

Historia de venganza, de mujeres fuertes que no se achican ante la violencia del macho... un relato que interesa y que se aprecia pese a sus defectos. El espectador lamenta no poder apenarse con la muerte de los personajes, tener tensión mientras se desarrollan las escenas de acción más pomposas o sentir simpatía por ese portentoso cuarteto femenino, demostración de la gran cantera actoral que hay en España. Carente de garra, Solo quiero caminar debería tener una segunda oportunidad para limar aristas, ya sea en forma de segundo visionado o de remake (Tarantino alucinaría con el film). Sea como sea, Díaz-Yanes no acaba de conseguir la película perfecta, algo que no logró ni con el despilfarre monetario de Alatriste. Eso sí: Ariadna Gil está estupenda y debería ganar YA el goya a la mejor actriz. La catalana, muy cuestionada en El laberinto del fauno, crea aquí un personaje apesadumbrado, masculino, fuerte y débil al mismo tiempo, un carácter capaz de enamorarse, matar y crear armas al más puro estilo Kill Bill. Solo quiero caminar es una de los últimos grandes estrenos de nuestro cine. Ya podemos, pues, empezar a elucubrar los nominados al Goya, unos premios extraños que se adivinan muy repartidos. Esperemos que Camino, única obra maestra hasta la fecha, reciba, pese a la polémica y el ninguneo del público, el merecido premio.