jueves, 4 de mayo de 2017

CRÍTICA | EL PADRINO: PARTE III, de Francis Ford Coppola



El desenlace de una obra maestra
EL PADRINO: PARTE III, de Francis Ford Coppola
7 nominaciones a los premios Óscar y Globos de oro
EE. UU., 1990. Dirección: Francis Ford Coppola Guión: Francis Ford Coppola y Mario Puzo, a partir de los personajes de la novela El padrino, de Mario Puzo Música: Carmine Coppola Fotografía: Gordon Willis Reparto: Al Pacino, Diane Keaton, Talia Shire, Andy García, Eli Wallach, Joe Mantegna, George Hamilton, Bridget Fonda, Sofia Coppola, Raf Vallone, Franc D'Ambrosio, Donal Donnelly, Richard Bright, Al Martino, Helmut Berger, Don Novello, John Savage, Franco Citti, Mario Donatone, Vittorio Duse, Enzo Robutti, Michelle Russo, Robert Cicchini, Rogerio Miranda, Carlos Miranda, Vito Antuofermo Género: Drama criminal. Thriller Duración: 165 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 01/03/1991
¿De qué va?: Michael Corleone busca un sucesor que se haga cargo de todos sus negocios. Vincent, hijo de su hermano Sonny, parece ser su favorito, aunque el chico ha estado muchos años sin tener contacto con él. Sus amistades con las altas sedes vaticanas y un viaje a la Italia de su padre Vito pondrán en jaque a todo el imperio y la prole de Corleone.


Dieciocho y dieciséis años después del estreno de los dos primeras partes de El padrino, Francis Ford Coppola cerró el devenir del clan Corleone con una tercera entrega de la que todavía se escriben ríos de tinta. Si las dos películas iniciales surgieron como proyectos autónomos, esta clausura vio la luz sabiéndose parte de una saga esencial en la historia del cine. La diferencia es notable, por lo que resulta ingenuo pensar en una nueva producción desvinculada de la atmósfera y sobre todo de la ética de sus "hermanas". Consciente de tamaños antecedentes, y con la suficiente mano maestra como para aportar nuevos vértices al triángulo, Coppola estructura su ficción tomando influencias de los largos anteriores, así como de la ópera y de la tragedia clásica. Incluso muchos fotogramas del film conectan, ya sea temática o formalmente, con escenas análogas de la misma película: la más evidente, el momento en que Connie tapa su rostro con una mantilla negra en la escalinata del teatro a imagen y semejanza de los ropajes que visten los actores en la representación de Cavalleria Rusticana. Todas estas interrelaciones convierten la trilogía resultante en un festín cinematográfico, una síntesis superlativa de las bajas pasiones humanas.


Coppola completa un fresco de puro cine: al retrato de la "familia" de la cinta del año 1972 y al "crimen" a dos tiempos de su secuela-precuela se suma la "catarsis" final, con los relevos generacionales (extraordinario Andy Garcia), las diferencias paternofiliales, el deseo (entre Michael y Kay, y entre Vincent y Mary, ambos utópicos), la culpabilidad (el fantasma de Fredo es un personaje más de la función) y el legado, con blanqueo vaticano incluido, como temas esenciales. Michael Corleone, cincelado por una contenida interpretación de Al Pacino que estalla en los últimos minutos, aparece en su senectud como un hombre que tiene que hacer frente a todas las tempestades que ha ido sembrando a lo largo de tantos años. El "fatum" recae sobre él con toda su fuerza hasta dejar a la superficie su debilidad, que no su humanidad, tanto en la escena de la confesión en el claustro ajardinado como tras la ejecución de Mary, por cuya vida, en un diálogo anterior, "había vendido su alma al diablo". Y mientras Michael va dilatando su ocaso, el espectador no puede más que maravillarse con la cuidada dirección de fotografía, el potente libreto, la envolvente dirección artística y el acertado reparto (con una única debilidad: Sofia Coppola) de todo el conjunto. Puede que sea la película menos redonda del grupo, pero ello no resta méritos a un nombre que nació y sigue vigente como clásico indiscutible del séptimo arte.


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Para amantes de los clásicos acompañados de polémica.
Lo mejor: Es imposible elegir.
Lo peor: No contar con el personaje de Robert Duvall.


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