (Van Sant lo hizo con la interesante Elephant, que también podríamos incluir en este artículo), no ganó en la Academia de Cine Europeo (Goodbye Lenin! se llevó el gato al agua) y tampoco fue promocionada en América, donde se estrenaron dos únicas copias de la cinta. Dogville es aún un título por descubrir, pero poco importa: la historia que nos propone el danés nunca perderá un ápice de interés y vigencia.



Si Daniel Plainview viviera ahora, se dedicaría a descubrir pozos de agua y no de petróleo. Las tierras que nos muestra Pozos de Ambición, arenosas, desnudas y agrestes, son ahora ocupadas por McDonalds y unifamiliares de lujo. Sheriffs como el de No es país para viejos asumen que no tienen nada que hacer contra la sociedad contemporánea. Las viejas reglas del western han mutado en la vida de la gran manzana, en las necesidades de un colectivo abierto (puede que no tanto) a historias como Brokeback Mountain, injusta perdedora frente a Crash.
Obama o McCain: ésta es la cuestión. ¿El cine vive pegado a la realidad o debe interpretarse como algo independiente? Aristóteles ya pronunció tal cuestión y nosotros, ávidos cinéfilos, seguimos sin encontrar solución. Pronto veremos si el primer presidente americano de color deja de ser cosa de la ciencia ficción. Los medios de comunicación (entes perversos y manipuladores en las excelentes Leones por Corderos y El mensajero del miedo) nos darán la respuesta.



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5 comentarios:

Jose Barriga dijo...

Excelente visión, muy reflectivo tu articulo, felicidades… me he quedado Sin Palabras

troncha dijo...

Sinceramente, yo veo tanta manipulación en el cine político como en la política en si, la verdad que a veces no se puede distinguir, aun así muy bueno tu articulo.

Saludos...

Hugo Mulholland dijo...

Un artículo genial, te felicito, y coincido en lo que dices de Dogville (aún tengo pendiente la "segunda" parte)

Anónimo dijo...

Una reflexión interesante que podría dar para mucho.
Yo creo que, sin importar quien salga elegido (okey, a estas alturas sabemos que ganó OBAMA), el problema es más serio de lo que podría parecer, y una sola persona (en este caso Obama), necesitará de muchas cualidades para poder encauzar el desmadre que sufre su nación, y que por efectos globalizadores nos atañe a todo mundo.
Tal vez DOGVILLE sea la mejor referencia para tu reflexión.
Von Trier, aún sin haber pisado USA ha logrado hacer un retrato de la idiosincrasia americana que resulta una delicia para quienes criticamos aquel cliché del "sueño americano".
Sin embargo, aquella historia y todas las que podemos recoger como ejemplificadoras, de alguna forma son reflejos de lo que nuestra sociedad - en términos globales - viene degenerando por estos tiempos.
Los políticos son sólo eso, y todos sabemos la realidad de las cosas.
Es criticable que el cine se parcialice y sea utilizado como instrumento con fines ajenos al disfrute y el entretenimiento. Sin embargo, siempre es interesante tener de ambas vertientes porque finalmente es uno mismo quien saca sus conclusiones.
Saludos!

Express91 dijo...

Muy buena visión y bastante atractivo el artículo, pero para mi Leones por Corderos no fue nada excelentes y elk documental de Al Gore me parecio muy bueno y Moore como siempre me sorprende en sus documentales.
Sorpresa!